El presagio del Rey [Relato]

El corazón de Sarnik, fuerte y aventurero, esperanzado de recorrer las desconocidas tierras de Idilnek. Correr por las extensas sabanas de Shazurab. Ver el extenso y cristalino lago de los Taltum, donde perecieron los primeros titanes. Caminar sobre las excitantes y vastas ciénagas de Kallim, donde los fantasmas deambulan por la tierra arrastrando sus pies etéreos cargando sus temibles lamentos. Pero Sarnik, no conocía otra cosa que la Villa de Cabab y sus límites, ya que estaba prohibido para cualquier campesino recorrer más allá puesto que eso significaba la muerte.

Pero a Sarnik no le importaba, las historias de un forastero de la lejana ciudad de Zabgrum hacían arder su corazón volátil e irreprimible. Su imaginación volaba con poderoso brío, como una gigantesca águila de alas que ocupaban casi la mitad del cielo. Era de esperarse de que su irresistible alma tomara las riendas de su aventura, y se embarcara en aquél desconocido pero intrigante camino.

Fue una madrugada que Sarnik, se despidiera de la casa de sus padres para tomar rumbo hacia fuera de los límites de Cabab, para atravesar los valles secos donde encontraría su verdadero destino. Una vez más allá de lo mencionado, corrió afanoso por obtener su primera aventura. Vislumbró a lo lejos la sombría montaña de Ze’Kumb, el espíritu maligno, Heraldo de la Muerte, un soplo de su aliento te arrebataría la vitalidad del cuerpo en un instante.

Sarnik continuó, a pasos agigantados, por un fragmento de la tierra de Idilnek, sentía nostalgia por su Villa, extrañando la comodidad de su hogar, pero su corazón tenía más ímpetu de conocer nuevos lugares. Sarnik entró a otros territorios, a un bosque ya lejano, en el que encontró un rio donde moraban las náyades, ninfas de agua dulce de belleza transparente y escurridiza, como la del agua. Sarnik muy sediento bebió de aquél rio, hasta que notó que una de ellas lo observaba. La ninfa se acercó con tremenda curiosidad, y una pregunta de sus labios al joven le soltó.

— ¿A dónde te diriges joven desconocido? Vienes de un lejano lugar pero parece que estás perdido.

A lo que Sarnik repuesto, con el corazón altivo, a la náyade respondió:

—Mi nombre es Sarnik, hermosa ninfa del agua, y no poseo un rumbo fijo puesto que yo solo busco aventura, he recorrido kilómetros y mi camino me trajo hasta aquí, al centro de tus afluentes, disculpa si he sido irrespetuoso al beber de tus fuentes.

—No tienes que disculparte, el agua es para todos los seres vivos que la necesiten, y si buscas aventura, a un lugar puedo dirigirte. Toma este camino hacia el país de la Penumbra Eterna, ahí conocerás al rey Nob’Crim, señor del aquél país, él seguramente te dará lo que buscas, no tienes perdida alguna, solo sigue derecho por el camino y tendrás la entrada pronto frente a ti.

Sarnik maravillado, dio un enorme agradecimiento a la ninfa de las aguas, pero esta no respondió, solo se sumergió al fondo del rio. Sarnik siguió el camino señalado por la náyade, comía en cantidades puesto que agotaba muy rápido sus energías. Luego de horas de caminar, con la entrada por fin se topó, una enorme puerta echa de zarzas y hojas estaba frente a él, no sabía cómo hacer para poder entrar al país de la Penumbra Eterna.

Ilustración

Mientras estaba sentado pensando en que hacer, las zarzas comenzaron a moverse abriendo un camino para él. Una garganta como un túnel lo llevaría directo a aquél país oculto. Era un bosque oscuro, donde la noche siempre imperaba. La luz del día no se acercaba, puesto que temía que fuese tragada por las fauces de la noche.

Sarnik, mientras caminaba, sentía miles de presencias a su alrededor, pero no podía divisar a nadie aunque todo estaba claro gracias a la luminosidad de un cielo nocturno de luna y estrellas. Escuchaba murmullos que parecían provenir de pequeñas criaturas, los búhos aullaban para luego batir sus alas en la noche. Había un claro, tan brillante, donde las demás luces del bosque se reunían para glorificar, al Ser que allí se encontraba.

Aquél Ser media seis metros de altura, sus barbas y cabellos estaban hechos de hojas de sauce, su armadura de roble era, y sus ojos, tan rojos como la sangre o el hierro. Su corona era de diamantes y un rubí albergaba su centro. Su piel era de un pálido azulado y sus patas eran las de un cabrío. Con gracia, levantó una de sus manos y las luces se alejaron con rapidez hacia todo el bosque.

—Yo soy Nob’Crim, Rey del país de la Penumbra Eterna, señor y protector de los noctámbulos que aquí moran, Caballero de la estrella de Alcalam, la más ferviente e imponente del cielo, uno de los pocos descendientes directos que quedan de los «Antiguos», los primeros titanes que caminaban por la tierra. Conjurador de la magia de la noche y único sapiente de todos sus secretos, ¿Quién eres tú y porque osas entrar a mi reino?

Sarnik impresionado ante la magnificencia del Rey, no conseguía ordenar bien sus palabras y tartamudeaba torpemente, pero logró recaudar todo el valor para poder disipar el temor que aquella imponente figura causaba. Encogido de hombros al Rey le respondió.

—Perdone mi intromisión ¡oh gran Rey!, he venido hasta usted buscando aventura, mi corazón no anhela otra cosa que la excitante embarcación de una infranqueable hazaña.

—Puedo ver que dices la verdad —Dijo el Rey acomodándose en su trono de piedra y raíces —a través de ti puedo ver, y si has cruzado la entrada de zarzas significa que no posees mala intención alguna, así que está bien, joven habitante de la luz. Te daré una aventura, y esta será, un augurio.

Sarnik quedó impresionado y confundido ante las palabras del Rey, y una expresividad de extrañeza se dibujó en su rostro ante aquellas palabras singulares.

—La noche me cuenta muchas cosas, los secretos de la bruma son indecibles pero no para mí. Toma este ópalo, es para ti, la noche me dice que debo dártelo y que algún día, descubrirás su contenido. El destino ya está escrito, el mismo que te trajo ante mí para darte este ópalo, mi recomendación es, que nunca veas lo que contiene, puede darte tu mayor alegría, pero también, puede ser tu peor pesadilla. ¡Vete ya!, muchas más aventuras encontrarás a partir de aquí, este ha sido mi presagio, el presagio para ti joven Sarnik.

La oscuridad se hacía más intensa y todo se desvanecía alrededor de Sarnik, poco a poco, las tinieblas se tragaron todo a su alrededor y ya no se logró atisbar ni una figura, ni siquiera la del Rey. Luego, Sarnik despertó con el rostro cubierto de luz matinal, estaba frente a la entrada de zarzas del país de la Penumbra Eterna, con el ópalo en su mano derecha.

Decidió conservar el ópalo, como recuerdo de ese día, especialmente para recordar las últimas inquietantes palabras de aquél Rey. Sarnik tomó un camino hacia las afueras del bosque y llegó hasta el desierto de Kalak, donde solo se escuchaban los fuertes susurros del viento, y los vendavales de arena, no le permitían ver más allá de lo evidente.

Su debilitamiento y hambre lo arrastraban cada vez más a sucumbir en aquél desierto. Estaba ya tirado en la arena esperando su muerte, hasta que una joven, cubierta por sedas, excepto su hermoso rostro, lo socorrió y lo llevó a su aldea donde le dio agua y alimento.

Sarnik y la joven, llamada Ilim, se enamoraron y contrajeron matrimonio con la aprobación de la familia de ella, a pesar de que no sabían con certeza el origen de Sarnik. Por un tiempo, él fue feliz, trabajando la tierra, cultivando, compartiendo ahora con su nueva familia. Y, durante ese tiempo también, Sarnik notó que el ópalo cada vez más se oscurecía, lo único que se le ocurrió fue que perdía su color ya que el tiempo de la profecía estaba pronto por cumplirse.

Ilim quedó embarazada y aquello aumentó la alegría, hasta después de unos meses que fue cuando Ilim contrajo una intensa enfermedad, debido a su embarazo estaba delicada, el médico de la aldea no pudo dar peor diagnóstico, al proferir que si el embarazo continuaba, tanto la madre como el bebé morirían.

Sarnik estaba furioso, en incontrolable vehemencia, impotente además, sin saber qué hacer. Hasta que una idea, tocó las puertas de su desesperación —el ópalo ayudará— dijo con fuerte añoranza, así que lo buscó y notó una grieta en su antes perfecta superficie.

Lo arrojó con fuerza al suelo de aquella habitación, y una nube negra comenzó a ocupar el ambiente.

— ¡Oh magia misteriosa por favor te lo imploro, salva a mi esposa y a nuestro hijo no dejes que perezcan, te lo suplico!

Y aquella materia nebulosa en el aire se extinguió, dejando todo como estaba, ningún cambio se atisbó. Sarnik estaba desorientado, no sabía que pensar, hasta que un grito que invocaba su nombre lo hizo reaccionar.

Era Ilim, quien se había levantado de la cama como si nada, parecía que estaba mejor, Sarnik no lo podía creer, su corazón estaba desbordado de alegría y abrazó a su esposa con todas sus fuerzas, hasta qué, al mirar hacia abajo, Sarnik notó un pequeño charco de sangre que se formaba a los pies de Ilim, ella soltó un alarido con agonía diciendo.

— ¡Ay Sarnik! ¿Qué es esto? ¡Por todo lo sagrado! ¡Nuestro bebé!