Concurso Cervantes 9ª Semana: SARA BARAS Y JOSÉ SERRANO

Crecí en un ambiente alegre, bullicioso, de esos característicos de familias muy numerosas. Viví mis primeros quince años como vecina de una tía que tenía quince hijos. Si quince! Y ella decía que había perdido dos, o sea iban a ser diecisiete!.

Eran una fiesta ellos solitos!, recuerdo que era costumbre reunirnos todos los fines de semana y organizar fiestas para bailar y pasar el rato. Yo, una niña aún, no sabía bailar pero llamaba mucho mi atención ver a mis primos y primas haciendo gala de sus habilidades bailarinas. Hacían los pasos de moda y hasta montaban sus propias coreografías.

Así fue pasando el tiempo y mirando e imitando a mis primos, aprendí a bailar.

En la escuela participaba en cuanto acto cultural se organizaba, ya fuese para el día del padre, de la madre, navidad, fin de año, siempre estaba presente. Bailé música llanera, tambores, val, pasodoble, música moderna y cualquier ritmo que escogieran las maestras.

Convertida en señorita, no había nada que disfrutara más que ir a las fiestas y pasar horas y horas bailando. Salsa, merengue, guaracha, música moderna y hasta el alma llanera, que se acostumbraba poner para darle fin al evento, la bailaba!.

En pocas palabras, bailar es una pasión para mí, algo que realmente disfruto al realizarlo.

Por ironías de la vida, me case hace veintidós años con alguien a quien considero un ser especial y con quien tengo mucho en común, pero… siempre hay un pero! No le gusta bailar.

Tengo tres hijos y hasta ahora, solo la más pequeña, muestra cierto gusto por el baile, por supuesto, por los ritmos de ahora.

Mi padre solía decir que tenía dos pies izquierdos, para expresar lo malo que era para el baile. En mi cumpleaños número quince el tradicional vals con él lo hice en cuatro losas, ya que era “tieso” al bailar. De mi madre ni hablar, no recuerdo haberla visto nunca “mover el esqueleto” como se dice popularmente.

La pasión por el baile nace con nosotros, es el motor que mueve nuestro cuerpo al compás de la música. Es como disfrutar de un delicioso helado, cada cucharada nos deleita y nos encanta. De esa misma manera, cuando bailamos cada pieza produce en nosotros un sentimiento de júbilo, de alegría. Bailar una buena canción puede hacernos olvidar, al menos por unos minutos, lo que nos rodea; y nos hace disfrutar cada movimiento, cada paso.

Bailar es como volar con los pies sobre el piso, es fluir con la música y expresar con el cuerpo la emoción que siente el corazón.

El gusto por el baile, así como el que se puede sentir por cualquier actividad artística, es un don, un valioso regalo que nos da la vida!