Mi viaje por la garganta de Vintgar, en Eslovenia. Un paraíso del que me enamoré.

Esta es la historia de cómo conocí un lugar paradisíaco escondido en medio de Europa.

Quería compartir con tod@s vosotr@s desde hace tiempo, un viaje que hice este verano a Eslovenia, como ya he comentado aquí en alguna ocasión.

Viajé con mi chica y mi hermana a un país que hasta entonces nunca me había llamado la atención. No porque no suscitase mi interés sino por puro desconocimiento. Cuando pensaba en Eslovenia la verdad es que no venía a mí pensamiento alguno más allá de saber que un día perteneció a la antigua Yugoslavia y que debía hacer mucho frío en invierno, pero poco más. Qué maravilla haber iniciado ese viaje de esa manera, con total desconocimiento y sin tener ninguna expectativa previa. Lo que sucedió a continuación fue que los tres quedamos enamorados de ese hermoso país y de su naturaleza.

En este post voy a centrarme en una ruta que hicimos por la garganta de Vintgar, cerca del famoso lago Bled.

Es una ruta siguiendo el río Podhom, al noroeste del país, cerca de la frontera con Austria.

Una sencilla ruta de 2 kilómetros y de muy fácil acceso. En toda ella hay habilitada una pasarela de madera con puentes y barandilla. Eso permite su acceso incluso a personas mayores. para que todo el mundo pueda disfrutar de las delicias de un lugar así.

La ruta es muy corta y se podría hacer en muy poco tiempo, pero el lugar es tan impresionante que hacer todo el recorrido ida y vuelta puede llevar varias horas. No sólo porque uno se pare constantemente a hacer fotos, sino porque simplemente pararse ahí a observar el presente es algo maravilloso que todo aquel que vaya debería hacer.

Me impresionaron los colores que a través del agua se podían observar. Nunca antes en mi vida había visto una despliegue tan rico en colores en un río. Cada rincón era diferente a los demás. Y según caminábamos el paisaje iba mostrándonos una cara completamente distinta. Era un recorrido lleno de sorpresas.

Nunca había meditado en las cercanías de un río. Así que no pude dejar pasar la ocasión. Obviamente esa meditación fue con los ojos abiertos y todos los sentidos bien afinados.

El rumor del río te lanzaba hacia la vida con un ímpetu y una fuerza que todos mis deseos en esos momentos eran quedarme allí para siempre y fundirme con el entorno. Puede que esto os suene un poco hippie o no sé, pero os aseguro que no olvidaré lo que viví allí. Quería que no se acabase nunca. Tuve pensamientos acerca del ciclo de la vida y de cómo un río, es la metáfora perfecta.

Había partes en las que el agua se desbordaba por encima de las rocas con tremenda violencia, muy agitada, aparentemente caótica y alocada, igual que nuestras vidas en ciertos momentos.

Imaginaba una molécula de agua que viajaba arrastrada por la gravedad, saltando entre la espuma y sumergiéndose un rato después para rozar los guijarros con sus dedos.

Unos metros más allá el agua se calmaba y bajaba tranquila, en paz, de forma deliciosa, como la vida en otros momentos. La molécula de agua era siempre la misma, pero al pasar por la vida vivía situaciones de todo tipo. Al final, después de todo, seguía siendo lo que siempre había sido, agua. Nada, por violento o manso que fuera cambiaba en lo más mínimo su esencia.

En un momento dado llegamos a un lugar en donde el río se tranquilizaba y el cauce se hacía más ancho. Entonces la mano del hombre ayudó a componer el paisaje. Una acción que no entraré a valorar aquí, pero que desde luego le daba al entorno un toque hermoso y de lo más curioso.

La verdad es que me volví un poco loco en este tramo haciendo fotos. La sensación de estar allí, en silencio, únicamente con el sonido del agua corriendo por el lecho del río, y encontrar semejantes construcciones por doquier, era como de estar visitando un lugar de otro planeta. La verdad es que me encantó.

Seguimos nuestra ruta, que no dejó de sorprendernos. Avanzábamos tan despacio, debido a la impresión que cada centímetro de aquel lugar nos provocaba, que el tiempo se escurría entre los dedos como agua. Entonces me dí cuenta de que la luz había cambiado desde el momento en el que habíamos iniciado la marcha. Los tonos y los contrastes seguían con su fiesta particular y nosotros seguíamos encantados de estar vivos en aquel momento.

Cuando llegamos al final del recorrido, una cascada ponía el broche final a un día inolvidable.

Y hasta aquí la ruta de la garganta de Vintgar en Eslovenia. Espero que os haya gustado. En próximos post pondré más fotografías de otros lugares de Eslovenia.

A todo aquel que pueda ir, le recomiendo visitar Eslovenia sin la menor duda. Es un país que aún no está masificado por el turismo, es tranquilo y tan hermoso que no te lo puedes creer. Si vas amalo, pero sobre todo, cuídalo.

Un saludo!