Un grito desesperado

in #spanish5 years ago

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El día a día para Rodolfo ya era de por sí muy ajetreado. Últimamente, estaba envuelto a más no poder, en un torbellino de tareas que implicaba, el estar metido de pies a cabeza en ese relevante proyecto, del cual dependía el futuro de la empresa donde trabajaba. Y es que, la promesa de un nuevo puesto en la gerencia, estaba latente para él, en caso de que llevara a feliz término su travesía empresarial.

Aunado al estresante coctel laboral en el que estaba metido, se le añadía una vida en pareja estéril, donde su presencia en el hogar, era prácticamente inexistente. Su esposa Evelin, hacia lo posible por mantener las apariencias, en unas que otras fotos por las redes sociales. Pero en el fondo, las grietas de un amor no atendido, ya se podían ver a cierta distancia entre ambos.

Y eso es algo que ninguna foto, por más retocada que este, puede ocultar.

El alcohol ya se estaba convirtiendo en un refugio habitual para él. Detalle que le añadía más tensión a su apretada agenda. Es muy probable, que ya estuviera metido, en aquella vieja trampa de ahogar las penas. Penas que ahora, parecían implacables zombis caminantes, que lo iban acosando inmisericordemente.

¡Era un volcán a punto de erupción!

En cualquier momento podía estallar y no lo sabía. Un miércoles iba en su vehículo rumbo al trabajo. Estaba encaminado a una importante reunión que tenía que presidir. Su mente revoloteaba de un pensamiento a otro, tal como un colibrí bate sus alas incesantemente entre una flor y otra.

En medio de su agitada cavilación, trató de ver a los alrededores en busca de una pizca de calma, paz que le permitiera mantener su ya muy frágil cordura. Viendo al frente, al lado izquierdo de la acera, pudo ver a un niño comiendo placenteramente su helado. De momento el niño tropezó, y su preciado postre fue a parar al piso…

Al ver lo que sucedía, un miedo irracional se apodero de Rodolfo. Sentía el presentimiento, de que ese accidente, que acababa de ver, era el presagio de una catástrofe sin precedentes. Algún fenómeno apocalíptico estaba por nacer en cualquier momento.

Su respiración estaba más que agitada. Gotas de sudor comenzaban a hacer acto de presencia en su frente. Su corazón latía frenéticamente...

Tuvo que estacionar su vehículo al lado de la vía, para intentar respirar. Se aflojo el nudo de la corbata, cuando de pronto sentía que su pecho se contraía. Y un fuerte dolor en el corazón, le hacía saber que su vida estaba a muy escasos segundos de terminar. Un temor paralizante, que lo envolvía de un fuerte escalofrió, no le permitía moverse.

Esa inmisericorde tortura duro media hora. Pero en momentos como esos, cada segundo de por sí, se convierte en una eternidad. Ese día Rodolfo tuvo que terminar en un hospital. El doctor le supo decir, que su encuentro con la muerte tenia nombre y apellido. Y no, no era un infarto. ¡Era un ataque de pánico!

Tan solo fue un grito desesperado de su cuerpo, uno que le decía que tenía que hacer algunos ajustes a su vida. Ahora Rodolfo ha tomado medidas para reconstruir su matrimonio, y ha tomado una distancia prudencial con los compromisos laborales. Sigue sufriendo uno que otro ataque de pánico, a partir de ese día. Pero ahora tiene más conocimiento, de cómo sobrellevar su dolencia, y eso en sí, ya le aporta una dosis de paz a su tormentosa realidad.

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