Concurso Cervantes: 10ª Entrega

Valentina era una joven madre que no recordaba su infancia con nostalgia. Eran las dificultades que prefería no repasar en la memoria. Había vivido los dramas propios de algunos hogares humildes. Conocía el malestar del alcoholismo paterno, los malos tratos y muy pocos momentos de verdadera paz.

Con voluntad y esfuerzo había elegido tener una verdadera familia donde el destino diera la vuelta. Se sentía capaz de lograr con sus solas fuerzas ese milagro.

Valentina se esforzaba por dar su hija Clara todo lo que podía adquirir como fruto de su trabajo. Siempre tenía una sonrisa que acompañaba a los frecuentes regalos con los que agasajaba a su hija. Un helado, un vestido bonito, una entrada para teatro de marionetas, un beso...

Era una joven madre que gracias al trabajo en una pequeña tienda trataba de dar el mejor futuro para quien representaba lo único importante en su vida. Además en los pocos ratos libres que disponía ayudaba a Clara en sus trabajos escolares.

Valentina tenia talento para el dibujo y la pintura. En su corta etapa escolar los profesores alababan ese don que le permitía hacer retratos, paisajes y sorprendentes esbozos de las viejas calles de la ciudad donde vivía en aquel entonces.

Pero Valentina llevaba meses sin dibujar ni una sola línea en los cuadernos escolares de su hija. Antes solía decorar los cuadernos de su hija con dibujos relacionados con el campo de estudio al que estaban destinados. Valentina tenía una gran preocupación que no le permitía disfrutar esos momentos de creatividad.

Clara era una niña sana e inteligente pero años atrás había tenido un grave problema de salud. Los tratamientos médicos y los gastos relacionados con el cuidado de Clara obligaron a la madre a pedir préstamos con intereses que en aquellos momentos no tenían mucha importancia.

La deuda no dejaba dormir a Valentina. En esas noches de angustia y preocupación imaginaba el dinero que pasaba por sus manos algunos días en la tienda donde trabajaba. Era lo que ella necesitaba para salir del infierno, para empezar otra vez, para vivir...Pero cuando el pensamiento más febril se volvía aparecía un momento de paz y encontraba la esperanza suficiente para levantarse con una sonrisa al día siguiente.

Una tarde, al salir del trabajo, Valentina iba repasando las imposibles cuentas con las que hacer frente a los pagos del préstamo para que no creciera la deuda aún más con los aplazamientos. Pensaba en lo que estaba gastando solo en intereses y sintió ese peso como el de un monstruo que se sentaba a comer en la mesa de su hogar.

Pero Valentina era fuerte, cuando la tensión llegaba a un punto crítico vovía aparecer ese momento de paz en el que podía ver las cosas desde otra perspectiva. En el bolsillo acariciaba los 5 dólares que le restaban para terminar la semana.

Valentina compró unas galletas que le encantaban a Clara. Ningún problema iba a robarle un momento de alegría en su casa.

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Valentina sabía como cambiar de estados de ánimo al estar con las personas que amaba. Sabía desprenderse de las cargas en la mente con capacidad para inflamar las emociones. Así era fácil atender una conversación sin ningún obstáculo que impida un encuentro amable y cordial.

Mientras Valentina preguntaba a Clara por su día en la escuela observó un pequeño cambio en el diseño de la caja de galletas. Aparecía una banda verde que rodeaba el diseño que se había hecho tradicional en la mesa de Valentina. Allí aparecía un mensaje pidiendo a los clientes ideas para una nueva forma de envasar el mismo producto.

La marca de galletas favorita en la casa pedía una ayudita para el diseño de un nuevo envase de las mismas galletas pero con mucha más capacidad. Lo que destacó sobre las condiciones del concurso era el premio: 8.000 dólares Una cantidad suficiente para reconducir la situación financiera de la familia.

Valentina sabía perfectamente que tenía muy pocas posibilidades de ganar el concurso. Pero sin duda era un acicate para ocupar el tiempo con una actividad que le gustaba, que evitaría malas tentaciones y sobre todo que con probabilidades muy bajas podía ser productivo.

Valentina trazó un plan de trabajo para los 15 días que faltaban para el término de plazo para enviar propuestas. Sabía que un buen resultado dependía mucho más de un trabajo organizado y tenaz que de un momento de inspiración.

Los lápices de colores volvieron a la vida de Valentina. Cada idea llevaba a por lo menos 10 trazos y si no resultaba de su agrado aparecían dos nuevas ideas para seguir el camino. Fueron horas continuas de trabajo sereno, amoroso y firme.

Valentina trabaja hoy en un departamento de diseño de una empresa de packaging. El premio ganado con las galletas "Corazón" no solo había resuelto aquellas lejanas dificultades económicas. Las conversaciones con la empresa que debería realizar el envase según su diseño habían resultado de gran interés para su departamento de diseño. Coincidió con la necesidad de cubrir un puesto de diseñador y pensaron que aquella joven promesa podría ser una buena candidata.

Las dificultades de la vida tienen capacidad para desorientar el destino de cualquiera. Cuando las emociones se desbordan por un mal momento hay que buscar un instante de paz y orientarse por el norte que señala la generosidad.

Espero que les guste

Imágenes de elaboración propia a partir de otras tomadas en PIXABAY y WIKIPEDIA

Concurso patrocinado por el witness @cervantes. No te olvides de votarlo en la siguiente página: http://www.steemit.com/~witnesses