Perdió sus libertades, pero ganó la gloria. Parte I
El reloj marcaba, las ocho de la noche de un día jueves.
─Soy Luisa, y te vi en la fiesta de José Antonio. Algo muy interesante vi en ti, que me propuse conocerte mejor. Me informé de tu número telefónico y aquí estoy, llamándote, mi interés es tener una conversación contigo, en privado. ─aclaró Luisa.
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Tuve la intención de despedirme de Luisa y cortar la llamada, pero su agradable tono de voz, más el valor que tuvo de llamar a un desconocido para concertar una cita a ciegas con el, despertaron en mí una natural curiosidad, me contuve, y le dije:
─Llámame más tarde, en dos horas.
─Excelente, te llamaré ─aclaró Luisa.
Tengo varias consignas en mi vida con respecto a mi forma de ser: pensó Roberto.
─Amo tanto mi soledad, que odio a mi sombra.
─Es mejor estar solo que mal acompañado.
─No soporto a mi lado a la misma persona por más de tres días.
Y en efecto, vivir en solitario es mi felicidad: No tengo que rendir cuentas a nadie: sobre la hora en que salgo o a la hora en que regreso.
Soy libre de ir y venir sin tener que decir para donde voy.
Puedo andar desnudo dentro de mi casa sin dar explicaciones.
Oigo la música que quiero.
Mas un sinfín de libertades que perdería si vivo acompañado.
Sin embargo, no se porque estuve tan pendiente de las dos de la tarde, la hora en que Luisa llamaría y hasta puedo decir que ansioso.
Cinco minutos antes de las dos, puse el teléfono a mi lado.
Ni un minuto más ni un minuto menos, sonó el teléfono. Sentí que mi mente descansaba, lo dejé sonar dos veces mas, me imaginé a una Luisa sonriente. Su astucia de mujer le habría dicho que eso fue premeditado.
El tiempo que tardé en decir ¡aló! Fue extremadamente corto; así que pisé en falso. O sea, me puse en bandeja de plata.
No había mucho de que hablar así que le dije.
─Mañana a las seis de la tarde te espero en el café: ─y le di el nombre y la dirección del lugar.
Allí estaré ─no tardó en responder.
Llegó el mañana. Llegué a la cita con veinte minutos de anticipación, y me dispuse a esperarle, el reloj me informó que faltaban diez minutos para las seis. Luego el reloj marcó las seis de la tarde y Luisa llegó. Me atreví a adivinar que era Luisa pues yo no la conocía pero ella a mi si. Fue directo a la mesa donde me encontraba.
─Soy Luisa ─se presentó muy segura de sí.
─Soy Roberto ─titubeé─ ante tanta belleza. ─se sentó en una de las sillas cercana a mí. No disimulaba nada. Luego vino la pregunta de siempre: en estos casos ¿Qué vas a tomar? Etc. etc.
Luisa tomó la iniciativa, parecía que me conocía de hace mucho tiempo. Yo le seguí el juego, y pequé de tonto, la verdad es que yo no sabía que decir; entonces dije lo primero que se me ocurrió.
─ ¡Parece que va a llover!
¡Sí! ─Respondió Luisa muy sonriente.
Yo acostumbrado al dialogo femenino, recuperé mi condición del hombre inteligente que soy, y me adueñé de la situación. Luisa no cejaba de sonreír, ella muy segura de sus bellísimos dientes, enmarcados en unos carnosos, sensuales y provocadores labios. En ese momento hice alarde de mi inteligencia, he hice un halago a sus provocativos labios.
─Y… Luisa, esos labios, esos dientes ¿tienen dueño? Le pregunté. Lo que oyó la tomó por sorpresa, al yo tocarle su lado tímido, tardó diez segundos en responder. Estaba buscando la respuesta que no llegaba. La Luisa valiente y segura de si misma capitulaba.
─Eres mejor de lo que yo pensaba ─me halagó─ y te mereces una respuesta ─No tenían dueño─ lo dijo en tiempo pasado y continuó─ pero a partir de este momento ya lo tienen.
─ ¡Que barbaridad! Y esto de donde salió ─pensé con mi cerebro apuntando en varias direcciones. Ahora el retardado en responder era yo.
─Los míos tampoco tenían dueña hasta hoy, y me siento afortunado que pertenezcan a una mujer tan bella como tú.
Este post continuará… Mañana.
Tomas Flores
Fuente de mi propia autoría.
Muy buen relato, despierta intriga y dan ganas de esperar la continuación de mañana.
Felicitaciones, continúa así.
Buen relato colega :)
Gracias, amigo.
Qué tengas un buen día.