Marillion en Buenos Aires

in #spanish7 years ago

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Desde la capital argentina, la noche del 16 de octubre de 2012 se veía prometedora ante la expectativa de presenciar a una de las bandas más famosas del rock sinfónico tardío, en lo que yo llamaría el primer movimiento del rock sinfónico. Antes de continuar mi tertulia con respecto al acontecimiento musical en esta ciudad austral, quisiera acotar que este primer movimiento comenzó a dar signos de vida a mediados de los años sesenta y convirtió la siguiente década en la era dorada del rock, a lo que a mí respecta. Llegado los ochenta, el ocaso del rock sinfónico se hizo inminente ante su mutación al "neoprogresivo", estilo más simplista en cuanto a composición musical y virtuosismo instrumental, características que se ponen en evidencia con Marillion si lo comparamos con sus padrinos Yes, Emerson Lake and Palmer, Génesis, UK, Triunvirat y pare usted de contar.
También se me hace imprescindible dejar claro que grandes bandas, sin menospreciar el talento y aporte del resto de sus integrantes, mantuvieron su sustento gracias a individualidades que, además de marcar para siempre la admiración de sus seguidores, le dieron la personalidad a estas agrupaciones, entronándose como líderes de éstas y haciéndose imprescindibles para mantener su brillo. Cómo podríamos imaginarnos a un Jethro Tull sin el mítico Ian Anderson o a un Racing Force sin el vertiginoso Yngwie Malmsteen; pues fue precisamente este vacío el que depreció, casi que mortalmente a Marillion cuando su carismático cantante y cofundador, Derek William Dick, mejor conocido en el entorno como “Fish”, dejó la banda en 1988 para abrirse paso bajo su nombre artístico, marcando el comienzo de la segunda etapa de la agrupación.

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El Teatro Vorteria abrió las puertas al público con su vistosa fachada retro, muy al estilo del misterioso teatro del “Fantasma la Opera”. Entré maravillado con la arquitectura y el trabajo de preservación de la estructura de una sala un tanto pequeña –sin sillas- en donde había que decidir si ir al frente a ver de cerca la banda o llegar a lo último a donde vendían cerveza, y obviamente decidimos ir hacia atrás mi compañero y yo donde aún alcanzábamos a ver el show: si vamos a estar de pie mejor hacerlo refrescándonos.
Si me adelanto a dar mi apreciación acerca de Marillion, en esa noche de concierto, no tengo nada bueno que contarles. Sin ningún ánimo de denigrar la llegada de Steve Hogarth a la banda, creo que es un cantante de buen talento pero que no pudo salvar la agrupación. El concierto pareció una alabanza a la balada, ejecutada por un grupo de ancianos que no sentían ánimo ni de moverse, y no es para menos cuando se lanza un repertorio que no despierta la motivación de sacudir al público. Recuerdo pocos momentos en mi vida que al paso de unas cervezas en un evento musical, en lugar de alegrarme me deprimía, y ese fue uno de esos momentos, por lo que decidimos abandonar el teatro antes de terminar la función; lo que no recuerdo es haber ido a un concierto más decepcionante que el de esa noche. Y hablando de noche, más adelante recuperamos el ánimo en uno de esos frescos sitios del Buenos Aires primaveral, así que… no todo fue tan mal.

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Sin embargo @tbto no podemos negar que cuando sonó Kayleigh una fria sensación se sintió en el espinazo.

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