La crianza de un ángel

in #spanish7 years ago

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Siempre he considerado a los niños lo más cercano de la divinidad de Dios en nuestro mundo terrenal, ya que son ángeles que bajan a la Tierra para humanizarla. La llegada de la concupiscencia en la mayoría se presenta como la metamorfosis que sufren los niños cuando se convierten en adolescentes, o lo que es lo mismo, cuando dejamos de ser ángeles para convertirnos en seres humanos adultos. En este artículo no me voy a referir a esa mayoría de niños regulares que con el tiempo maduran para convertirse en mujeres y hombres, sino de los que permanecen siendo ángeles para toda la vida.
Todas las personas vivimos experiencias que marcan nuestras vidas, y una de ellas la experimentamos cuando el especialista nos dice: “tu hijo es autista”. La mayoría de los padres y madres recibimos la noticia con escaso conocimiento en el tema, y es natural sentir en el momento que el mundo se nos viene encima, no solo por la condición que regirá la vida de ese ser tan amado, sino también por el cambio radical que nos vemos forzado en realizar a cualquier plan de vida que nos hallamos trazado.

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Pasamos los primeros años de vida de nuestro hijo soñando en que algún día se hará independiente, ya que, salvo en los casos más severos, la condición del “Trastorno de Espectro Autista” (TEA) se detecta casi siempre después de los dos o tres primeros años de vida. El momento en que recibimos la noticia es crucial, debido a que muchos padres y/o madres se niegan a aceptar que su hijo es TEA, convirtiéndose de esta forma en su peor enemigo al desentenderse de la responsabilidad que implica el tratamiento que hay que aplicarle para intentar ayudarlo en su superación personal. Tan bellos son los niños TEA que nos cuesta creer que vinieron con una condición que, en la mayoría de los casos, no alcanzarán a desarrollar la madurez mental requerida para valerse por sí mismos en este mundo donde tener malicia es indispensable para defenderse ante las adversidades sociales; precisamente, es la falta de malicia lo que hace tan vulnerables a estas criaturas, lo que hace que sean ángeles de por vida.
La crianza de estos “ángeles” implica echar a un lado todos los planes de vida que una vez programamos para disfrutar de una tercera edad libre de responsabilidades, y ubicar como proyecto principal la aplicación de todos los recursos con que contemos para la superación integral de nuestro hijo TEA, teniendo en conciencia que será nuestra ineludible labor hasta el fin de nuestros días. El mayor consuelo que como padre de un niño TEA puedo ofrecerles, a todos los que recibieron al cuido a uno de estos ángeles, es que Dios nos dota de un amor que nos llena de fortaleza cuando asumimos el reto de elevarlo a su más favorable condición para su convivencia armoniosa en sociedad y su satisfacción personal.

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Conmovedor hermano querido!!!

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