Un retrato realista de la depresión, a partir de una serie animada

Ayer se estrenó y terminó una de las series más grandes de Netflix, Bojack Horseman, y con ella, terminó una etapa de mi vida que llego a ser una montaña rusa de emociones a un nivel que nunca hubiese pensado tener, por una serie animada. Mucho menos cuando me cuentan el plot, y lo entiendo; hace unos años cuando empecé a ver Bojack y le decía a mis amigos “oigan, deberían ver esta serie, es sobre un caballo alcohólico que se apega a su pasado, como si Charlie Sheen fuese el protagonista, pero es un caballo” ellos rechazaban la idea de verla de una vez, y algunos se dignaban a ver solamente el primer capítulo, pero después de eso no querían seguir viendo la serie.

La serie termina con seis temporadas y créanme cuando les digo que el primer capítulo no le hace justicia a la odisea que se crea a lo largo de toda la serie. Entiendo que la gente haya visto el primer capítulo nada más (no, la verdad no lo entiendo pero no puedo obligarlos a ver la serie), ya que el primer capítulo es demasiado Edgy, se siente como si te estuviesen gritando a la cara “mira, es una serie sobre un caballo alcohólico te tienes que reír cada vez que hagamos un chiste pasado de tono porque es una serie animada pero para adultos”. Lo bueno es que la serie empieza a agarrar otro rumbo, y lo hace con una sincronía perfecta entre la comedia y el drama.

Cada temporada se va superando una a una, dándonos momentos inolvidables y que nos harán unos verdaderos fans de ese caballo y todo su alrededor. Dentro de esas seis temporadas, amas a personajes que creías odiar, odias a personajes que estabas amando y sientes empatía por muchos que si analizas bien, no merecen ni la mínima pizca de amor. Esto es gracias a un guion que sabe desenvolver a cada uno de los personajes mucho mejor que varias series live action muy bien producidas.

De hecho, la serie esta tan bien escrita que se podría hablar de la psicología de cada persona, que cada persona podría sentirse identificada con un personaje distinto, que podríamos hablar de unos capítulos en específico (el capítulo 11 de cada temporada, el capítulo en el mar, el capítulo de Princesa Caroline, a medio camino y Free Churro son algunos ejemplos), podríamos hablar inclusive de pequeños gags que se van repitiendo en la serie hasta volverse una razón para un cambio de personaje.

Bojack para mí significo una montaña rusa de sentimientos completamente reales y hasta un mantra. La frase “se hace más fácil, pero tengo que hacerlo todos los días y esa es la parte difícil” me calma y me llena de sosiego, y saber que aunque lo que estoy viendo ficción pero aun así hay muchas personas que se sienten identificadas tanto con personajes malos como con buenos, que los hace querer mejorar como personas, me da alegría, siendo yo, por ejemplo, una que toma las cosas buenas (en cuanto a la psicología y no el aspecto técnico) de la serie y trata de hacerlas propias.

Esto porque la serie refleja en muchos momentos la depresión de cada uno de los personajes de una forma tan real y justificada, que se te olvida que estás viendo una serie animada sobre unos animales antropomorfos. La mayoría del tiempo estás pensando en cómo uno de los personajes va a salir de alguna situación que él mismo creó, y no es una situación física en realidad, sino una mental en dónde se pregunta si es suficiente o si en realidad sirve para lo que está haciendo. Bojack es a primera instancia una serie de comedia, pero mientras más te adentras en su mundo te vas dando cuenta de lo triste que puede llegar a ser, y él cómo los guionistas juegan contigo al mostrarte personajes superando sus miedos y traumas, para luego caer por alguna razón que al principio parece boba, pero luego te das cuenta de que es el inicio de algo mucho más grande.

Con un final para enmarcar, Bojack se queda como una de las mejores (no digo que la mejor porque no has le visto todas, pero si es mi favorita) series de animación que se han creado. Un final que en teoría cierra bien pero que te deja con un sentimiento de vacío, que es la esencia que ha tenido la serie desde hace ya varios años. Una última temporada que tiene lo suyo, con capítulos que demuestran traumas en varios personajes representados de una forma que en la primera temporada eran impensables, lo que hace recordar que la serie maduró de cierta manera, volviéndose así mucho más realista y soberbia, terminando con diálogos que no quieres tener, pero que son los más adecuados para cada uno de los personajes.