La grandiosa analogía que significa The Lighthouse

Hace tiempo que se estrenó The Lighthouse (el faro en español) y hay muchos aspectos que se pueden tocar cuando se habla de esta película, como lo son la grandiosa actuación por parte de los dos únicos protagonistas, la fotografía por la cual obtuvo su única nominación al Oscar, sus diálogos al estilo de Shakespeare y su ambiente lúgubre y tenebroso pero bien cuidado cómo el mejor cuento de L.P Lovecraft. Todo esto hace que la película se vuelva una de mis favoritas del año pasado, ya que la unión de cada una de los aspectos que mencioné hacen que esta obra te adentre a pensar que estas viendo un cuento folclórico, más que una película de terror y suspenso. Pero hay un factor importante que no he tocado y quiero hablar más a fondo: su inquietante historia y de dónde viene.

The Lighthouse es una película que odias o amas, pero no te deja con un sentimiento de vacío por haber perdido tu tiempo tras verla, por lo contrario, te deja con más preguntas que respuestas. Y a pesar de que siempre he pensado que una buena historia no debería hacer eso, me quito el sombrero ante el director Robert Eggers al demostrarme no solo a mi sino a miles de personas, que una buena película no tiene por qué responderle al espectador ni siquiera la incógnita más importante que crea. Más bien, no responder básicamente nada de lo que se nos cuestiona durante toda la película hace que la misma se quede en tu mente durante mucho tiempo, hasta volverla causante de incertidumbre y verdadero terror.

La película no dura más de dos horas y durante todo su metraje nos sentimos incomodos entre lo que son hechos y lo que crees pasa en la mente de nuestros protagonistas. A lo largo de sus densos 110 minutos la película nos muestra como un novato es enseñado (o más que enseñado, es maltratado) a hacer los deberes del faro por un anciano al cual la soledad lo ha dejado casi senil y con muy mal humor. En cuestión de cuatro semanas nuestros dos protagonistas deben convivir entre sí con el siempre latente suspenso de la decadencia hacía la locura, una locura que los dos luchan por combatir para así no hacer nada de lo que se puedan arrepentir después.

Robert Eggers dice que su relato es la analogía al cuento mitológico de Prometeo, en el que Prometeo sube al olimpo en búsqueda del fuego de los dioses para así darle la “luz” a la humanidad, pero posteriormente es castigado por Zeus a vivir eternamente mientras que las aves se alimentan de sus tripas. De forma muy similar, el novato protagonista siente la necesidad de ir al faro a encontrar la luz y responder sus dudas a pesar de que esta acción signifique un castigo hacía el personaje de Pattinson.
Sin embargo, si se quiere analizar la película sin la necesidad de compararla con la mitología griega, podemos pensar en el personaje de William Defoe solo existe en la mente del protagonista como una forma de torturarlo por su pasado, ya que en la película se nos dan ligeras pistas que nos hacen creer que el protagonista es un asesino. Teniendo así al faro como una forma de conseguir el perdón, Pattinson busca de forma desesperada llegar al mismo, y solo está bien con su conciencia (el personaje de Defoe) cuando este está ebrio y olvida momentáneamente su pasado.

Sea cual sea la interpretación que se le quiera dar a la película, Robert Eggers nos vuelve a deleitar con una segunda película que está tan pensada como la primera (The Wictch) en cuanto a simbolismo se trata, con detalles tan cuidados que no se notan hasta después de analizar por completo la película. Además de esto, the Lighthouse no solo sirve como una oda a las historias de terror, un homenaje al miedo de la sociedad hacía el mar en 1890, y una carta de amor a los escritos de L.P Lovecraft, sino también como una muestra de arte con un formato que no se logra ver mucho en las películas de hoy en día, dándole tanto peso a la historia como a la hermosa fotografía que ayuda de forma mucho más que complementaria a enamorarse de este descenso a la locura que nos enseña The Lighthouse.