Saludos Steemianos: Existen fábulas llenas de realismos, estas no escapas de la poesía o narrativa. Busquemos mundos paralelos que a pesar de creer que son inertes siempre cobran vida. A continuación, el texto para su consideración y respectivos comentarios.
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La avenida termina donde se topa con el canal de aguas podridas. Allí donde las ranas no cesan sus fastidiosos cánticos gorgoreando con sus vientres llenos de crías.
Me escapo al ras del pavimento que va hacia abajo. A veces busco la acera para llegar hasta Camaleón, el gato del vecindario.
El parque se desnuda para poseerlo. No me interesa. Las hormigas voladoras maltratan sus cuerpos con la luz que descubren su estadía.
No hay nada al frente ni al fondo del paso. Sólo charcos vomitados por alguna nube.
Es tarde, saldré del escondite, avivado por ráfagas de calor en mi entorno.
Me detengo para deshacerme de las ramas atascadas en el lecho del pequeño arbusto.
Lográndolo.
Emprendo el traslado suavemente, topándome con una cerca de bloques torcidos. Busca arroparme. La miro en toda su extensión. Hacia adentro, una escalera busca el cielo, se pierde con las estrellas.
La puerta angosta se tambalea por mi recorrido, se queja, dejando escapar unos chirridos bastantes absurdos. Sigo. La ventanilla que sirvió de taquilla hace tiempo, deja abrirse hacia la avenida. Me incrusto entre sus rendijas.
A unos, dos o tres metros de aquí, está ella, formando como un torniquete su cabello, mordiéndolo. La mujer solitaria de vestido largo y maltrecho por sus andanzas, duerme a la intemperie, mientras que yo, de a soplos, ayudo a mejorar su apariencia, alisando su enredada melena.
Retrocedo muchas veces hasta verla seca y alejada del mal olor que siempre la acompaña.
Forcejea con algo. No veo, quien la agarra tan fuerte. Su cuerpo no puede soltarse. Una mano se aferra al despeinado cabello.
Dobla su cara, todo se presenta solitario salvo por la compañía de esas ranas que observan el espectáculo.
Desde el otro lado de la ventanilla la halan, mientras que sale una mano oscura como la noche misma, atando una filosa navaja. Todo sucede tan rápido que solo observo el borbollón de sangre, expulsado por su garganta. No dudo que arruine el paisaje. Cae sin fuerza y al mismo tiempo me hace recordar las hormigas voladoras golpeándose con las incandescentes lámparas.
Los transeúntes evitarán el sitio. Diciendo.
-¡María purísima, ahí fue donde asesinaron a la loca Maruja! La noche donde las ranas y el viento supieron de ella.
Armarán, una capilla acorde con el lugar, solo para recordarla, la verán cada vez que pasen cerca de la ventanilla. El parque que ignoré. Diagonal a la puerta que he seducido por años.
La oscuridad me consume. Dejando la osadía en el lugar. Ahora descanso para tomar fuerza y soplar por mucho tiempo más...
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Gracias por leer. Hasta la próxima.
