"Melancolía y duelo" (poema)

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I

Si en el extremo de una cuerda

colocásemos a la melancolía y al duelo,

y si esa misma cuerda pudiera expandirse ad infinitum,

pronto veríamos a ambos extremos converger hasta perderse,

pero sólo para convertir a los extremos en retazos

y a sus dos cargas conceptuales fusionarse.

Allí nace la pérdida…

La pérdida del objeto,

la sed de añoranza…

La carga inmensamente pesada de un invierno interminable

entre los ojos y extremidades

que se expande hasta mordisquear adentro de nuestra garganta.

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II

Si fuera a escribir algo en ese momento sería una carta.

Y escribiría como quien las escrihe con ese afán por recordar siempre a los viejos fantasmas

huéspedes perpetuos dentro de la cabeza

y espectros de la tinta.

Escribiría para mí mismo un in memoriam

me recordaría que jamás debo volver a plantar

un sólo árbol de cerezo en ningún jardín que pisen mis pies, porque sus flores

jamás darán sombra

a la base en donde estoy sentado

esperando a alguien en vano.

 

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III

Pero anhelo que verbalizar mi debilidad

me permita exorcizar a los demonios que emergen de las sombras

a las que llamo heridas;

el verbo es luz que se arroja a las sombras,

ésta estremece a los demonios y les da muerte.

Por ello la expiación a través del verbo es verdadera.

Quizá toda poesía sea sólo eso.

IV

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V

Y si durante el interminable avance de las agujas del reloj,

vuelvo a mirar a mi propia carta con los ojos tan azules,

espero poder apreciar a todas las arrugas en el papel:

todas tan distantes entre sí en cuanto a distancia

pero carentes de patrones en cuanto a la mirada

de quien no sabe apreciarlas;

y en cuanto a arrugas todas tan diferentes entre sí

como distintos los momentos en que saque a esta hoja

para recordarme lo que jamás debo volver a hacer.</center>