Un caso único sin igual…

-Estaba en mi consultorio totalmente relajado, pues ya a muchos pacientes yo había valorado, eran las nueve de la mañana y me sentía muy cansado ya que estaba de post guardia y no había dormido nada, en eso la enfermera me dice que saldrá unos minutos a comprar un café, solamente le mencione que le daba permiso de ir si me traía uno a mí también (bromeando), ella se sonrió y se largó. Me senté y prendí la computadora para meterme en internet, de pronto escucho que la puerta del consultorio se abre y una voz me dice:

• Buenos días, Permiso doctor me disculpa que lo interrumpa, pero necesito su ayuda por favor.

-Era un señor de unos 70 años, una persona delgada que se vestía muy bien, aparte era muy educado se le notaba la decencia desde la cabeza a los pies, les soy sincero me sorprendió muchísimo ya que en la actualidad se han perdido las normas de cortesía y muchas veces ni los buenos días nos dan, por lo cual le dije: siéntese patrón en que lo puedo ayudar.

-Entonces el empezó a charlar (seriamente); mire doctor mi nombre es Ramón, tengo muchas dolencias en los pies ¡ya no se ni que calzado usar!, si fuera por mí en sandalias preferiría andar, pero lastimosamente así no puedo ir a trabajar, tengo unos juanetes en los pies que si los ve dos veces seguro se asustara.

-En eso yo riéndome delante de él, le dije por favor señor Ramón quítese los zapatos y me muestra sus pies que lo voy a valorar, el llego y se quitó los zapatos con mucho dolor, entonces le mencione: quédese tranquilo señor Ramón que peores juanetes he visto yo, en eso le agarro un pie para iniciar la evaluación y el señor Ramón soltó una carcajada que hasta se ahogó, simplemente no paraba de reír, intentaba decirme algo pero la risa no lo dejaba, sin pensarlo mucho le agarro el otro pie y la cosa se puso peor, el señor Ramón no tenía control las lágrimas corrían si compasión pues el señor Ramon estaba llorando de la risa, no me lo van a creer pero a mí también me dio mucha risa verlo en esa situación y en unos pocos segundos estábamos los dos llorando de la risa, cuando la enfermera entro al consultorio ¡se asustó! pues las carcajadas se escuchaban en un pasillo de atrás, pero eso no impidió que la enfermera comenzara a reír la risa era muy contagiosa.

-Ya después de un rato ya estando calmados, nos pusimos serios (lo cual costo muchísimo) y el señor Ramón me dice:

• Miré hijo mío, ¡perdón quise decir doctor!
• Antes que me empezara a examinar le iba a decir que a mí los pies no me los pueden tocar, tengo aumentada la hipersensibilidad y cualquier contacto me genera una risa que no logro descifrar.

-Yo me llevo la mano a la frente diciendo “con razón señor Ramón” todo tiene sentido, pero le diré que sus juanetes tienen solución, puede que no le guste mucho lo que le voy a decir pero es una operación lo que hay que realizar, le tenemos que fracturar un hueso en cada pie y pasar un alambre para enderezar sus pies, es una cirugía muy sencilla que da muy buenos resultados, el con mucha emoción me dice:

• Mi estimado doctor, haga lo que tenga que hacer para quitarme este dolor.

-Una semana después operé al señor Ramón, la cirugía fue bastante sencilla, y mientras estaba en la operación lo que yo hacía era mencionar la risa contagiosa de ese señor, ya al finalizar la cirugía lo despertaron y lo llevaron a recuperación, unas horas después cuando él estaba ya en su habitación decidí pasar para saludarlo antes de darlo de alta diciéndole:

• Mire señor Ramón usted es un vacilón, no dejaba de recordar mientras le operaba los pies la risa que me contagio usted.

-En eso me puse a quitar las vendas con mucho cuidado de sus pies para no despertar la enorme risa del señor ramón, cuando él se logra observar bien sus pies se le noto en la cara muchísima emoción ya que no tenía los juanetes y mucho menos sentía dolor, el señor Ramón me estrecho la mano mencionando:

• ¡Doctor usted es un santo!, espero que Dios le dé muchísima salud y le mantenga la sabiduría acompañada de esa enorme alegría que me demostró usted, para que con sus manos siga sanando esas enfermedades en las personas que logren encontrarlo, usted más que un doctor es un amigo de verdad.

“La relación médico – paciente es excepcional, uno debe brindar la suficiente confianza para que el paciente se sienta lo suficientemente cómodo, si llegamos a fallar en eso ni el mejor tratamiento lo podrá curar”