El bosque de las hadas

in #cervantes7 years ago

Saludos, gente de Steemit.
Siempre me han gustado los cuentos de hadas, creo que son maravillosos para alimentar la imaginación.
Por estos días, mi imaginación va fuera de lo lícito.
Como muestra de ello dejo un cuento de hadas algo retorcido.

Espero sus lecturas y comentarios.

El bosque de las hadas

Había una vez, en un tiempo de prodigios diarios, una pequeña mujer con nombre de Rosa que se cansó de los ruidos de sus insoportables hermanas, de su injusta madre, de su mal encarado padrastro y de todas las alimañas que corrían libremente por los malolientes rincones de lo que una vez había sido su hogar. Siéndole ya imposible abstraerse de aquel entorno viciado en el que era fácil generar discusiones partiendo de insignificancias y sostener las disputas en continuo enfrentamiento durante días enteros, decidió una noche encerrarse en su habitación y, aumentando al máximo el volumen de su reproductor, tratar de ignorar por toda la eternidad el escándalo que en la casa se alojaba.

Con la almohada sobre la cara y la música mezclada con el ruido que producían los demás habitantes de la casa, la muchacha no notó que por su ventana entró una mujer que había sido atraía por la estridencia del hogar. Cuando a su nariz llegó un olor de perfume barato y de humo espeso, quitó de su rostro la almohada y se encontró con una señora bastante mayor, con exceso de maquillaje y ropa demasiado ajustada, que parada frente a ella le sonreía con amabilidad maternal. Antes de que la muchacha pudiese pronunciar palabra alguna, la mujer se movió con la afectación que trae el desvanecimiento de los miembros y, colocando uno de sus largos dedos sobre su boca, indicó a la ya asustada joven que no hablara. Acercándose torpemente y bajándose la corta falda que con cada paso subía un poco más, la mujer llevó sus labios al oído de la inmóvil chicha.


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-Escucha, querida mía –empezó a decir la desconocida con voz pastosa. –Amada, ahijada, amiga. Conociendo tu castigo, tu dolor, tu pena y tu martirio, te he traído el alivio, el remedio, la solución que, aunque temporal, es efectiva. Ten, mi niña, estas rosadas semillas que no pueden dar fruto o retoño alguno pero que desvanecen los sentidos y consuelan el alma. Por ser tan limitada la magia que acompaña a las de mi clase, tan solo hasta medianoche podrás ser libre de toda presión; te recomiendo que aproveches el maravilloso efecto y vueles tranquila, sin pesar ni recordar. Afuera, de donde vengo, es más fácil olvidar y deshacerse de las cargas; por eso creo conveniente que sin perder tiempo te tragues las semillas, salgas por la misma ventana por donde entré y seas feliz besando sapos toda la noche. Ve que aquí, como buena madrina, te esperaré.

Sin poder creer lo que veía, y aun menos lo que escuchaba, la muchacha observó en su mano las tres rosadas pepitas que la desconocida le brindaba. No tardó mucho en decidir y, prefiriendo el riesgo de lo desconocido que un momento más en su aturdidor infierno, apuró el regalo maravilloso. Se despidió de su recién conocida madrina y salió por la ventana dejando en su habitación a la entorpecida mujer que con dificultad la despedía asomada en la ventana. Fueron pocas las cuadras que caminó antes de que la magia se manifestara; pronto todo su cuerpo se hizo más ligero y le pareció gracioso hasta lo más mínimo. Andando pausadamente y sonriéndole a todo lo que veía, la muchacha recorrió todas las calles siendo guiada por el cosquilleo que comenzaba en sus manos, recorría sus brazos y se acrecentaba en su pecho. Habiendo pasado más de una hora, cansada de tanto andar, se recostó en la sucia pared de un callejón a recuperar el aliento, el cual se le escapó en un suspiro al ver abrirse de improviso una pequeña puerta junto a ella. Al callejón salió un ser minúsculo y corpulento que a ella le pareció un duende; un duende muy gracioso que la hizo reír a carcajadas hasta que casi cae al suelo.

Con movimientos rápidos y amplia sonrisa, el duendecillo la ayudó a mantenerse en pie y la sostuvo mientras ella se inclinaba para atravesar la puerta que pesadamente se cerró tras su paso. Cuando pudo levantar la cara, se encontró en un trozo de bosque iluminado por tenues luces verdes en el que los árboles de corteza brillante crecían delgados y se estiraban hasta tocar un cielo extremadamente cercano que parecía estar hecho de nubes de espejo. El hombrecillo la dejó sentada en una de las mesas que estaban ubicadas alrededor de los árboles platinados, apoyó su cabeza sobre la mesa y descansó con tranquilidad hasta que un golpe seco hizo vibrar el liso material en el que estaba recostada y le obligó a incorporarse. Al abrir los ojos lo primero que vio fue al duendecillo alejándose de la mesa y sobre esta una zapatilla de cristal llena de un espumoso líquido amarillento.

No encontró una etiqueta que dijera “bébeme”, aun así se acercó la zapatilla a la boca y bebió de ella sin dejar nada dentro. El líquido le despertó el cuerpo y desapareció su cansancio; ya espabilada pudo ver un enorme reloj al que le faltaban quince minutos para marcar las doce. Recordando lo que su bienhechora le había indicado, quiso levantarse e irse. Justo en ese momento, de una puerta distinta a la que le había servido de entrada, vio ingresar un grupo numeroso de hombres trajeados que no podían ser más que príncipes y reyes que se reunían en festejo. En la mesa que ella ocupaba se sentaron dos de estos caballeros, mucho más jóvenes que el resto, y cuando quiso preguntar dónde estaba, quiénes eran o que hacían allí, una melodía llenó todo el espacio y por arte de magia aparecieron preciosas hadas que revoloteaban en un hipnótico baile alrededor de los árboles metálicos.


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“Seguramente –pensó- estas hadas son iguales a la que entró a mi habitación, y si lo son más magia tendrán para darme. Seguro podré permanecer más tiempo en este bosque si logro…” No pudo terminar de formular su pensamiento pues uno de los príncipes sentados junto a ella le dio acompañada de una sonrisa otra zapatilla llena de la dulce agua espumosa. Esta vez bebió de a poco y, preocupada por la disolución de su encanto, preguntó al príncipe generoso si tenía pepitas rosas.

-¿Pepitas rosas? No; son poco útiles y nada efectivas. Si realmente quieres sentirte libre, si realmente quieres desaparecer lo malo y ser feliz, tengo métodos mejores, más duraderos y eficientes.

Aceptó enseguida, sintiendo cómo el efecto del primer hechizo se desvanecía. El príncipe sonrió y a una señal le trajeron más zapatillas que se vaciaban despacio pero de forma regular. Pronto dejó de ver con claridad a las hadas que ya casi no tenían ropa. Su cuerpo se adormeció y el príncipe, muy atento en todo momento, se acercaba más a ella para evitar que se cayese. Le costaba un poco hablar pero no le fue difícil chupar una de las baritas de mago que le ofrecían. El humo le llenó la boca y al pasar por su tráquea le hizo tantas cosquillas que le fue imposible no toser ruidosamente. Volvió el ánimo a ella y todo le pareció
divertido: desde las hadas que ya no tenían más que la piel encima, hasta las caricias que el príncipe generosamente le brindaba.

Hacía mucho ya habían pasado las doce. Las zapatillas seguían llegando hasta la mesa, llevadas por el duendecillo, y el príncipe empezaba a introducir demasiado la lengua en su boca. Queriendo un respiro, se levantó sin pronunciar palabra y se dirigió al único punto que parecía estar iluminado debidamente. Dentro encontró a las hadas riendo frente a espejos sucios; al verla, todas se acercaron, la invitaron a sentarse y observar cómo se preparaban para cada baile. Cuando comenzó a cabecear y el sueño le llenaba el cuerpo, una de las hadas le colocó en la palma de la mano un pequeño puñado de finísimo polvo blanco.

-Inhala -le dijo- y te sentirás mejor.- Enseguida lo hizo y mejoró. Volvió con el príncipe que la esperaba ansioso y, sin darse cuenta, estaba subiendo a un carruaje junto con los dos caballeros que en su mesa estaban. Desde allí la noche se le hizo borrosa. No sintió las cuatro manos que le recorrieron el cuerpo, ni las bocas que le mordieron el pecho, ni las lenguas que le lamieron la espalda.


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Cuando despertó, con la boca sabiéndole rancia y un dolor inmenso presionándole la cabeza, se le hizo difícil levantarse de la cama y encontrar su ropa. Todo el cuerpo le dolía y, para no despertar a los desconocidos que descansaban, se vistió con lentitud y buscó la puerta a tientas. Recorrió las mismas calles que la noche anterior le habían parecido tan graciosas, mientras lo hacía repasaba mentalmente cada suceso y lo maravilloso de haber aprovechado cada oportunidad. Era más la alegría que el dolor que entre sus piernas aumentaba mientras caminaba y embriagada de emoción olvidó entrar por la ventana que aun la esperaba abierta. Al abrir la puerta principal, se encontró con el silencio absoluto de su familia, la cual lloraba sin hacer ningún ruido la muerte de la que ellos creían era la muchacha que se encerró en su habitación y, transformada en anciana, había sufrido una sobredosis.

Sort:  

Un cuento de hadas con polvo de hadas, jejeje...

Tratando de mostrar algo nuevo...
Gracias por la lectura.

¡Buen relato, @ramhei.textual! Bien manejada la ironía, través de la parodia y la sátira; además, esa contextualización contemporánea con el consumo de ciertas sustancias y la entrega ingenua al placer fácil, lo hace muy actual.

Muchas gracias por su lectura, @josemalavem.
Fue un "experimento lúdico" que creo tuvo buen resultado.

Ja, ja, ja. Me acuerdo de la primera vez que leí esto. Una belleza de cuento. Como siempre señor @ramhei.textual su uso de la narrativa y descripción son a la vez directos y sutiles.

Gracias por su lectura, @bertrayo.
Siempre son apreciadas sus observaciones.

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