Las Tonalidades de mis días

Recuerdo la primera vez que solo la escuché a ella. Para mí la guitarra no había pasado de ser una acompañante de quien canta, pero a partir de aquel día entendí que era una protagonista, como también lo fue el hombre a quien pude descubrir a través de ella. ¡Qué clase de protagonistas!

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Llegó un día con varios comprados en una plaza de trastes usados. Discos de acetato en una época cuando el Cd los había sentenciado, no era precisamente una compra productiva. Bueno, no para mí. Revisé con ignorante desdén y para un veinteañero el atractivo no era mucho.

Recuerdo ese disco. No sé si fue la edición para esta parte del mundo, pero mostraba a aquel hombre de largo cabello, en el primer plano de una carátula dominada por el ocre de su guitarra. Aquel nombre entre lo masculino y lo femenino, aquel título tan líquido, nunca imaginé que terminaría por convertirse en un traductor de emociones para entender a un impecable hombre amado por mí.

Era mi padre. No tocó como Francisco, pero como él, parecía que hablaba y hasta lloraba entre acordes. Años después entendí que aquella curvilínea que meses antes le habían regalado, se convirtió en su mejor medio de comunicación. Y no es que le costase hablar, pero creo que hasta Cervantes entendería el gusto por dejar que el pentagrama, y no el diccionario, regle la expresión.

La fuerza con la que pisaba las cuerdas creo que traducían palabras altisonantes, mientras que las lentas cadencias eran declamaciones pasionales. ¡Dios!, cuánto hablaste, padre, y aunque te escuchaba, no te entendía. Pero no me culpo. Así se dio la vida. Empero celebro que tus viajes a tu mundo más profundo hayan tenido como acompañantes tan célebres intérpretes que te motivaban a tocar mejor.

Y tocar mejor quizá significaba también vivir mejor. Entre los fantasmas del pasado y las neurosis del presente, hercúlea necesidad es ajustar las clavijas de la vida. Admiro que ambas misiones hayan conocido tu entusiasmo, tu pasión, tu integridad. No dejaste una lección de música porque eras un amateur del conservatorio, pero fuiste un guerrero de la academia. Tu ejemplo de Ser es un ritmo que sacude mi propia caja de resonancia.

Cuantos descubrimientos hice entre Fuente y Caudal, mientras lloraba la orfandad de la curvilínea. Menuda sorpresa fue saber que aquellas Dos Aguas son una rumba, y qué irónico resultó enfrentar la semántica del término con lo que sentía. Pero cual epifanía, que el ciego y hasta sabio tiempo alentó, más tarde entendí que en el mástil de mi nave, un alma hecha música marca las tonalidades de mis días.

Fuente: sevilla.abc.es

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