Entre a la academia militar, bueno más o menos, aunque había logrado entrar a una buena Universidad en Caracas, simplemente no podía costear vivir en Caracas.

Por lo que opte, por la Academia militar. la verdad siempre he detestado todo lo que tenga que ver con las armas y la violencia, prefería dedicarme a leer, escribir poemas o filosofar con mi guitarra, pensé que mi vida tomaría otro rumbo hacia las artes, pensaba poder perderme en un lienzo, en la acuarela, en la música y en los versos.

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Pero allí estaba yo, en un autobús hacia la meseta de mamo, listo para entrar a la Academia militar, y graduarme de oficial de la armada.

Aunque en realidad esperaba graduarme de lo que sea, lo que sea para poder trabajar, y hacer mi vida fuera de las líneas. Esta intención fue rápidamente detectada por los superiores, por lo que no entre a la escuela de oficiales.

Me mandaron a el cuerpo de Marines, grupo muy estricto y severo que se encarga de filtrar enclenques idealistas y según ellos algo comunistas como yo. el primer año de entrenamiento se hizo cuesta arriba, pero seguí, seguí con la idea de que al terminar los 2 años, podría optar por estudiar ingeneria en la escuela de oficiales de la armada, pedir la baja y seguir mi vida como la planee en un principio.

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Durante esos dos años, mis padres fallecieron de soledad, mi hermana se casó con un vendedor de autos y yo seguía en el cuerpo, nadie me esperaba en casa y ya no queda nada a lo que volver. Pero no todo fue malo, conocí a la cajera de una Farmacia, una andina de pelo negro, ojos café, bastante risueña, y aunque no estuviera enfermo, siempre encontraba una excusa para ir a medirme la tensión arterial.

Por aquellos días, se hablaba mucho entre los pasillos de una guerrilla en el amazonas, aunque seré sincero, todas las noticias suenan igual, el mundo siempre ha estado por acabarse.

Incursión en el Amazonas

3 fronteras, un río y una impenetrable selva, Oro, diamantes, droga y gente desnuda que tildamos de incultos y hasta salvajes.

Nuestro objetivo era, resguardar la frontera Brasil-Venezuela, por mucho tiempo solo me dedique a matar mosquitos, leer o pensar en la andina de la farmacia y como mi tension arterial subía cuando la veía.

No había mucho que hacer, a veces patrullamos y encontrábamos muelles clandestinos o minas ilegales completamente vacías, como que si todo aquello tuviera años abandonados, no le veía mucho sentido a mi presencia en aquella espesura, casi asfixiante y con una misticidad inexplicable.

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En una patrulla, buscando más de lo mismo, nos perdimos, no sabíamos muy bien de qué lado estamos, si de Brasil o Venezuela, pero eso no importaba todo se veía igual, la incesante lluvia hace el equipo más pesado y mientras no llueve, la humedad y los mosquitos hacen igual de insoportable la caminata.

LLegamos a un claro, había una gran choza en el medio, y varias otras rodeándola, todo estaba vacío, solo un perro olfateando aqui y alla, nos detuvimos en la espesura. Rodeamos aquella desolada aldea, mientras la lluvia tropical nos arropaba.

Se nos dio la orden de avanzar y asegurar el campamento, salimos de la espesura, solo para encontrar un olor a podredumbre que se metia hasta los ojos, con el fusil arriba comencé a revisar choza por choza, No había rastros de nadie.

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Abandone toda esperanza de encontrar alguna persona en su choza, por lo que me acerque a la gran choza del medio, para encontrar una escena que mis ojos no olvidarán. 50 personas entre hombres, mujeres, niños y ancianos tumbados en el piso, con ojos abiertos y charcos de sangre espesa cubrian la tierra mojada.

Perros quitando a trozos parte de sus rostros, solo pude levantar mi fusil y descargar una rafaga contra ellos, al escuchar los disparos, se acerco el el resto de la escuadra para ver lo que pasaba.

Tumbado en el piso con el rifle caliente, así me encontraron, llorando como un niño. Me sacaron a rastras de aquella choza y le prendieron fuego, No había palabras que decir, ni rituales, solo ver como las llamas consumían aquella choza y sus cuerpos.

Los días y semanas siguientes nos dedicamos a buscar al grupo de guerrilleros, en mi mente solo habia imagenes de aquel perro sacando de un tajo parte del rostro de una niña. no había lágrimas solo ira.

En la noche encontramos un campamento, el cazador, un tipo de pocas palabras, llega corriendo sin aliento, le dice al comandante, "encontramos a la guerrilla mi comandante" y él responde

Plomo contra esos hijos de puta

En algún lugar en el amazonas, un campamento minero resguardado por hombres armados mientras un grupo de pobres diablos trabaja dia y noche buscando piedras preciosas.

Mujeres, niños, ancianos, todos con los pies en el agua o en huecos buscando su salvación en la tierra, mientras nosotros escondidos en la espesa selva esperamos.

Mi dedo está en el gatillo y apunta hacia uno de los hombres armados, tengo todas las intenciones de matarlo, mi cara pintaba de negro y verde, mi mano va hasta el selector y pone rafaga, quite el seguro, impaciente espera la orden.

Uno de los hombres armados del campamento se acerca hasta un anciano que se ha sentado en la tierra, no puedo escuchar lo que dice . En la oscuridad y sólo iluminado por la luna veo que coloca su pistola en la espalda del anciano y lo ejecuta.

lo veo fijamente mientras aquel destello de luz y sonido seco le quita la vida. Aprieto el gatillo, una rafaga solitaria sale de mi fusil, y siento como el retroceso martilla mi hombro, veo algunos caer, no tiene distingo.

Segundos más tarde, desde todas la direcciones de la selva destellos y sonidos secos iluminan el claro, como una máquina asesina, suelto el cargador y lo relleno con otro, sigo disparando.

Siento como el silbido de las balas rozan mi cabeza, y no siento miedo, no siento nada, yo solo sigo disparando. un líquido caliente desciende por mi brazo izquierdo , mientras agachado me acercó al campamento, tumbado en el piso, yo sigo disparando.

Comienzan explosiones aquí y allá, cerca de nuestra posición, la tierra se levanta del piso, y ya no escucho a mis compañeros, los destellos de todas las direcciones rozan mi cabeza y mientras yo sigo disparando.

Me levanté de mi tumba, al mi fusil quedar atascado por el barro, tome la bayoneta en mi mano izquierda ya la pistola en la derecha, sentí como alguien trato de detenerme, me lancé en dirección a los destellos.

yo había muerto

Al día siguiente cubierto entre barro y sangre, no había yo, no solo habíamos matado a los guerrilleros, también a cientos de inocentes que se encontraban trabajando en la mina.

¿A cuántos habre matado con mi rafaga? a cuantos habre apuñalado con mi bayoneta?, a cuantos en la oscuridad habre ejecutado con mi pistola?. El tiempo se detuvo y yo solo veía la tierra cubierta por la muerte y en la quietud de esa mañana me di cuenta que yo había muerto aquella noche.

veía cómo los soldados, agrupaban a los civiles y los montaban en camiones, ¿pregunté a dónde los llevan?

"Tenemos que esconder los daños colaterales, los tiramos en cualquier sitio perdido en la selva, y decimos que los guerrilleros los hicieron."

¿Que había hecho? de que forme parte?, tome mi pistola, solo quedaba una bala, la puse en mi cabeza y todo se apagó.

Desperté en Caracas a los meses, no podía morir, había tratado de morir en la selva, traté de ahorcarme en el hospital, pero no podía morir, la vida había preparado un castigo peor que la muerte, vivir con el recuerdo de la incursión en el Amazonas