Una de las bestiales olas me hace comer arena. Cuando creo que es el fin, vuelvo a la superficie. Al parecer la madre naturaleza me ha dado una nueva oportunidad para seguir luchando, o quizá para seguir burlándose de mí. No me doy por vencido y sigo nadando hacia la orilla pero cuando me acerco las resacas del mar me arrastran hacia atrás específicamente al punto de partida.

Intento ir un poco hacia la derecha pero hay piedras por doquier, hacia la izquierda hay mucha agua mala que roza mi rostro y me causa dolor. Si nado hacia atrás entonces me hundo más, trago agua salada y me provoca vomitar. Todo lo que consigo es agua en mi cuerpo. "Nadaremos, nadaremos, nadaremos". Es lo único que pienso mientras hago un esfuerzo.

Esta vez cierro los ojos, me impulso hacia la orilla sin darle importancia a la tormenta, piedras, resacas, agua mala y todo lo que me cause daño. Dejo de botar lagrimas y le digo a mi mente que solo siga hacia adelante. Noto los rasguños de los males que han permanecido mucho tiempo en mi vida pero sé que pasará cuando termine.

Y cuando menos lo espero toco tierra firme. Hay una voz en mi cabeza, con una firmeza repite: "Ya puedes dejar de nadar, por fin has llegado a la orilla".