Los valores de un profesor II. Historia de una venganza: La injusticia

in #spanish7 years ago (edited)

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Este post trata de la indefensión que pueden sufrir los alumnos universitarios, cuando sus derechos no están regulados jurídicamente y de cómo una injusticia afecta al modo de ser y de estar en la vida.
En uno de mis primeros post https://steemit.com/spanish/@orgaescola/los-valores-de-un-profesor/, os hablé de los valores imprescidibles para un docente. En éste que vais a leer, os voy a hablar de ” la justicia “ y de lo que me decía mi padre al respecto.

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Decía que la justicia se imparte, cuando se tiene en consideración la naturaleza de las personas y sus circunstancias. Recordando esa idea, os planteo una pregunta: ¿sabéis cómo aprendí lo que significa la justicia?, os parecerá una paradoja, pero fue sufriendo una injusticia?.

El origen

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Allá por el año 1970, la titulación de Pedagogía y la especialidad de Educación Especial, sólo se impartía en la Universidad Católica privada de mi ciudad, donde los valores cristianos deberían haber estado presentes en todo momento. Estoy orgullosa de la formación que adquirí allí, pero debo señalar la injusticia que sufrí y lo que aprendí de este suceso.
Siguiendo los consejos de mi padre, cuando tenía dudas o no comprendía alguna cuestión, no tenía reparo en preguntar públicamente a los profesores.
Siempre fui consciente de la tensión que se generaba, sobre todo cuando desconocían la respuesta o ponía en evidencia algunas de sus explicaciones, pero era más fuerte el deseo de aprender que la incomodidad de dicho sentimiento, pues durante la Etapa Primaria ya había aprendido a soslayarlo.
Recuerdo que, en una ocasión, después de estar sufriendo durante meses, las explicaciones del profesor de Psicopatología, que se pasaba la clase hablando de los trastornos sexuales que sufrían sus feligreses, me levanté y le pedí, por favor, que continuase con la explicación y no se detuviera en detalles, que no nos interesaban.Los compañeros aplaudieron, pero aquello tuvo consecuencias negativas para la evaluación final de la materia, que resultó ser injustamente negativa.
En otra ocasión, durante las clases de Estadística y debido a las lagunas en el aprendizaje básico del cálculo matemático, me ví obligada a formular numerosas preguntas y puse en aprieto al profesor, en más de una ocasión, lo cual me granjeó su creciente animadversión.No deseaba dar ocasión al profesor de encontrar errores que pudiesen justificar una mala nota, así pues me preparé a fondo la materia y la calificación fue positiva.No obstante tuvo ocasión de tomarse la justicia por su mano.

La venganza

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Fue con ocasión de la celebración del tribunal de evaluación final de Didáctica, una de las materias principales de la titulación, que me gustaba estudiar y encontraba de mucha utilidad. La impartía Dorita, una mujer joven, soltera pusilánime y recién licenciada. Era la única seglar de la Institución Universitaria, donde todo del profesorado, incluido el Rector, era religioso.Su puesto era provisional, en aquellos momentos, más tarde llegó a ser vicedecana.
Poco antes del examen comprobé, en el tablón de anuncios, que el profesor de Estadística, formaría tribunal con la profesora de Didáctica, para evaluarnos. Cuando vi su nombre junto al de la profesora me puse intranquila y alerta. No obstante, me preparé el examen a conciencia. Complementé y amplié y el contenido impartido, con la lectura de diversas fuentes bibliográficas, no deseaba dar motivos para que me suspendieran, de modo que tenía confianza y cierta seguridad en que el resultado del examen sería positivo.
Llegó el día de la prueba oral, cuando abrí la puerta del aula, había dos profesores sentados detrás de la mesa: la profesora Dorita y el profesor de Estadística.
Según me acercaba, vi que el profesor se giraba un poco hacia la profesora y en voz muy baja, para que yo no lo oyera, le decía: “a ésta hay que suspenderla”. Lo supe, por que tengo adquirida la habilidad para leer las palabras que salen de los labios -lectura labial-, aunque pocas personas de mi entorno lo saben. La he ido perfeccionando desde muy pequeña, para enterarme de lo que hablaban, en voz baja, los mayores y satisfacer así mi curiosidad, esta habilidad es y me ha sido muy útil durante toda mi vida profesional.
Después de comprender que la frase que había visto en sus labios, significaba la revancha del profesor, los nervios afloraron y un nudo me agarrotó el estómago; pero tenía seguridad en mi misma y no mostré mi nerviosismo.
El desarrollo del examen fue largo, me hicieron numerosas preguntas, sencillas unas, profundas y complicadas otras, amplias algunas. Además me pidieron justificación bibliográfica de cada una de ellas, habitualmente eso no era obligatorio, pero, en aquella ocasión, lo fue. Salí convencida de que el examen lo había hecho muy bien, pero tenía mis dudas de que la calificación fuese positiva.
Mis sospechas se confirmaron al cabo de unos días, cuando comprobé el listado de calificaciones, colgado en el tablón de anuncios. Mis ojos no daban crédito de la nota que veían: “suspenso”. Una sensación de rabia, impotencia e ira me invadió, pero no me amilané, estaba dispuesta a luchar.

En orden de batalla

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No tenía más remedio que informarme de dónde, a quién y cómo podría reclamar la calificación de aquel examen
“Mi chico” siempre ha sido un leguleyo. El fue él el que se informó y descubrió que estaba inerme y sin posibilidad de defensa. Hay que tener en cuenta que, en aquellos años, no había muerto Franco y la democracia no había llegado a nuestro país. En España no existía lo que ahora se conoce como “autonomía universitaria” y no estaban regulados jurídicamente los derechos de los alumnos, y aún menos, el procedimiento para la reclamación de notas. Esto no lo sabía yo cuando, con determinación, empecé la batalla para demostrar la injusticia de la que había sido objeto.
Teniendo en cuenta este contexto histórico, pueden deducir que sirvió de poco presentar un escrito al Sr. Rector, contando mi historia, pues además no tenía pruebas que aportar para mi defensa, ya que el examen era oral, por tanto era la palabra de un tribunal frente a la de una "jovencita" de 19 años. Así pues, tuve que presentarme a examen, nuevamente, en la convocatoria de septiembre.

Sort:  

A veces se comenten injusticias, tristemente el poder a veces que es otorgado a los profesores les sirve como excusa para abusar. Saludos excelente post.!

El poder de los profesores le es dado por aquellos que se supeditan incondicionalmente, sin reflexionar libremente sobre los hechos injustos que ven, sin reaccionar y dejando que el profesor actúe a su conveniencia. Cuando leas mi siguiente post comprenderás mejor lo que te comento.

Muy cierto, estos eventos no ocurrirían si las personas no se supeditaran. Es urgente un cambio en el enfoque de la educación los profesores no deben ser vistos como petreas fuentes de conocimiento, si no mas bien como un guía que motiva el análisis, la reflexión y que por su puesto no todo lo sabe. Por otro lado lo que te enseño tu padre, lo deberían enseñar todos los padres, la predisposición por aprender y la consecuente ausencia de reparo por aclarar las dudas. Un profesor como guía, con la habilidad pedagógica adecuada no debería tener miedo a sus debilidades del conocimiento, antes como todo verdadero guía conciente, debería agradecer que se le muestren para poder subsanar dichas carencias.

No hay peor cosa que esa sensación de impotencia ante una injusticia: esa experiencia que cuentas tiene que haber sido decisiva en tu vida de enseñante; seguro que tú has hecho lo imposible por evitar la arbitrariedad a la hora de corregir. Pero desgraciadamente otros seguirán cometiendo los mismos errores que cometieron con ellos.

No tiene desperdicio ni una sola palabra de este post. Enhorabuena.

wow me encanto tu post, tienes el 100% de razón en lo que dices!
la injusticia que existe a nivel educativo cada ves es mas grande...

En muchas oportunidades los profesores que se "vengan" de los estudiantes, tienen desequilibrios psicologicos que deben atender. Y si, tambien esta la parte del alumnado, nadie se atreve a hacerle frente por temerle a las represalias. He estado en ambo lados, como estudiante y profesor y al menos hasta ahora no he tomado una postura desequilibrada

Muy pertinente la crítica que haces. Es un hecho que no debe ocurrir en las escuelas. En mi caso igual era algo que me atormentaba un poco en mis primero años de estudiante: el temor de corregir al profesor y ganarme alguna represalia. En mi caso pude salvar la situación siendo diplomático, intentaba hacer la corrección al mismo tiempo que elogiaba la forma en que se desarrollaba el tema por el profesor, eso evitaba que el mismo la agarrara contra mi. Claro que es un esfuerzo extra que en principio no debería ser necesario. Ya cuando entre a mi educación universitaria tuve la fortuna de tener profesores muy buenos, que no se intimidaban por las preguntas de las cuales no sabían la respuesta, la gran mayoría contestaba sin reparos: "no lo sé, dejame investigarlo y te lo contesto la próxima clase". Esto en verdad tuvo un impacto positivo en mi.

Pues aunque muchos años de experiencia tenga un profesor es de humanos no saberlo todo, siempre existira una equivocación,excelente post!

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