Anecdotas de mi Tia (Entrega #4) "La cartera voladora"

in #writing7 years ago

   Nuevamente voy a narrarles un hecho que le ocurrió a mi querida tía algunos años atrás. Se había ganado un concurso de credenciales, el cual había sido publicado en prensa para trabajar en una universidad del interior del país y ésta quedaba como a unas diez a doce horas por carretera, ya que para la época no existía autopista para la ciudad de Cumaná y para ir de Caracas a Cumaná por carretera, el viaje era largo no solo por la distancia sino por el estado de las carreteras, desde Puerto La Cruz a Cumaná un interminable número de curvas pronunciadas y la carretera angosta, convertían la fase final del trayecto en una tensión constante aminorada por la belleza incomparable de un paisaje espectacular que por su margen izquierda mostraba las más hermosas playas, algunas bordeadas de palmeras y una arena rojiza que conformaban la estampa inolvidable de playa colorada  y desde la altura en la margen derecha una vegetación de montaña desde la cual se divisaba un mar de azul intenso y a veces de un color verde esmeralda, algunas embarcaciones completaban el más bucólico de los paisajes . La vivencia de esta travesía hacía olvidar que iba al encuentro de una Universidad, parecía que iban mi tía y su esposo camino al paraíso terrenal, cuando la carretera descendía y se hacía más plana, era frecuente encontrar la venta de numerosas frutas coloridas, mereyes amarillos, rojos, mangos, ciruelas de huesitos moradas, rojas , el casabe de galleta y la venta de numerosas muñequitas y figuras de trapo que cual marionetas se movían con el viento, era como si el tiempo hubiera retrocedido. Al final de esta travesía ante sus ojos  se abría la primogénita del continente, la ciudad de Cumaná y casi al entrar a ella a mano derecha el letrero de la Universidad de Oriente. Se dirigieron hacia el centro de la ciudad en la búsqueda de una dirección de un familiar, era la hermana del esposo de una tía del esposo de mi tía. Llegaron a la calle Sarmiento donde ya sabían que tendrían estos huéspedes.  

   Fuente

   Era una vieja casona colonial como todas las de esa calle, eran personas muy humildes, pero cariñosas, amables que los hicieron sentir en familia y cuyos recuerdos quedaron en sus memorias para siempre, la señora Felicia, su esposo y sus hijos eran un verdadero ejemplo de familia unida.  Una vez que se instalaron en la casa de familia de la señora Felicia, quedaron en que una semana el esposo de mi tía viajaría a Cumaná y la otra día mi tía viajaría a Caracas, luego ella comenzó a informarse donde podía encontrar una residencia con mejores condiciones que le permitieran cierta privacidad para estudiar y le recomendaron una familia de profesores jubilados que alquilaban habitaciones en una quinta en una buena urbanización. El esposo de mi tía se regresó a Caracas donde tenía su trabajo y el apartamento que le servía de residencia y mi tía se quedó sola para trabajar como docente e investigadora en la Universidad. 

   A la semana siguiente, el esposo de mi tía viajó por carretera conduciendo su carro hasta la ciudad de Cumaná y los dos fueron a visitar la residencia de los esposos profesores para alquilar la habitación. Todo lo vieron muy bien, limpio y ordenado, la casa tenía un jardín al frente y por la parte lateral de la casa ya que ésta quedaba en esquina, el jardín estaba bordeado por una cerca bastante baja, en el interior el ambiente era agradable y la habitación era la última de la casa y situada al lado de la habitación de los dueños. La habitación asignada era un cuadrado con su puerta de entrada hacia la derecha y la pared por su parte interna tenía un closet grande que abarcaba toda la pared, en la pared izquierda había un ventanal y debajo un escritorio con su silla, la pared del frente poseía otra ventana y apoyada en ella estaba la cama paralela a la pared de la derecha. Ambas ventanas tenían persianas y por la ventana donde se apoyaba la cama, podía ver el pequeño jardín que bordeaba la casa en su parte lateral y de inmediato una calle.  

    Su esposo le dejó dinero suficiente para comer, pagar pasajes y alguna otra cosa necesaria para pasar la semana, pues él regresaría de nuevo a la semana siguiente. Esa despedida era emocionalmente fuerte, no conocía a nadie en esa ciudad, salvo a la familia donde había llegado inicialmente y sobre todo lo más traumático era la comunicación, para entonces no existían los celulares, ni las computadoras, de la Universidad que estaba retirada de la ciudad tampoco podía llamar por teléfono y para hacerlo debía realizarlo de alguna oficina de teléfono en la ciudad o de algún teléfono monedero. Era de verdad traumático sentirse sola en un ambiente desconocido y en una universidad donde no conocía a nadie y donde el contraste de vida con la capital era grande. Pasaba todo el día en la universidad, regresaba bien entrada la tarde y se retiraba a la habitación después de un buen baño, a estudiar y luego a descansar.   

    Tenía varios días en esa casa, extrañando el apartamento de Caracas, la separación del esposo y de su mamá que había quedado en Caracas dispuesta a atenderlo para que ella pudiera comenzar a ejercer su profesión. Tal como fue explicado, la cama de la habitación quedaba con su cabecera pegada a la ventana, sucedió que una noche, una corazonada extraña pareció sugerirle a la tía que en vez de acostarse con la cabeza hacia la ventana, más bien debería ubicarse al revés, es decir los pies hacia la ventana y la cabeza en el extremo opuesto, ella había observado que al desplazar parte de las láminas de la persiana, se veía claramente la luz de un poste ubicado en la esquina de la casa y notaba  que se reunían varias personas alrededor del poste , esa situación tal vez le generó la inquietud de cambiarse de posición para dormir, pues le inquietaba esa reunión de personas tan cerca de la casa.  

    Se dispuso a dormir esa noche después de estudiar largo rato, dejando al final de la jornada su cartera conteniendo todo el dinero que le había dejado su esposo  sobre el escritorio que estaba en la pared paralela a la cama. A media noche un ligero ruido la sobresaltó y observó en la oscuridad su cartera por el aire, la misma era de color azul marino y en la oscuridad de la noche ese color no permitía ser visualizada, pero una hebilla plateada en la misma brillaba en la oscuridad de la habitación, abrió sus ojos con asombro y observó cómo su cartera se movía por el aire y se iba desplazando lentamente hacia la ventana hacia donde se ubicaban sus pies, reaccionó rápidamente y sin hacer ruido se incorporó en la cama y levantando los brazos logró alcanzarla cuando ya estaba en la ventana, con fuerza tiró de ella y no veía como sucedía que esa cartera fuera capaz de volar por el aire, sin distinguir a persona  alguna y halando con mucha energía logró capturarla, cuando ya la tuvo en sus manos gritó con mucha fuerza ¡Un ladrón! ¡Un ladrón! Enseguida los señores de la casa, encendieron la luz, ella corrió hacia la puerta, en cuestión de segundos todas las personas que dormían se levantaron y el señor de la casa gritaba desaforadamente al tiempo que restregaba un machete por el piso y vociferaba groserías y decía que siempre dormía con ese machete junto a la cama pues al parecer en muchas ocasiones intentaban robar, abrió la puerta de la casa y todas las personas gritaban, el señor salió al jardín, dio un recorrido por el porche  y por el jardín lateral y cuando llegó a la ventana del cuarto donde dormía la tía  encontró una larga caña brava, es decir una vara  mediante la cual atravesando la persiana había servido para enganchar la cartera que estaba sobre el escritorio, el asa de la cartera estaba en el jardín, al pie de la ventana, la misma fue desprendida con la fuerza con que fue halada la cartera. Una vez que todos se hubieron serenado, el señor de la casa dijo, ahora voy a hacer una prueba, quiero entrar yo solo a la habitación con la luz apagada y quiero saber si soy capaz de ver la cartera en la oscuridad. Todos afuera de la habitación se quedaron esperando el resultado de la prueba y enseguida el señor salió diciendo: esto no es posible, cómo pudo esta margariteña ver la cartera en la oscuridad, definitivamente ni con los dos ojos bien abiertos soy capaz de ver esta cartera. Esta margariteña como que duerme con los ojos abiertos. De esa  experiencia más nunca se le ocurrió dejar la cartera en sitio visible. Apenas llegó el fin de semana, llegó su esposo de Caracas y al contarle lo sucedido, ella le dijo aquí no me quedo ni un día más y aprovechó que él había llegado para ayudarla en la mudanza. 

   La estadía apenas duró una semana, en esa cartera estaba todo el dinero que tenía para los gastos de la semana, le agradeció a Dios el haber salvado el dinero pues allí no tenía como pedir prestado a nadie. Después nos reíamos al recordar al señor restregando el machete en el piso, pegando gritos, diciendo groserías, todo el mundo en piyamas muy asustados y sin haber visto el ladrón, solo se escucharon los ruidos de la carrera seguramente asustado por el escándalo de los gritos de todas las personas y los improperios y amenazas del dueño de la casa.     

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