Depósito Solitario

El depósito de la oficina se encontraba completamente solo y oscuro. El me esperaba pacientemente con una mirada perversa y morbosa, esa mirada que provocaba en mi ansiedad y deseo de sentir sus manos sobre mi cuerpo y sus besos recorriendo mi piel.

Al acercarme a él, sonríe pícaramente, mi respiración es acelerada por el temor de ser descubiertos por alguien, pero eso a el no le importa, esta completamente seguro del lugar y que nadie nos molestará. Me besa tiernamente y poco a poco comienza a desabrocharme el pantalón y muy suavemente comienza a meter sus manos sobre mis pantys, yo comencé a mover lentamente mis caderas de un lado a otro para provocarlo más.
Fácilmente mi pantalón cayó al suelo, el me voltea quedando frente a la pared, se arrodilla y comienza a lamer mi culo una y otra vez, mis piernas temblaban, yo me apoyaba de la pared mientras el con sus manos me hacia abrir más mis piernas. Se levanta y me quita la blusa, comienza a acariciar mi espalda, a olerla, susurra algo que no logre escuchar, levanta el sostén y comienza apretar fuertemente mis senos, yo sigo moviendo mis caderas lentamente hasta que siento rozar sobre mi culo su duro pene. Me besaba el cuello, lo lamia con desespero.

Su respiración era agitada en mi oído. Siento su penetración lentamente, intentaba acoplar su pene en mi, entraba y salía me abrazaba mientras me penetraba y jalaba mis pezones, el tenia el control sobre mi cuerpo, me sentía indefensa ante el pero me encantaba el control y el poder que tenia en mi, estaba entregada completamente al placer que el me estaba brindando en ese momento.

Mis fluidos recorrían mis piernas, pero el seguía con su penetración intensa, era resistente, lo que toda mujer desea, que un hombre aguante hasta que la mujer llegue al orgasmo, mis piernas temblaban pero el seguía penetrándome una y otra vez. Un fuerte gemido en mi oído me hizo saber que el había acabado. El aun me sostenía porque mis piernas temblaban, ambos nos sentamos en el suelo a descansar. El jugaba con mis fluidos, los tomaba con sus dedos y se los llevaba a la boca, los saboreaba frente de mi y me susurró:

---Tus fluidos saben a placer, estas completamente deliciosa.

Con mi voz entrecortada, le contesté:

--Me trasmites seguridad, tus manos calientes derriten este frío cuerpo que se encierra en una coraza que solo tu sabes derrumbar, nos miramos fijamente y nos besamos.
Después de unos minutos ambos nos vestimos y salimos a nuestra jornada laboral como si nada hubiese pasado en ese depósito solitario.