Regreso a casa

---

Iar’r observó los restos de la máquina que destrozó con su lanza. Recogió un trozo del blindado exoesqueleto del robot arácnido y lo olfateó… Más allá de todos los olores artificiales, encontró uno que no lo era. Sabía de donde habían venido.

Miró a su alrededor. Trozos de metal y cuerpos de autómatas cubrían la superficie rojiza de la colina.

Al darse la vuelta posó los ojos en el dragón purpura que mordisqueaba la pierna de una máquina. La bestia era grande, sus escamas brillaban con la luz del ocaso. Iar’r observó que tenía un corte en el antebrazo del ala, pero nada grave.

Golpeó la lanza contra el suelo y esta redujo su longitud, hasta parecer una extraña espada. La enfundó sobre su espalda. Corrió hasta el dragón. Silbó dos veces y el animal perdió interés en su juguete para masticar. Inclinó el hombro e Iar’r se subió a su lomo de un salto.

Echó un vistazo al pueblo que era rodeado por estas viejas montañas. El poblado donde iba a comprar recursos para cuando regresara de su viaje ahora estaba diezmado, ya solo era un recuerdo. El dragón se movilizó rápido entre las rocas.

¿Qué había pasado durante sus días bajo tierra? Su excursión no pudo haber tomado más de un par de meses, ¿cómo estas tierras habían sido azotadas tan radicalmente? Las preguntas no dejaban de formularse desde que fue emboscado por ese grupo de máquinas en la entrada de la cueva de donde salió, tuvo que verse obligado a destrozarlas una por una.

Escuchó algo parecido a un cuerno de batalla en la distancia, pero había algo mecánico en aquel sonido. Sabía que eran las máquinas. Y a manera de confirmar, uno de esos autómatas con forma de araña pasó saltando sobre su cabeza, aterrizó en un árbol y volvió a saltar hacia su dirección. El dragón lo esquivó y continuó avanzando, pero no tardaron en aparecer más máquinas, estaban siendo rodeados.

Iar’r le gritó algo al animal, este se desvió a toda velocidad y se dirigió a un lugar donde no hubiera árboles. Al llegar, extendió sus alas y saltó. No tardó en alzar el vuelo, agitó sus grandes alas produciendo un silbido agudo que podía escucharse desde la distancia.

Ya en las nubes, pudo admirar el sol ocultándose entre las altas colinas, los rayos anaranjados de la estrella lo bañaron con una calidez relajante. Pudo encontrar la suficiente serenidad para pensar.

Desconocía lo que sucedía, solo sabía una cosa, esas máquinas eran un enemigo. Debía regresar a su tribu lo antes posible, con la esperanza de que nada les hubiera pasado. No sabía que tan implacable sería el avance de estas máquinas, ni de que eran realmente capaces.

Extendió sus manos y tocó las nubes, dejando una marca irregular en ellas. Inhaló profundamente y dejó salir el aire lentamente. No pudo evitar sentirse embriagado por la vista del atardecer, a una distancia que pocos podían apreciar. En todo este tiempo bajo tierra no vio la luz del sol ni una vez, solo los cristales le daban luz, y aunque era un espectáculo visual, su luz era fría, no calentaba su piel como lo había el sol en este momento…una pena que lo estaba disfrutando bajo estas circunstancias.

Esa vista se vio cegada por un intenso destello blanco, seguido por la estruendosa detonación de una explosión, una bola de fuego estalló a su derecha y la onda expansiva los empujó. El dragón perdió el control por un momento, dieron vueltas, Iar’r se aferró al lomo de la criatura. En cuestión de segundos recobró el balance, e Iar’r tuvo una visión de lo que había en el suelo.

Una enorme araña autómata estaba posada sobre unas rocas, en su espalda un gran cañón apuntaba hacia ellos y disparó. Iar’r le gritó una orden al dragón, pero el animal todavía estaba afectado por la primera detonación y no reaccionó con suficiente rapidez. La explosión los alcanzó, pudo sentir como quemó parte de su brazo mientras el dragón dio una vuelta en el aire y comenzó a hacer en picada.

Los árboles estaban cada vez más cerca, Iar’r le gritaba al animal, pero este no reaccionaba. El silbido del viento penetraba sus oídos. De repente el dragón abrió los ojos y aleteó lo más rápido que pudo, sin embargo, los arboles ya estaban a escasos metros. El impacto fue inevitable.

Todo se hizo oscuro.

Cuando Iar’r abrió los ojos ya era de noche. Sus ojos se acostumbraron rápidamente a la oscuridad. Pudo ver el gran tragaluz que formaron en los árboles con su caída. Su cuerpo estaba adolorido, sentía cortes por distintas partes, la quemadura en su brazo izquierdo sin duda era lo peor.

Buscó al dragón…lo encontró a pocos metros, tendido en el suelo, muerto entre un montón de ramas rotas y hojas. Gran parte de su cuerpo estaba chamuscado. Tocó su hocico y se despidió, se habría quedado más tiempo, pero escuchó nuevamente el cuerno de guerra mecánico, esas cosas estaban cerca. Aún tenía su lanza por lo que podía defenderse, pero no era inteligente pelear ahora.

Se abrió paso entre la vegetación, en dirección a su tribu. Esperaba encontrar algunas respuestas allí, aunque sus mayores temores ya estaban solidificándose en su mente. El temor de que este ya no era el mundo que solía conocer.

---

^{Cada imagen tiene link a su fuente.}