"Concurso Cervantes: 8ª Entrega". El hijo de Don Pedro Sánchez
Su nombre era Pedro Sánchez, un hombre recio, inteligente, cruel y despiadado, que gobernaba a su familia con mano dura; su palabra era ley. Mi madre en cambio era una mujer sumisa que obedecía las órdenes de mi padre sin dudar ni por un momento todo lo que le ordenaba. Mis hermanos y yo jamás pudimos contar con su apoyo para defendernos.
Él hizo su fortuna comerciando con oro e invirtiendo en la compra de tierras y ganado. Ese era mi padre Don Pedro, como lo llamaban en el pueblo. El hombre más rico y poderoso de la región.
Soy el menor de cinco hermanos y tengo pocos recuerdos de mis hermanos mayores. Mi padre los echó de la casa uno a uno cuando cumplieron 15 años y les decía: - “Es hora de que se ganen el sustento y salgan a trabajar. Ya son hombres y si creen que serán algún día dueños de mis tierras y mi fortuna, se equivocan.” - Veía escondido desde la escalera como mi padre les obligaba a irse, sin nada más que su ropa puesta, y a mi madre escondida en un rincón de la sala sollozando en silencio, siendo testigo de lo que mi papá hacía.
Mi nombre es Samuel. Desde que nací en 1926, fui criado al igual que mis hermanos por la encargada de la limpieza; una señora amable y cariñosa que llamábamos “Nana”. Me escondía debajo de sus faldas para pasar desapercibido, cuando mi padre estaba cerca. Pienso que mi padre nos odiaba y que solo nos tuvo para demostrar ante todos sus amigos y la sociedad su hombría y virilidad. Mi madre, una mujer débil y enfermiza; con quien teníamos poco contacto físico y comunicación, nos demostraba desapego e intolerancia; tal vez nos tenía miedo o no quería encariñarse con nosotros porque sabía que en poco tiempo mi padre nos echara a la calle.
En aquel tiempo tenía mucho miedo. Una mañana, un escalofrío invadió todo mi cuerpo; desperté sudando copiosamente en mi cama. Soñé como mi padre; al igual que mis hermanos me echaba de la casa para vivir a mi suerte. En pocos meses cumpliría 15 años y tendría que irme. Ya había amanecido y podía oler desde mi cuarto el aroma a café recién colado de la Nana. Las tripas me sonaban y la boca se me hacía agua de tan solo pensar los deliciosos manjares que debía estar preparado Nana para el desayuno ¿Que haría yo si mi nana?
Me levanté y me vestí corriendo; bajé las escaleras y entré a la cocina donde ya tenía listo mi desayuno.
- Buenos días nana, ¿Que preparaste hoy?
- Te prepare tu comida favorita mijo, unos huevos rancheros, frijoles y arepas.
- Eres lo máximo nana, voy a extrañarte cuando mi padre me eche de la casa.
- No digas eso mijo, ya he visto más que suficiente con lo que el patrón les hizo a tus hermanos. No me quedaré callada esta vez mijo, luchare con el patrón si es necesario, pero tú no te iras.
- ¿Que harás nana? Mi papa no escucha a nadie. Él hace lo que le da la gana.
- No te preocupes, Samuel, Haré lo que sea necesario y la patrona tendrá que ayudarme.
Luego de las palabras de mi Nana, me sentí más esperanzado de que tal vez y después de todo, no tendría que irme de la casa. La Nana se quedó limpiando la cocina y pensando que era hora de acabar de una vez con la oscuridad que desde hacía años se había apostado en esta casa. Los demonios de mi padre, su paranoia, habían llegado muy lejos al punto de haber echado a todos sus hijos por miedo a que lo quisieran matar para quitarle su fortuna.
La Nana como la llamaban todos, llega a la hacienda del patrón cuando tenía 14 años. Sus padres le dieron por nombre Carmen; no obstante, desde hacía más de 30 años nadie la llamaba así, desde que nacieron los hijos de Doña Elena Sandoval, la patrona.
Ella ayudó a nacer a cada uno de nosotros y nos amaba como a sus hijos. Durante años, le partía el alma ver como mi padre golpeaba y maltrataba a sus pequeños, “hay hombres que no merecen ser padres”, pensaba. Era hora de tomar alguna medida.
Lo había estado pensando por años, desde que echó de la casa a Paul el mayor de sus hijos, hacía ya más 15 años. Pero no se atrevía a decirlo en voz alta, Don Pedro tendría que morir si quería ver de nuevo a todos sus niños.
Carmen se dirigió a la patrona y la confronto.
- Tiene que ayudarme, Samuel pronto cumplirá 15 años, el patrón lo echara a la calle como a un perro, ¿así como lo hizo? con sus hermanos.
- ¿Qué quieres que haga? Él no escucha a nadie y si me opongo me golpearía.
- Pue es hora de acabar con esta pesadilla de una vez, Doña Elena.
- ¿A qué te refieres?
- A lo que usted ha estado deseando por años, patrona. Puede ser libre de nuevo y traer a sus hijos de vuelta si muriera Don Pedro.
- ¿Cómo piensas hacerlo?
- El patrón, todos los días cuando llega de trabajar, se dirige al estudio a tomarse una copita, ese será el momento perfecto para darle el veneno.
- ¿Está segura que hará efecto y morirá rápido?,
- Sí, patrona. Morirá sin darse cuenta.
- Entonces, hagámoslo.
Al llegar la noche Don Pedro llegó de su oficina en la ciudad, y se dirigió al estudio a relajarse, fumar un puro y tomar una copa de jerez como siempre lo hacía. Pero esta vez sería diferente a las otras, el jerez contenía un fuerte veneno, el cual ingirió sin saber que sería la última vez que estaría con vida.
Don Pedro murió de inmediato, pero su esposa y la Nana no informaron de su muerte hasta la mañana siguiente, cuando llego el medico determinó que murió de un ataque al corazón mientras dormía en su cama, nadie cuestionaría la palabra de una viuda quien fue esposa abnegada y su fiel sirvienta.
Me enteré de la muerte de mi padre. En la mañana tenia sentimientos encontrados entre felicidad y tal vez algo de remordimiento por no sentirme triste. Ahora era el hombre de la casa, el patrón, quien de ahora en adelante gobernaría los negocios de la familia en ausencia de mis hermanos.
Pasaron años hasta que fui encontrando uno a uno a mis hermanos y los traje de vuelta a casa. Repartí la herencia de mi padre con mis hermanos, pero ocupé el cargo de jefe de la familia y era el nuevo Don de la comarca.
Mi historia es como muchas en la realidad y la mitología. La ambición de grandes hombres de poder, tratan de perpetuar su poder por el resto de sus días de manera despótica y cruel, aún con sus hijos, ciegos de avaricia y desconfianza. Como Saturno, nuestro padre quiso anular de su imperio cualquier competidor más cercano, sacrificando sus afectos, su estirpe, por un ego insaciable que estaba por encima de los valores del amor y la familia.
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Me gusto tu interpretación!! Si tenes ganas léete también el que yo escribí. Saludos desde Uruguay
Gracias por leerme y que te gustara, con gusto paso a leerte ;)
Pocas lecturas me enganchan, de verdad que cuando veo la imagen me golpea , tu texto amortiguó el efecto dejándome disfrutar de la lectura, en principió no pensé que matarías al padre, me sorprendió la salida, lo resolviste. Ten mucho éxito en el concurso
Gracias amiga por pasar a leerme, valoro mucho tu opinión. ;)
-Excellent post thanks for sharing ! @neiraurdaneta
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Excelente muy buen escrito. Saludos!
Gracias, me alegro que te gustara. Saludos ;)