La imagen paterna del Amo de llaves.

in #spanish6 years ago (edited)

En México el próximo año será electoral, y ya se están llenando las redes de contenido político, discusiones y debates. Prejuicios, creencias e ideologías se combinan para convencer al otro de que equis candidato es lo mejor o lo peor. Sin embargo, creo que ya perdimos el piso. Estamos envueltos en una vorágine de banalidades.

 El problema base es que vemos al gobierno como un proveedor, pero no lo es. En realidad es un administrador. 

Tenemos la idea de que él nos tiene que dar, cuidar, educar, otorgar y tener esa aura paternal (o maternal) que nos ofrece guía moral. Pero nada mas peligroso que eso. Nos han secuestrado y nos han dejado en un terrible infantilismo. 

La verdad es que el gobierno no genera recursos (nada), el que genera el recurso es el pueblo. Tú.  Con tu trabajo, tus impuestos, tus aportaciones, tus prediales, tus placas, tu gasolina, tus cigarros, tus bebidas, los tenis o bolsa que te compras, el café que te hace trabajar por las mañanas, por enumerar algunos. La labor del gobierno es administrar eso que produces. No es tu padre, es tu mayordomo, ama de llaves o secretaria. 

Tal vez me lean y me crean muy utópica, pero por algún lado se empieza. 

Imaginen una casa, su casa, que  de pronto tienen una fuga en el lavabo. No le vas a llamar a la hija de tu amiga que estudió sociología para que te venga arreglar el problema. Vas a llamar a un fontanero, y entre más recomendado mejor. Quieres ampliar tu casa y no le vas a llamar a tu maestro de inglés para que venga a hacerte el diseño arquitectónico. Si no quieres gastar en arquitecto (allá ustedes), mínimo se van a conseguir a un albañil, del que saben que hace el trabajo lo más impecable y cercano a la perfección que se pueda. Vas a contratar a alguien capaz, instruido y educado para la labor que se ocupe. 

Ahora imagina cuando le dejas cuidar esa casa a un inepto con muchos amigos. A tu regreso, para empezar, tu casa se ha agrandado. Tiene más extensiones a la vista que una ferretería; unas más coquetas que otras, pero goza de cierto aire señorial. Eso te da orgullo y caminas a paso firme.  

Entras y el piso está mal trapeado, medio limpio nada más por “donde pasa la suegra”, lo demás es un cochinero. El único lugar prístino, es la habitación de tu amigo, el administrador (que no quiero decirte, pero ya adecuó tres habitaciones a modo de pequeño palacio). Entonces tienes a cuatro en la regadera analizando la complejidad de la existencia de la fuga y la periodicidad con la que esta gotea. Pero, obvio, la gota sigue cayendo y la fuga creciendo. En la cocina hay cinco cocineros todos leyendo y comentando el TVNotas mientras solo uno se lleva toda la chinga, y cuando te sientas a comer, te dan un sándwich frío (porque la comida que estaba preparando Don Chef, era para todos los trabajadores). Sentadas en una de las  salas viendo a la nada, encuentras a dos nanas cansadas, con educación de postgrado en el extranjero, y credenciales fabulosas, pero su horario, es el mismo en el que tus hijos están en la escuela, en cuanto tus vástagos regresan a la casa, ya no hay nanas (y sospechas la posibilidad de que una de esas nanas, atiende a los hijos de los que ahí trabajan). 

Sales al jardín y la seguridad privada te descubre deambulando y te aplica una llave en el brazo. Le explicas la situación, pero te dice que esa parte del jardín no es apta para el público en general, puro VIP, que consigas un permiso con el administrador, porque, aunque seas el dueño de la casa, él no te conoce. Te avienta a un camino de tierrra y de paso, te pide un colchón nuevo.  

En el huerto la situación no es muy diferente, (obviamente lo intuyes, pues comiste un sándwich que ni lechuga traía); hay tres encargados: uno que renta gran parte del lote al vecino para que siembre sus papas y tomates, el otro que discute los derechos del campesino cobrándoles una cuota de afiliación a los que trabajan, ya de por sí con sueldos miserables, en aquella tierra rentada; y el otro que dice estar gestionando “algo grande, posiblemente industrial que nos va a beneficiar a todos” para esa parte que se quedó ociosa.  

La alacena y los closets son un desorden. Te enteras que las compras quedaron a cargo de un o una fashionista que le encanta las marcas de moda y las comidas sobrevaluadas. El jamón de tu sándwich, por ejemplo, vale ocho pesos la rebanada, importadísimo, y el pan, es obvio que no es de los cocineros o panaderos de ahí, no, wakala, es artesanal de España o de cualquier otro lado. Ataviado (o ataviada) con lo mejor de otros países, pero deja que entren fayukeros a venderle a los demás (cobrándoles una comisión por el permiso) y compra baratijas a precios ridículos, como esas cortinas de la sala pública (qué estás seguro que son tus sábanas), o sus muebles retapizados con tela de retazos de la fábrica de Toms en Vietnam. 

La sala lúdica popular, esta llena de jóvenes analizando temas de política, ética, moral, ideologías y los derechos de las personas. Tienen café, algunos libros, sillones viejos e internet, y están muy enfrascados en sus debates. No quieres interrumpir y te quedas en el marco de la puerta,  aunque asientes con ciertos puntos y con otros no estás de acuerdo. Es el área más rebosante de actividad y creatividad productiva, y te contagia. 

En eso,  un  grupo de senectos acaba de llegar. Con desdén te quitan del camino empujándote con el hombro y abren unas puertas corredizas que dejan ver una formidable biblioteca de maderas finas, estantes hasta donde alcanza la vista, estatuas, cuadros y colecciones antiquísimas. Según el gendarme de la puerta (que por supuesto no es de la misma calaña que el guardia de seguridad, que por cierto lleva tres horas dormido en la caseta), van a discutir sobre los lineamientos y las leyes que hay que acatar mientras la gente esté bajo ese techo, aderezado con sorbitos de esa exquisita cava tuya que tanto trabajo te costó reunir, pero los señores lo merecen si van a hacer tan sacrosanta labor. El gendarme vuelve a cortarte el paso. Es un lugar público, pero no mientras ellos estén ahí ¿Cuando no están ahí? En la noche y los fines de semana, cuando está cerrado.

Tu te quedas hecho un imbécil ¿no?  

Te asomas por la ventana. La alberca está bien cuidada, con camastros y todo a punto de glamour de película, pero hay una reja que la rodea y solo puedes entrar si tienes llave electrónica y pin, que por supuesto no tienes. Hay una cochera, y recuerdas haber recibido la orden de compra para un Rolls Royce, un Cadilac, un Ferrari y una camioneta Hummer, junto con otra de pic ups para los escoltas. Nadie fue por ti a tu trabajo, tuviste que pagar taxi. Pero los usa tu amigo el administrador, para sus múltiples gestiones con otras casas, pues hay que dar esa imagen de prosperidad. Aquello es un desastre. Quieres hablar con tu amigo, pero te encuentras con cuatro o cinco filtros de secretarias y ayudantes.  Insistes y por alguna razón que no alcanzas a entender, te secretean en un baño su dirección privada; En realidad no vive ahí, vive en las afueras en un palacete descomunal. 

Cuando por fin te recibe, lo primero que llega a tus manos son unos cuentones enormes; el agua no se ha pagado, ni el servicio de recolección de basura, y del gas ni se diga, han estado haciendo arreglos para que no corten el servicio. Han pedido préstamos al banco en tu nombre para hacer las ampliaciones y una presa recreativa, que está programada, pero bueno, el amigo se sacude las manos en auténtico gesto de impotencia: ni como ocultarlo más, es inminente pagar. Claro, eso no sale de su presupuesto normal, porque, hay que reconocerlo, han hecho tan buen trabajo que se han subido el sueldo. Entonces, pues sale de tu bolsillo. Y la parte importante, como lo ha hecho mensual y religiosamente, te pasa las facturas de todos los trabajadores y si no pagas, el muy hijo de puta, amenaza con embargarte. 

Extiendes el cheque. Cuando le preguntas de forma coloquial  que ¿de dónde ha salido todo aquel esplendor? Te contesta muy ufano que invirtió una herencia y le ha ido muy bien en unos negocitos que tiene. 

Antes de irte, recuerdas el problema con el guardia y le pides un documento probatorio de que tú eres el dueño de la casa para poder entrar y dormirte, y tu amigo con muecas te lo expide. No sin sin antes hacerte saber que te está haciendo un favor y de los gordos. Le agradeces de corazón que te haya otorgado la entrevista y el documento y te vas de ahí. Estas cansado, atontado. En serio, solo quieres dormir un rato y olvidar todo aquello.

 Llegas a tu casa con documento en mano, el guardia de seguridad te ve con incredulidad y te pregunta que dónde está su colchón. Te señala otro camino, donde hay una ventanilla en la que te tienen que sellar el documento; con la novedad de que tienes que pagar “renta”, que no es renta per sé, si no una prima anual para solventar gastos por las molestias de tenerte viviendo ahí. A ti y a tu familia les dan las llaves de un cuarto sucio con catres que parece calabozo (pero que pueden arreglar a su antojo, siempre y cuando tramiten los permisos correspondientes), porque todas las habitaciones están ocupadas. También dentro del Welcome Kit,  un broshure elegante de guía turística con mapas, caminos, y a cuponera, para hacer uso de los servicios de la casa. Hay eventos gratis a los que puedes asistir y otros a un módico precio, también puedes ir cada cierto tiempo, en visita guiada, a admirar la colección de arte en la biblioteca, o las diferentes manifestaciones artísticas que hay en algunos lados de la casa. Lo hojeas , pero en ninguno de estos está el nip de la alberca, ni el del garaje, ni te acredita como VIP para ir al jardín. 

No está de más decir que esa prima anual no te da derecho a gran cosa. Tu cartera está ya vacía. Te han dicho que si tienes sugerencias las pongas en un sobre y la pongas en el buzón de la entrada. 

Sin mucho que hacer, luego te vas al desvencijado salón Lúdico, donde se discuten las cosas importantes.   

La foto es de parte de la decoración en la cafeteria L'Arrosoir, que se encuentra en Cuernavaca, Morelos

Contenido original para steemit de @mokamisschievous

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