Tres en el sillón.

La botella de Bourbon a medio vaciar en la mesa del centro de la sala de estar, llevé la copa a mis labios pero apenas saboreé el delicioso néctar, mi mente estaba lejos, ausente, la de él también, a la distancia lográbamos percibir los nostálgicos acordes de Kind of Blue, posó su mano en mi rodilla, donde el vestido apenas cubría.

-¿qué hemos hecho?- preguntó en un susurro

-Lo único que sabemos- le contesté

-Su fantasma nos perseguirá por siempre-

-Oh sí, ciertamente lo hará- lo miré a los ojos, estaba ahogado en penas

Apoyó su cien en mi regazo con una lágrima en su mejilla y ahí nos quedamos en silencio, mientras el antiguo reloj de madera marcaba exacto los segundos que perdíamos inmóviles en aquel sofá, irónicamente, el tiempo no pasa para mí.

-Ahora eres libre- le dije

-No sé si a esto pueda llamársele libertad-

-Haz que el pecado lo valga-

Nos levantamos y caminamos a la puerta, me detuve en el umbral del elegante departamento, saldríamos para no volver, las cortinas del balcón se elevaron con la ráfaga de brisa dejando entrar la luz pálida de la luna de aquel verano siniestro e iluminando el cadáver de labios secos por el veneno recostado en el tercer puesto del sillón, como una burla como si durmiera, la miré y sonreí.

-Querido, tenías una esposa preciosa-.

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