Quienes en el campo viven, testifican que son excesivos con las bromas, trenzan la crin del caballo, dejándolo muy bien peinado; en la noche visitan la pesebrera, y los peinan con cautela, cuando el dueño llega en la alborada, se encuentran con semejante barrabasada.

Casos raros han hablado, que los cabellos de mujeres han trenzado, Waldo afirma que esto pasa, por que el duende se enamora; acicala a su novia, adornando el pelo las noches que la encuentra sola.
Hay duendes malhumorados, que podrían asustarte en el pantano, si no te sientes seguro, corre, porque ira tras tuyo, son gordos y perezosos pero rápidos en el lodo.

A Waldo le agradan los duendes, quiere dar un susto al marsupial durmiente, así que entrelazo su cabellera, para que se asustara cuando amaneciera, ese día descubrí, que Waldo es un chico de bromas sin fin.

Nos gustan las leyendas, y los duendes son protagonistas de estas. No hay que tener miedo, pero si respeto, algunos dirán que no existen, pero como dice mi mamá:
"de que los hay... los hay."

Nota: Para quienes no conocen mis cuentos, el marsupial es una zarigüeya, un pariente del canguro que habita en latino américa. Es perseguido por muchos, lastimosamente no son animales que tengan fuerza para protegerse, solo cuentan con sus dientes y la agilidad. Cuando se encuentran amenazadas, pueden entrar en un estado de pánico, entonces parecen muertas y liberan un olor mortecino (olor a muerto); pueden durar así varias horas.

Las hembras llevan a sus crías en el dorso cuando ya están muy grandes para estar en el marsupio (bolsa en el vientre donde transportan a sus crías), lo que las hace lentas y una presa fácil, no solo para otros animales, sino para el hombre.

Vida es vida en cualquier forma y se debe respetar.

Créditos Texto y dibujos: Margarita Palomino