Mi motivo para continuar

Mi motivo para continuar



¿Qué era lo que me motivaba a continuar? Ella. Nella siempre había sido mi luz y mi guía, cada que me sentía perdido era ella quien me recordaba el camino a casa, y es que mi casa era ella.

La noche no había sido placentera, una caminata por la desolada carretera sin zapatos ni ropa no era algo que fuese memorable para recordar. Mis pies estaban en carne viva, pero no me daría por vencido. Tenía la esperanza que estuviera bien porque no podría perdonármelo a mí mismo de no ser así. ¿Por qué?, sencillamente porque todo era mi culpa.

Nuestra noche había estado cargada de diversión. Quisimos celebrar nuestro aniversario teniendo una cita como las que solíamos tener cuando éramos novios, jóvenes y divertidos. Pero no me había fijado que ya la ciudad no era la misma, la gente no era la misma y la maldad abundaba en nuestras calles.

Había querido sorprenderla al trabajo, y sí que lo había logrado, le lleve rosas a la puerta de la tienda de bisutería donde laboraba; su sonrisa era radiante, pura como lo es ella.

Se subió al coche y nos fuimos a cenar, hice una reservación en un romántico lugar frente a la playa, comimos, bebimos, brindamos por nuestra vida. Como acostumbrábamos 15 años atrás, dimos un paseo con el coche por la costa de la ciudad, hablando y disfrutando la música de caramelos de cianuro. Aparcamos en un amplio mirador, estaba desierto, pero queríamos tiempo para los dos… nos besamos durante mucho tiempo, y cuando llevábamos mucho así, mi chica me abrazó y me dijo la mejor noticia. ¡Seríamos padres!

Mis mejillas se inundaron de lágrimas, no podía dejar de abrazarla. Pero alguien me obligaría a hacerlo.

Un joven de unos 23 años tocó a mi ventana con una pistola en mano, me hizo bajar apuntándome con ella directo en la cabeza. Mi felicidad se había esfumado.

Del lado de mi esposa, llegaron dos más, sucios y andrajosos, con cuchillos en sus manos, la obligaron a bajarse también, y el más bajo la tomó por un brazo firmemente y con el cuchillo en su cuello la mantuvo frente a él. Me hicieron desvestirme, únicamente quedé en ropa interior. Con frases estúpidas en jerga juvenil, hicieron referencia a mis zapatos, que eran muy bonitos para alguien viejo como yo, que los necesitaban más.

Hice todo lo que me pidieron, sin alterarme, sin llevarles la contraria. ¡Solo quería que se llevaran todo y nos dejaran ahí!... pero eso no sucedió. Obligaron a mi Nella a subirse en la parte de atrás del coche, uno de los malnacidos se subió con ella, les supliqué que la dejaran en paz, que no diríamos nada, pero solo se burlaban de mis suplicas. Se montaron en mi coche y se marcharon en la noche llevándose mi más preciado tesoro.

Grité, llamé, supliqué ayuda, pero nadie llegó. Así que empecé a caminar bajando la pendiente del mirador, castigado y torturado por el frio de la noche. Los anuncios de los locales cerrados me golpeaban la cara mientras pasaba delante de ellos, y así me mantuve caminando toda la noche, sin encontrar una estación de policía, ni alguna persona a la que pedirle ayuda.

El sol había salido y guiaba mis pasos, ya no tenía energías, pero debía seguir. Tenía que continuar por ella.

Quizás por cansancio o por estar aturdido no escuché el motor del vehículo hasta que estuvo a mi lado. Una pareja de ancianos ocupaban el vehículo, la señora con el cabello corto lleno de canas, me saludaba con su regordeta mano desde el asiento del copiloto, sus ojos mostraban preocupación, me preguntaba una y otra vez que me había sucedido… Cuando hable, solo lloré.

En su casa, a unas cuadras de donde me recogieron, el buen hombre me entrego ropa doblada, me preguntaron si quería bañarme, pero yo solo quería llegar a una comisaría lo antes posible, así que luego de vestirme me llevaron a la más cercana. No aceptaron irse, permanecieron conmigo durante todo el proceso de colocar la denuncia, mientras explicaba todo lo sucedido, mientras suplicaba ayuda.

Apenas termine de hablar, tres patrullas salieron en la búsqueda de mi vehículo y de mi esposa. Me aconsejaron que me fuera a casa, y descansara, ellos me llamarían.

Mis nuevos mejores amigos me llevaron a mi hogar, me dejaron sus números para que les comunicara cualquier información. Eso dio a mi corazón un poco de calor, al menos tenía personas que querían ayudar. Mi hogar estaba frió, helado, y desolado. Me metí en la bañera y solo lloré durante lo que pareció una eternidad. Quizás hubieran pasado minutos u horas cuando salí, nada tenía sentido solo encontrarla.

Cuatro horas después me despertó la llamada del oficial, habían encontrado mi vehículo. Llamé al matrimonio a quienes sin conocerlos se habían vuelto mis confidentes, y supliqué su ayuda para ir a la comisaria. En quince minutos, llegaron a mi puerta.

Llegue a la comisaría con el corazón en la mano, necesitaba saber si mi esposa estaba en el vehículo. Corrí buscando al oficial y al encontrarlo negó la aparición de mi esposa.

Nos embarcamos en la patrulla, atravesamos la ciudad en cuarenta minutos que se me hicieron eternos. El lugar era el antiguo basurero, pero efectivamente sí era mi vehículo. Dentro del coche, solo encontraron la ropa de mi esposa y nuestras identificaciones.

Teníamos que buscar a Nella, había que encontrarla y no teníamos pista de su paradero. Uno de los oficiales se fijó en arena de playa en el vehículo, lo cual no nos proporcionaba muchas pistas, vivíamos en una isla. El jefe ordenó que fueran revisadas todas las playas desde el lugar del robo hasta donde se encontró mi coche. No sé si mi rostro expresaba mucha preocupación y dolor que me preguntó si quería acompañarlo en la búsqueda; por razones obvias acepte.

Revisamos dos playas cercanas cuando llamaron por radio al oficial y le avisaron que habían encontrado a mi esposa. No emitieron más comentarios.

Corrimos hacia el viejo embarcadero, un lugar poco habitado, únicamente por antisociales que trafican con sustancias. La costa estaba rodeada por muchas palmeras que arrojaban sombras en la arena. Un grupo de uniformados estaban reunidos justo al lado del risco que limitaba la costa, debajo de una enorme palmera.

Con el corazón en la boca llegué hasta donde ellos estaban, mirando cada rostro en búsqueda de mi amada Nella, pero solo veía expresiones de lamento, de dolor, de ira. Sentía el miedo llenando mi pecho, pero al verla mi mundo se paralizó.

Estaba recostada sobre una cama de hojas, completamente desnuda en posición fetal. Su cabello rubio le tapaba su hombro derecho. Sus ojos estaban cerrados, y no fue hasta que me acerqué que vislumbre los moretones en su mentón y en su frente. Aun así era hermosa, aun así era la mujer más hermosa que había visto.

Me arrodillé a su lado y al oído le dije: - Amor, estoy aquí, vine por ti mi preciosa. – Pero ella no se movió. No entendía porque.

En mi hombro sentí el peso de una mano. Era el oficial que me decía lamentarlo, pero que mi esposa no se levantaría más, estaba muerta.

Mi esposa, mi Nella, mi dulce amor… Me la arrebataron, me dejaron vacío.
Escuché como me decían que los encontrarían, que podría llevarlos a prisión. Pero yo no quería que fuesen a prisión, yo no quería venganza. ¡Solo quería a mi amada!

Sin meditarlo, camine lejos de ese lugar… no quería verla más así.

Corrí sin detenerme, sin tener rumbo fijo, sintiendo solo el viento contra mi cara queriendo alejarme de toda la tormenta que era mi vida. Me habían destruido, habían acabado con mis sueños, con mi hogar, con mi familia. Corrí entre la maleza y me encontré llegando a la cima del risco.

Abajo podía ver a los diminutos oficiales caminando por la playa. Pero ya yo no quería saber nada más, así que solo salté al vacío. Viendo mi vida ante mis ojos, derramando gruesas lágrimas de dolor, escuché su voz, su risa y recordé el calor de nuestro primer beso. Luego todo fue oscuridad.

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Somos viento, somos marea...
Vivimos en un mundo de dependencia del amor,
¡Cuan torturada está nuestra alma!
Sufriendo y pecando por un beso en el balcón.

Solo quedan sombras, de todo lo que sucedió,
lo mucho que nos amábamos, de nada sirvió.
Agónico el perderte, agónico que no estés...
Me destrozas el alma solo por no querer volver.

Así pasarán los años, quedo roto, quedo vacío;
implorando los besos de un amor, que nunca fue correspondido.
¿Quién iba imaginar que algún día llamarías?
Reclamando con excusas, una vida que yo no tenía.

Te pienso y te añoro, hoy más que nunca amada mía,
eres mi dulce recuerdo en el vacío de la vida.
Imploré hace mucho tu calor, tu cariño y tu amor,
hoy ya no lo necesito, solo fui un perdedor.


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Links de las imagenes

Primera Imagen
Divisor y Banner editados por autor, en programa Photoshop Cs5.

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Tu escrito me enganchó desde el principio, solo espero que no sea una historia real!

No amiga, no es real. Me alegro te haya gustado. Un saludo ♥

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