El dorado.
Los que buscan oro excavan mucha tierra y encuentran poco.
El oro aumenta la sed de oro, y no la sacia.
De manera que es posible afirmar que las expediciones del siglo XVI hacia el interior del continente suramericano, estuvieron norteadas hacia la búsqueda del oro y de la conquista territorial, mientras que, en el campo de las ideas, se iban gestando poco a poco la concreción del mito y su localización. en este sentido, como previas aproximaciones a el dorado, podemos incluir tanto la expedición de Diego de Ordas y Jeronimo de Ortal en 1531 por el uyupari Orinoco remontando el Orinoco intentando llegar al fabuloso meta, fracasando y siendo masacrado por los indígenas.
Los reinos dorados fueron multiplicándose en la afiebrada fantasia de los conquistadores, de alli en adelante, a partir del relato del rey dorado que se bañaba recubierto en oro en la laguna Guatavita, que llega a Quito en 1534, se expanden las polvaredas del dorado, como bien lo dice el cronista fray Pedro Simón, que continuara, con altos y bajos, hasta el siglo XVIII, dirigiendo cada vez a los conquistadores hasta el incógnito centro, de Guayana, allí donde se encontraría manao, la ciudad dorada.
Al final aunque no encontraron la mítica ciudad de Manoa, la búsqueda dio un resultado: impulso a la conquista y permitió abrir paso a la colonización. sin embargo de las muchas cabezas desvanecidas, como las llama Fray Pedro simón la mayoría no regreso a su casa. Donde se genero un poema que decía:
En muchos que buscando su dorado
quedaron asolados y perdidos,
y de perder algunos en un hecho
suelen otros sacar mucho provecho.
Parece que el afán de oro de los primeros conquistadores españoles llevó a preguntar a los indígenas por la procedencia de aquel metal brillante que utilizaban con la misma naturalidad que los europeos el vino en una taberna.
La laguna de Guatavita, centro de la leyenda de El Dorado cuenta varias versiones: una de ellas es que dicen que en una tribu oculta en medio de la selva, los indígenas solían enterrar a sus muertos en una laguna llamada, La Laguna de Guatavita.
La quimera de un nuevo Tenochitlan incentivo a numerosos expedicionarios a buscar el codiciado El dorado. Hacia distintas partes del continente se dirigieron hombre avidos de alcanzar aquel lugar que prometía inimaginables riquezas, un sueño que desvelara a Diego Ordas y muchos otros su conquista. Un indio dorado y una laguna fueron parte de una fantasía que sedujo hasta el mismísimo Francisco Paula de Santander.
“Si muchos de nosotros dieran más valor a la comida, la alegría y las canciones que al oro atesorado, este sería un mundo más feliz.” J.R.R. TOLKIEN
“El oro, a la par que es el más puro de los metales, es el mayor de los corruptores.” JOSEPH SANIAL-DUBAY
El mito empezó en el año 1530 en los Andes de lo que hoy es Colombia, donde el conquistador Gonzalo Jiménez de Quesada encontró por primera vez a los Muiscas, de hay se extendió por todos lados fue con la pólvora, esto demostro el incansable apetito por riquezas en América donde muchas vidas humanas se perdieron todo por una mentira o ¿Quizás? un treta de los aborigenes
Muchas gracias al equipo Cervantes.