Mercaderías a Caja. Entretientos de asientos contables.
La acera es estrecha, llueve y hace frío, me cuesta andar sobre el pavimento, resbala, tengo malas experiencias, dos mujeres delante en paralelo, van en procesión de una tercera que encabeza la comitiva con un carrito, fuma, si voy detrás me da todo el humo, tengo que apartarme en un ensanche que hay por un proverbial kiosko(para lo que han quedado). La nausea, me envuelve, por la comitiva y el apestoso tabaco en el aire recién limpio de la lluvia.
En el paso de cebra aledaño, una señora cruza con su gorro, su chubasquero amarillo, le acrecienta sus rasgos de bruja, que poco hace falta a veces para sacar nuestra peor cara, un poco de lluvia. Otra señora, con el pelo recogido en un moño, que sale de un portal a una compra de urgencia en un supermercado cercano, lleva una rebequilla, no lleva nada debajo, lo sé porque a cada paso tengo una visión(gracias a Dios) muy parcial de su piel desnuda, y lo que parece un grueso canalillo de pelo blanco, la nausea, me vuelve borrosa la mirada, debo ir con cuidado donde piso, alguien choca conmigo al entrar en una pastelería cercana, ni siquiera musita una disculpa, se ve que va demasiado ensimismada
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En el supermercado, una botella de zumo de cerezas que me asegura que lleva el zumo de 28 cerezas exprimidas, capta mi atención, cae de la mano, tras la patada de una señora de unos cincuenta largos que va en busca de su madre con un altisonante graznido de mamá, mamá, siento ganas de golpear por detrás sus pies y provocar por desequilibrio la caída, me contengo, respiro, estar encerrado no me ayuda en nada, está claro.
La carnicera, me sonríe al darle los buenos días, me espeta de sopetón que ha soñado conmigo, le brillan los ojos, no se que decir, musito algo sobre la prisa que tengo hoy y me llevo un cartón de huevos, ni siquiera les miro la fecha. Al pasar veo oferta de medios quesos, a ocho euros el kilo, no me detengo a mirar de donde es, por el rabillo del ojo, veo que el charcutero me mira.
Voy para las cajas, la encargada, reubica a su ejército, parece soplada en vidrio, de cara fina y rasgos delicados su cuerpo se va ensanchando sin solución de continuidad y le da un aire cómico como de pera de agua al que le hayas puesto un traje, a la chica que me precede en la cola se le rompe un litro de cerveza, el olor de la malta y la efervescencia del gas, inunda el aire, todos miran, yo ajeno al ruido me concentro en el olor, debería haberme cambiado de caja.
Me pone muchísimo como cuentas las cosas cotidianas, enhorabuena.
Muchísimas gracias, el aislarte da eso, luego post sentidos y divertidos.