La conocí de oídas, era la clienta no se si belga o francesa de un amigo que le estaba haciendo no sé qué de la declaración de la renta. Este amigo, cuando acabó la cita, me envió una foto de la chica, esta vez no mentía, su belleza, era arrebatadora, todo en ella destilaba clase y un pelo extremadamente cuidado. No era muy jóven, supuse, pero se intuía unos cuidados y una naturaleza excepcional.

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Yo en esos días andaba por el trabajo, la presión como siempre que se arrimaba las vacaciones, volvía a ser insostenible, los inalcanzables objetivos, amenazaban con mermar aún más mis magros ingresos, no tenía perspectivas de vacaciones, solo llegar al día de mañana, bastaba. Mi amigo, a través del móvil, seguía su interminable perorata que si era alta que si guapa que si una voz delicada con ese acento francés que tan cachondos nos ponía, que si estaba divorciada que si tenía un piso...y que trabajaba de profesora de acroyoga, eso sí musitó durante un instante una migaja de mi interés. Pensé de forma subconsciente que a eso debía la excelente forma física que se dejaba adivinar en la exigua foto que mi amigo me había proporcionado.

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Y como dice la canción de Sabina:

“Y la vida siguió,
como siguen las cosas que no
tienen mucho sentido”

Firmé un contrato, salvé la semana, prácticamente el mes, quedé con una cita que tenía pendiente, no me gustó, conocí a su hermana que tenía una amiga que tenía ganas de experimentar después de veinte años de casamiento con el mismo chico que conoció en el colegio, eso forma parte del secreto profesional, pero no sé por qué soy el extraño comodín de alguna que otra fantasía sexual oculta.

La tormenta política que se había adueñado de mi país desde finales de Mayo, no tuvo consecuencias inmediatas en mi ciudad, seguía gobernando el alcalde perenne e incólume al desaliento en su perpetua lucha con el gobierno autonómico a ver quien era más incompetente y paraliza aún más una ciudad entregada sin ambages y a manos llenas a los hosteleros, los alquileres turísticos y la semana de pasión como base de una oferta cultural cada vez más homogénea más roma y por tanto más fácil de digerir por el turismo de cerveza y pipas que asolaba la ciudad.

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Con las primeras calores fuertes, el destino de la ciudad se enquistó, un súbito encontronazo en la negociación del convenio colectivo con más peso en la ciudad, la hostelería, es obvio, dio lugar a una huelga sin precedentes con unos bandos enfrentados que convirtió una ciudad otra hora envidia del turismo “low cost” a ciudad bronca y mal educada con el turismo que apenas le hacía mantener la cabeza a flote.

La mala gestión por no decir la pasividad de sus dirigentes, hicieron que otro colectivo poderoso en la ciudad, el servicio de limpieza, plantease una huelga por el enquistamiento de un convenio al que los mandamases llevaban años dándole vueltas sin atreverse nadie a poner el cascabel al gato. Henchidos en su soberbia de saberse imprescindibles, apretaron las tuercas, sumiendo a la ciudad en un caos de basura en las calles y malos olores que dieron paso a las plagas de cucarachas, ratones y palomas que se convirtieron en el no deseado acompañante del turismo que como un grifo mal cerrado seguía aportando incautos a una ciudad que se estaba pudriendo por dentro.

El servicio de policía, mermado en personal y muy añejo tras años de recortes, iniciaron una callada huelga de celo, ya eran junto los bomberos otros funcionarios locales, asfixiados por las falsas promesas y los incumplimientos.

En ese triste y negro panorama que sumergía a la ciudad en un olor que recordaba al de los tiempos de los fenicios y sus piletas donde se acumulaban los pescados para salazones y salsas, iba subiendo por la larga calle o la calle larga que delimitaba el centro histórico o histriónico de la ciudad en dirección a mi casa después de una insatisfactoria jornada más de trabajo cuando la vi, no me cupo duda , era ella, tomaba un café como si tuviera un colibrí posado en el borde de la taza y no quisiera interrumpir su libación, me quedé parado, estupefacto mirándola, era mucho más bella de lo que se apreciaba en la foto que me había pasado mi amigo, tiempo atrás, noté sus ojos en mi, me pareció apreciar una súbita risa de quien se sabe y se siente atractivo desde su más tierna infancia, salí de mi parálisis, y me dirigí al mostrador donde balbucee algo sobre algunos de los dulces que adornaban la vitrina, mientras la pastelera, los empaquetaba, no pude resistir a volverme y mirarla de nuevo, ya su sonrisa no se limitó a sus ojos, la fina boca dibujó un arco que noté como se desgarraba el tejido intersticial de mis entrañas.

Ni esperé a que me terminara de envolver las dos porciones de dulce, sacudido por una determinación inexcusable, me senté a su lado esbozando mi mejor sonrisa.

El resto, ya es historia, ella fue muy amable (el leve olor a marihuana que exhalaba cuando me senté no dudo que ayudase en su desinhibición), las dos porciones de tarta, cayeron entre risas y presentaciones.

Ella, me contó había sido modelo de cosméticos desde muy jovencita, de buena familia y estudios terminados en filología francesa con una tesis sobre Moliere, abandonada a su tiempo, por los constantes viajes, el amor por alguien mucho mayor que ella, la trajo hasta Málaga, donde los celos de él, dinamitaron la relación en menos de dos años.

Actualmente se ganaba la vida alquilando habitaciones en su piso y clases de acroyoga..La mirė muy fijo a los maravillosos almendrados y expresivos ojos y le propuse seguir la conversación en mi cercana casa, el ruido empezaba a ser notable según avanzaba la mañana y no quería prescindir del delicioso tintineo de su voz, ese arrastrar las palabras que hacía que la lengua de Cervantes alcanzase cumbres, aunque fuesen solo en mi cabeza.

Lo que pasó allí, ya es historia y yo, soy todo un caballero, pero solo esbozar dos pinceladas, bellísima y enjuta su cuerpo era como un látigo chasqueando sobre mis carnés. Lo magro, lo contenido de su anatomía, hacía contraste con una lengua desproporcionada, carnal hasta la asfixia, aguilisima e incansable.

Fue el mejor fin de semana de mi vida, ni teléfono, ni ordenador, ni series ni películas, sólo su piel, como el parche de la caja de una batería martillando con marcial decisión cada átomo de mi ser…

Desafortunadamente, acabó, tal como vino se fue, a la francesa, nunca mejor dicho, mejor así,uno solo se enamora una vez y yo cumplí sobradamente mi cupo.

Gracias