Historias del Bonanza y el Barriguetas

in #spanish6 years ago

En mis frecuentes paseos por diversas zonas, me encuentro gente, no siempre la misma, aunque depende en gran medida, de la hora a la que vaya, claro está, hay personas que tienen horas y rutinas por lo cual es sencillo encontrarlas si sigues los mismos patrones, a veces tiro por una zona un poco inhóspita de vacía y desierta que atraviesa lo que ahora es una moderna estación de ferrocarriles, en los bancos de la larga y árida avenida donde nunca hay nadie, me encuentro de forma perenne un anciano, que saluda, aunque yo no responda(suelo ir con los auriculares y no me entero, no es por mala educación)

Uno de estos días que venía dando bandazos de una y mil tramitaciones, me senté en un banco cercano al suyo, descuidadamente sin ninguna intención preestablecida que no fuera recuperar el aliento, él al verme y reconocerme, me hizo un ademán con la mano. se incorporó de forma pausada pero segura al mismo banco donde yo recuperaba el resuello, tras un buenas tardes que sí contesté, me empezó a contar que si sabía que antiguamente ahí había una estación más antigua pero con más tránsito.

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Le respondí que sí, que era de la zona y que recordaba de pequeño andar de aquí para allá alguna vez que otra. Sin mediar palabra, me contó que él había trabajado de ferroviario en esa estación algunos años en los sesenta, que luego según fueron modernizando estaciones lo fueron pasando a un lado u otro, pero que había estado una serie de años(no recuerdo cuantos o igual ni siquiera me lo dijo)

Me contó aparte de su historia(un retazo) algunas historias anecdóticas de esos tiempos de economía centralizada, sindicatos verticales, y hambre mucha hambre, que daba pie a la picaresca de los que allí trabajaban de alguna u otra manera.

Con el paso de los días, alguna tarde que no tenía nada mejor que hacer, acudía a su búsqueda y le acompañaba un rato y el hombre agradecido,iba desgranando alguna de sus historias, tan lejos tan cerca. A veces, las repetía con alguna variación, eran más exageradas, o quizás menos dependiendo del talante y del humor que estuviese el buen hombre ese día, quiero desgranar alguna de ellas.

Me contó la historia de dos compañeros de estación, de éstos que eran eventuales, que los iban enviando por temporadas a cubrir servicios a las distintas estaciones, estos dos personajes que se conocían por motes, como todo el mundo en las estaciones ferroviarias, eran el Bonanza y el Barriguetas.

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El Bonanza, lo llamaban asi por su semejanza al personaje famoso de la serie de esos años de la cual luego salió el ínclito Michael Landon, famoso en décadas posteriores por otras series. El caso es que el Bonanza, era un tiarrón de la sierra del segura más largo que un día sin pan y con un calibre que daba sombra para una buena siesta. Todo lo que tenía de grande, lo tenía de noble, era incapaz de levantar una mano, si la gente intentaba agredirlo, solo como buen padre abnegado de los tiempos del dictador, ejercía una disciplina férrea con sus hijos(que a la sazón de las historias que iba enhebrando eran más malos que un dolor). Pues volviendo al tema, el Bonanza, era famoso por su saque, resumiendo, su capacidad de comer, en esos tiempos del hambre en España que dejaba en pañales, al pobre Carpanta.

El Barriguetas, otro famoso comedor, pero a diferencia del Bonanza, superaba con poco el metro cincuenta de estatura, pero tenía una barriga tan oronda que cuando asomaba por la puerta tardaba un rato en aparecer el resto de su figura. Este señor, venía de Córdoba, se decía que había sido comunista en sus tiempos pero tenía algún buen padrino que le estimaba, y bueno aunque había conservado el pellejo y la posibilidad de tener un trabajo, nada le libraba de ir vagando como alma en pena de estación en estación.

El tema es que ambos conocedores que iban a tener un turno de esos largos e interminables en esas estaciones de Dios de la España previa al desarrollismo, idearon ya que la estación que les había correspondido, no tenía ni acceso por carretera, llevar los avíos necesarios para hacer un buen cocido y así sobrellevar la tediosa espera que consistía el turno apenas interrumpido por un par de trenes que circulaban en el día, uno de ida y otro de vuelta.

El tema es que el Bonanza, apañó un par de kilos de garbanzos, un cuarta de manta de tocino, una morcilla fresca que le había traído la suegra y unos restos de migas que habían guisado en el cortijo en el fin de semana anterior. por su parte el Barriguetas, apañó dos kilos de patatas, un pollo de su propio corral, una hogaza de pan de kilo y dos botellas de vino para que no hubiera suspicacias de quien bebía más o menos de la botella, habiendo dos, no había disputa.

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Pues de mañana temprano, los dos compadres andaban en el cocido, con un ojo puesto a las rutinarias tareas de mantenimiento de la vía y la estación, hablamos de otra época, la electricidad en las estaciones era una modernidad, imaginense ya hablar de automatismos o informática, una entelequia, se hacía todo a mano y a golpe de orden de teleoperadora.

El tema es que viendo que la inmensa olla donde estaban apañando el cocido, se les pudiese quedar corta, tras una breve conversación con el Bonanza, el Barriguetas, se echó la escopeta en ristre y fue a una vaguada cerca de la vía donde abundaba la hierba fresca y los conejos y al cabo de no más de una hora vino con dos conejos que pacientemente desolló y colgó para que desangrasen por si acaso, se quedaba corta la olla no les sobrevienese el hambre.

Llegada la hora del almuerzo, se sentaron los dos a la mesa y pertrechado con un cucharón cada uno iban dando mandobles a la olla de dimensiones patagruelicas, por un momento el Borriquetas, parecía desfallecer en su labor callada de vaciamiento, pero un pique propio del Bonanza, le hizo retomar la cuchara con ahínco, hasta que llegó el momento que confesó que notaba ya los garbanzos subiendo por el pescuezo.

Bonanza le sugirió a su compañero que se diera un paseo por las vía y fuera dando saltos, para hacer sitio ya que le apenaba tener que terminarse la cazuela solo, dicho y hecho, fue el Barriguetas a semejantes ejercicios gimnásticos ahíto de cocido, medio tarumba del efecto del vinazo pleno de alcohol y el Bonanzas lo veía ahí a pleno sol como se iba alejando dando algún brinco que otro como le había aconsejado.

Al cabo de no más de media hora volvió de mejor talante el Barriguetas, de tan buen talante que le propuso a Bonanza, hacer en la lumbre los dos conejos que había cazado, para seguir el festín, dicho y hecho, antes que terminase la frase, ya andaba en la cazuela abundante aceite y ajos donde por abreviar y que no hubiera dimes y diretes de las proporciones guisaron enteros los conejos que de la misma salida de esa encomienda, acabaron en el buche(cada uno en el respectivo) de dichos personajes.

La historia, tal como me la cuenta este anciano señor de la Andalucía más profunda, pues tiene un inmenso gracejo que yo con mis limitadas artes y mala memoria, intento transcribir como buenamente puedo, para que dichas historias de un tiempo no tan remoto, no caigan en el olvido y sigamos admirando por los tiempos de los tiempos al Bonanza y al Barriguetas.

Gracias por leerme

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