El retorno...

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Torero jerezano, sufrió una cornada en Zaragoza, y perdió un ojo y otras graves secuelas en la cara, se recuperó, vio algo místico en ello, no renunció a la profesión. Es más se dedicó con más ahínco, habla de la pasión comprendida de su mujer, de el no entendimiento por parte de su hijo, ve mística y rancios valores en lo que hace. No lo comparto.

Tuvo un incidente con una bandera franquista que exhibió como colofón a su corrida, luego dijo que desconocía la bandera que era, resulta raro por como la tenía puesta encima, representa algo que aun escuece en España. Se han cerrado las heridas, sin anastasia sin limpiar ha pasado mucho tiempo, la cicatriz es fea y duele, con cosas así como si fuese un cambio de estación, o un aviso de lluvia.

La imagen corresponde a su última corrida, el toro ha devuelto la papeleta, pero ha sido más limpio, ha sido un simple descabello, pero la imagen era grotesca. Eso, perpetua la mística, el sentido de que Dios, le está guiando, leo cosas que me hacen erizarme la piel, lo comparan con Millan Astray, fundador de la Legión, el cuerpo más descarnado y despiadado del ejército español. Me espanta, soy sincero, hay una corriente fascista que vuelve a recorrer Europa después de haber dicho no una y otra vez tras la Segunda Guerra Mundial. En España, donde el dictador yace con honores un una mastodóntica construcción elaborado con el sudor de victimas y represaliados , me hace inundarme de tristeza esa exaltación de valores, son los mismos que minusvaloran la España de Iniesta, los que piden músculo,raza, dios y patria.

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En Málaga, en mi tierra, hay una virgen con gran devoción, es trinitaria, de un barrio de los fundacionales de Málaga después de la reconquista, La Trinidad, acompaña al Cautivo en sus desfiles procesionales, hasta aquí, nada que objetar. El problema. empieza, por la sobre exposición, el recargo, el querer hacer de una salida procesional de culto y celebración anual, en algo del día a día, un carnaval grotesco, que sinceramente me escuece hasta la nausea, me asfixia. El empoderamiento, aqui se entiende el empoderamiento en darle honores a una ramplona talla de madera, mala copia de la exaltación de los valores clásicos de Renacimiento llevado a la pacata y castradora casa eclesiástica.

Una talla por dios, es una talla, esos bordados, terciopelos, oropeles, coronas de plata, rosas de oro, es un símbolo, ese fajín que me recuerda al dictador, a una monarquía en un país que quiere ser europeo y moderno, arrogado y arrastrado por los defensores de los valores medievales, de esos que tuercen las leyes, con nuevos giros, las aprueban, reprimen, buscan nuevos resquicios para hacernos callar. ¿A quién representan? Esos mismos que dicen que no caben más en España, una España que languidece por vieja, donde hasta la madurez, está recubierta con un velo ácimo que te hace dormir intranquilo por las noches.