Campero
Vicio, perversión, mezcla absurda torturada en la plancha bajo la presión inapelable el pan muda su ordinaria apariencia en ese crujir caliente del primer bocado.
De relleno, casi cualquier cosa vale, desde la versión más clásica o canónica de jamón cocido, queso, lechuga y mayonesa, hasta versiones más infames con huevo a la plancha, crujientes lonchas de bacon o cualquier otro invento del demonio.
De acompañamiento, unas someras patatas fritas aderezadas con mil salsas del diablo, y un lata de coca cola es el plato más humilde pero a la vez más exportable de Málaga, no os dejéis engañar por los gazpachuelos, espetos y demás malindrajes engaña turistas, un malagueño de pro, come camperos y cuando llega a su casa se toma un puchero de su mama, abuela o tata para evaporar los efluvios de noches de fiesta y destilados de dudosa calidad hasta que cierre el último garito o haya desistido del polvo imposible con unas guiris lo sufientemente ebrias para negarse a nada.
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