Caelum sidereum

Y allí estaba el muchacho, levantando la mirada hacia un cielo estrellado, un cielo que observaba todas las noches sin falta. Un cielo brillante y tintineante… Ese joven le hablaba todas las noches a la luna.

Para algunos puede parecer una simple y mera estupidez, pero para él no lo era. Porque éste, podía mover las estrellas a su merced, podía tocar con la punta de sus dedos los sueños y convertirlos en realidad, podía crear nuevas constelaciones y dibujar miles de retratos con estrellas. Inclusive si él lo deseaba, podía convertir la luna media en luna llena.

Púes este chico no era ningún Dios, ningún Descendiente de la Luz o algo parecido, él era un humano común y corriente con la habilidad de mover el cielo nocturno a su merced.

Su nombre era Seren, y como dije antes, él le hablaba a la luna todas las noches, intentando llegar a alguien. Pero, la pregunta que siempre rondaba por su cabeza era… ¿A quién intento llegar? Púes, como nadie sabe, él vivía solo y sin ninguna desgracia ni incomodidad. Era simplemente feliz en su existencia. No ansiaba a nada ni tampoco a nadie, entonces, ¿Por qué?

Al pasar de los años esa pregunta fue olvidada, aun así, permanecería dentro de su mente. En ese pequeño rincón de la mente que llamamos “Olvido”. Como dije, pasaron los años y Seren envejeció. Pero claro, él no olvidó su hábito de hablar a la luna y jugar con las estrellas, sin falta ejerció su “deber”.

Entonces, llegó el día de su partida y aquél chico ya no era tan joven, su cabello ya blanco era y su piel arrugada estaba, aquella hermosura que lo había caracterizado ya no se encontraba, pero aun así había algo que mantenía en él. Su linda magia, la cual le permitía cumplir los sueños…

Antes de dar su último suspiro, miró hacia el cielo y estiró una mano a él, murmuró algo y cayó en un profundo sueño.