"El Último Vampiro Nazi". Cuento original.

Era el año de 1966 en los bosques de la antigua Alemania oriental, por donde se veía caminar a un solitario anciano llamado Jhosep, el cual vivía en una pequeña y vieja cabaña alejada de toda tipo de civilización. Fue en ese ambiente íngrimo, frio y desolado, que se desarrolló la más dantesca matanza humana jamás vista después del horrendo holocausto nazi.

Una tarde en pleno invierno Jhosep de 66 años de edad, salía a buscar algunos trozos de madera que le sirvieran de leña para mantener la hoguera donde solía pasar la mitad de su tiempo en casa, mientras la otra mitad la invertía en lavar frascos y recipientes manchados siempre de un líquido rojo, que rodaban por todo la pequeña cabaña de pino, la cual a su vez también mostraba rastros de ser testigo de algo inimaginablemente macabro.

Ese lugar siniestro ubicaba en las cercanías del castillo Wewelsburg sede de los siniestros rituales paganos de los nazis que creían en antiguas civilizaciones de gigante y vampiros creyéndose ser sus descendientes. Era Jhosep uno de ellos, sobreviviente de la guerra, se ocultó en esos bosques justo después de haber participado en la muerte de más de 60 hombres, pero extrañamente para esa época ninguno de ellos judíos, y fui desde ahí que empezó a tener dependencia de ese mismo liquido rojo que se derramaba desde el interior de su cabaña hacia afuera.

Resulta ser que donde vivía el anciano Jhosep habían 9 cabañas más a su alrededor, todas habitadas, hasta que los instintos asesinos vampirezco del que se creía era un viejo indefenso, desato su furia mortal mordiendo chupando la sangre de 33 personas, que eran sus vecinos, niños, hombres, mujeres y ancianos fueron asesinados y comidos por este monstruo nazi sediento de sangre.

El anciano lograba engañarlos cada vez que pedía ayuda para sostener algo en su cabaña y así protegerla de los lobos que aullaban alrededor, y era cuando entraban a su pequeño recinto que los atacaba con machetes, hachas y cuchillos inmovilizándolos para poder chuparlos debido a su avanzada edad, aunque mientras ese rito espeluznante ocurría su fuerza se duplicaba al máximo, y luego los pocos restos que quedaban los enterraba en lo intrincado del bosque para fingir que se lo había comido los oso o cualquier otro animal.

Así de esta espeluznante manera mato a todos y cada uno de los habitantes del perímetro, reviviendo a estas alturas de su vida, el andar asesino de sus mejores tiempo como verdugo de las “SS” Nazis.

Solo uno quedo con vida y era su buen amigo Rudolf, que no vivía en el bosque si no en el pueblo más cercano y siempre lo visitaba, no para llevarle bastimentos, porque él nunca le pidió un favor, solo su compañía, ya que Jhosep solo subsistía con la reserva de sangre sustraída a sus víctimas, la cual todas las noches hervía un poco y la tomaba para mantenerse vivo.

Fue esa noche del julio de 1966 cuando Joseph recibió la visita tan esperada de Rudolf, quien al cual siempre fue su anhelo chupar y desangrar vivo, era su más preciada presa.

En ese mismo instante al pisar la cabaña Rudolf recibió un golpe certero con un hacha en su nuca, lo que le permitió a Jhosep abordarlo y abrazándolo por la espalda, inmediatamente procedió a chuparlo y extraerle su espesa sangre roja, tan codiciada por su mejor amigo.

Pero oh! sorpresa, Rudolf luego de ser mordido logra zafarse y apenas mal herido se aleja rápidamente de Josep que logro chupar y beber solo algo de sangre.

En ese momento se quedan fijamente viéndose a los ojos inertes, como que si el tiempo se hubiese detenido, aun la sangre caliente corría por el pecho de Rudolf pero Jhosep no se movía, se fue desvaneciendo lentamente como que si le faltaren las fuerzas, hasta que se desplomo y se fue trasformando en lo que en realidad era, un horrendo vampiro anciano que se fue disolviendo lentamente como lava ardiente en el piso de madera de la cabaña, hasta susurrar sus últimas palabras.

Así en ese instante se abrió en el techo de tablas un agujero negro que fue sustrayendo a Joseph mientras lo rodeaban las decenas de almas que él se había llevado.

Fue la sangre de Rudolf, cual poción mágica de ajo y vinagre que llevaba el poder de cientos de miles de judíos ejecutados durante la barbarie tutelada por los aliados de Jhosep, haciendo justicia sobre por lo menos uno de estos oscuros seres de la historia.