Conversando con el genio de las piedras

in #spanish7 years ago

Hablaba C.G. Jung, en su obra ‘Simbólos de transformación’, acerca de “la naturaleza de la cosa misma”, añadiendo aquello de que “cuanto más adentro se penetra, tanto más amplio se vuelve el fundamento”. Los fundamentos, en mi opinión –al menos vistos desde una perspectiva meramente subjetiva y posiblemente interesada- vienen a ser algo así como ese ‘rosco’ –nombre con el que los marinos y los pescadores de agua salada se refieren al salvavidas-, que a veces la providencia pone en el camino cuando alguien está a punto de perderse en él. Por muy odiosas que sean, resulten o se consideren, hay ocasiones en las que las comparaciones vienen a constituir, a la postre, útiles roscos que cuando menos nos permiten permanecer a flote, con la cabeza por encima de una mar embravecida, que parece conocer todas las artimañas necesarias para atraernos a sus más angustiosas oscuridades. Algo similar, en mi opinión, ocurre con el fantástico universo –digo bien-, de los canteros medievales.
IMG_7265.JPG
[Ávila, iglesia de San Vicente]

Extrapolando las metáforas y una vez aceptada esa mar como el inconsciente del que el maestro cantero –estoy convencido de que mucho más hábil que nosotros, sobre todo a la hora de nadar y tomar la precaución de guardar la ropa-, extraía una generosa variedad de especies abismales, que bajo la forma o la apariencia de arquetipos, constituían la base principal de un conocimiento generalmente fuera del alcance de un vulgo, que si bien interpretaba la apariencia y la literalidad fomentada en buena parte por la Iglesia, carecía por completo de la base necesaria para llegar a comprender la forma, o cuando menos su esencia. Eran, por decirlo de alguna manera –y pido perdón por mi reiterada y voluntaria afición a convertirme usualmente en cabra que tira al monte de las comparaciones-, lo que hoy en día muchos psicólogos definen como ‘navegantes de las profundidades’. Y como tales, reflejaban sus experiencias en la piedra, insuflándole ‘vida’, de la misma manera a como el rabino cabalista manipulaba la tosca arcilla para crear ese remedo monstruoso de Adán, que las leyendas judías del ghetto de Praga conocen como Golem.
DSCN4591.JPG
[Catedral de Zamora: Portada del Obispo]

Este universo es tan amplio y cuenta con una variedad tan compleja de sistemas y arquetipos, que cualquiera podría pasarse la vida entera hablando de ellos, aun sin tener la esperanza ni pretender convertirse en un nuevo Stephen Hawkings que revolucione el universo románico con otra teoría sorprendente y revolucionaria, similar a la del Big Bang o Gran Explosión que según su opinión, diera origen al Universo. Es tan rico y variado –continúo, bajando de la nube-, que aun especulando por partes –en mi opinión, el derecho a especular es o debería de ser, sobre todo hoy en día, tan importante como cualquier otro derecho básico del ser humano, incluidos los de la libertad y la vida-, uno se daría cuenta de que escribiendo poco a poco y apenas habiendo dicho nada, ha creado –para bien o para mal-, una pequeña enciclopedia.
DSCN4595.JPG
[Catedral de Zamora]

No es la primera vez que afirmo que en mis desplazamientos, cuando me encuentro frente a un conjunto histórico-artístico de ésta índole y naturaleza, tengo la costumbre de pasar la mano o cuando menos las yemas de los dedos, por la superficie de la piedra. Para lectores suspicaces, he de añadir que esta costumbre la adquirí mucho tiempo antes de que Paloma Garnica –a la que no pretendo restar ningún mérito- escribiera su fantástica novela titulada ‘El alma de las piedras’. Esto no implica, evidentemente, mérito alguno por mi parte: estoy seguro de que no he sido el primero ni seré tampoco el último que lo hace. Y continúo diciendo, para quien piense que pasar la mano por la piedra como quien acaricia el lomo de un perro es una estupidez, le recomiendo que abandone por unos instantes la fría y ceremoniosa racionalidad lineal del método Descartes o del método Voltaire, si lo prefiere, y adoptando la lógica aplastante, sincera e inocente de Forrest Gump, considere que ‘estúpido es el que hace estupideces’, y yo, al fin y al cabo, no creo hacerlas.
DSCN1701.JPG
[Catedral de Orense]

Dejando aparte la cuestión de las sensaciones –con las que es fácil caer en otro universo parecido pero mucho más peligroso, como es el de la videncia y yo padezco algo más que vista cansada y ya va para varios años que me hice compañero inseparable de esas providenciales que no baratas muletas que son las gafas progresivas-, permítanme introducirles en esa sugestiva incógnita, que como parte de un juego de adivinanza, los canteros nos dejaron a la vista –y no tan a la vista, seamos sinceros-, en buena parte de iglesias y catedrales: los curiosos personajes que brotan del corazón de la piedra. A veces, como digo, cuesta trabajo encontrarlos –no hablaré de habilidad y sí de la suerte de poder contar con un buen objetivo en la cámara fotográfica- como aquéllos que se localizan bajo el tejaroz sur de la iglesia basilical de San Vicente, en Ávila capital, camuflados entre las docenas de metopas, de temática libre y variada, que componen este grandioso conjunto patrimonial. Otras, son más asequibles y fáciles de localizar a simple vista y de hecho, tal vez sea éste el motivo principal por el que la sabiduría popular, agarrada firmemente a su rosco o salvavidas, haya salido venturosa del mal trago, interpretándolos como ladrones que entraron a robar y fueron oportunamente castigados. Así se lo confirmarán al curioso, que visitando la catedral de Zamora, se tope con aquél que se localiza en la denominada Portada del Obispo, algunos centímetros por debajo de una Virgen entronizada, a la que acompañan dos angélicos dadóforos a ambos lados de su trono.
DSCN1703.JPG
[Catedral de Orense]

Posiblemente, la sabiduría popular pensara lo mismo, allá, en la catedral de Orense, si bien y a diferencia de su homóloga zamorana, aquí se puede ver en el interior de la nave, aunque no obstante y en honor a la verdad, no parece que ese fuera su lugar original, aunque tampoco me atrevería a sugerir –y mucho menos a especular- sobre cuál fue éste exactamente, en aquéllos felices tiempos en los que el Maestro Mateo y su taller -¿recuerdan el Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago de Compostela y el Pórtico del Paraíso de ésta catedral de Orense?-, rondaron alegremente por aquí con su concertina de plomada, maza y cincel. La cuestión es, que mucho más allá –aunque no tanto, como para no seguir considerándolo, por muy enigmático que nos parezca, parte de nuestro más cercano e histórico más acá- de cualquier consideración moralista –y no me conformo con aceptar una alusión a Pedro con la misma resignación que aquel que acepta pulpo en el Scatérgoris como animal de compañía-, la clave o cuando menos, parte de ella, podría estar en aquéllas enigmáticas palabras de Cristo –dignas para todo un psicoanálisis hermenéutico aparte, con el que quizás me atreva en el futuro-, que decían: “Convertíos de piedras muertas en piedras vivas”. Que cada uno saque sus propias conclusiones, de la misma manera que los canteros medievales sacaron las suyas y al hacerlas confidentes de las páginas de esos libros eternos, que son las ‘piedras’, consiguieron algo que seguramente por entonces ni siquiera imaginaban: que hoy nos parecieran pura magia y ‘amigos’ con los que entablar una interesante conversación.

Recomendaciones:
Bibliografía: C.G. Jung: ‘Símbolos de transformación’, Ediciones Trotta, S.A., Madrid 2012.
Filmografía: ‘Der Golem’, delicatesen dirigida por Paul Wegener en 1920.

Sort:  

Los navegantes de las profundidades siempre especulan, saben que es mirándose a sí mismos como aprenden. Saludos de piedra (viva)

Cierto. El problema es que es, quizás, el más difícil de los aprendizajes. Y la aventura puede ser peligrosa. Como decía Mefistófeles, en el Fausto de Goethe: atrévete a pasar la puerta...El verdadero Conocimiento está dentro de nosotros, esa es la cuestión. Resaludos, vivos, de piedra también.

Coin Marketplace

STEEM 0.17
TRX 0.15
JST 0.028
BTC 60309.00
ETH 2342.16
USDT 1.00
SBD 2.55