Cosas que...VEO / Película / ¨The Disaster Artist¨ vs ¨The Room¨
Aquí comienzo mi andadura en steemit con una serie de artículos de opinión sobre cosas que veo, leo, oigo y escribo.
No es un espacio para la dura crítica, ni yo estoy preparado para ello. Es simplemente una puesta en orden de mis ideas sobre lo que voy consumiendo y las relaciones con otros aspectos y temáticas que estas me despiertan. Nada más.
- Avisaré con un cambio de icono cuando vaya a destripar contenido. El icono (en este caso el ojo) se rajará, derramándose su interior. Aconsejo al que no quiera saber demasiado que salte hasta que se cosa de nuevo para seguir leyendo. No quiero estropearle nada a nadie. :-)
- Al final del artículo pondré una valoración de 0 a 10 a modo de conclusión numérica completamente subjetiva.
Empiezo con la película The Disaster Artist y su hermana pobre, The Room.
Espero que os guste, steemians. En la zona de comentarios podéis decirme todo lo que os parezca. ;-)
THE DISASTER ARTIST vs THE ROOM
El cine es magia, dicen. El cine es arte, técnica. Alfombra roja y flashes. Sueños. Pero también es sangre y decepción. Un bosque de senderos tortuosos por donde se arrastran miles de animales heridos sin rumbo fijo. Una industria implacable que no duda en exprimir al artista hasta destrozar al hombre. El cine también es eso. La cara y cruz.
En 2003 se filmó The Room, la llamada mejor peor película de la historia. Puedo decir que las he visto peores, pero ninguna tan extraña. Como si se hubiesen pegado pedazos de vidas pasadas y emociones extremas dentro de una línea temporal desordenada. Al verla, sentí como si acabase de mirarle directamente a los ojos al mismísimo Frankestein.
Catorce años después, The Disaster Artist, de James Franco intenta encontrar la naturaleza de esa singular mirada en una crónica de cómo el monstruo cobró vida.
Franco nos muestra el lado menos amable del cine, ese que respira a duras penas bajo las estrellas doradas del pavimento, los vestidos serpenteantes y las fiestas de sonrisas huecas. Ese mundo que no levanta cabeza. Pero nos lo hace llegar de la mejor manera posible, abrazando a esos perdedores que van de lado a lado buscando un papel que les cambie las vidas.
Y en ese pesado deambular, aún en San Francisco pero con Hollywood en la cabeza, fue como Tommy Wiseau y Greg Sestero cruzaron sus pasos.
TOMMY WISEAU vs GREG SESTERO
Somos lo que vemos, esclavos de nuestros deseos.
Greg ansiaba eso que a Tommy parecía sobrarle. Lo notó en la primera clase de teatro en la que coincidieron: aquel hombre tenía fuego en el cuerpo, una inconsciencia salvaje. Era un caballo desbocado con melena al viento que no tenía miedo a nada. Sestero no pudo resistir pedirle ser su compañero de escena.
La secuencia en que se dan la réplica en voz alta en medio de una cafetería deja claro quién es quién y cuál será el rol de cada uno en esa relación. Ver a Wiseau gritando a los cuatro vientos e incitando a que Sestero haga lo mismo es a la vez edificante y ridículo. El aprendiz, tras una entendible reticencia, acaba envalentonado, consigue saltar la barrera y recitar su papel en voz alta, puesto en pie en medio de la sala abarrotada. Una actuación hueca, eso sí, casi de anuncio de natillas y con un guión horrible, pero daba igual. Había vencido sus miedos y todo gracias a su nuevo mentor, Tommy Wiseau.
Wiseau se nos presenta entre sombras y se hubiese perdido de nuevo en ellas si Sestero no lo hubiese detenido. Es un ser extraño del que no se sabe ni de dónde viene ni a dónde va. Vive este presente efímero lleno de incógnitas. Un lobo solitario que parece haber llegado a nuestro mundo solo de visita.
Contra todo pronóstico, la química entre los dos parece funcionar. Y digo parece porque aunque disfrutan de su mutua compañía y se hacen promesas agarrándose infantilmente el meñique, siempre hay algo entre ellos que te hace sospechar de Tommy. Alguna situación que no sabes si es cómica o perturbadora. Y te quedas en esa zona gris un par de segundos, indeciso, albergando esperanzas pero imaginando lo peor. Como cuando ves una alfombra persa de vivos colores, pero no quieres ni tocarla, intuyendo lo que hay debajo. La película ahonda en este punto explotando el lado hilarante de unas reacciones que rozan el absurdo, algunas miradas enigmáticas, casi oscuras, y muchas risas inconscientes.
Uno de los momentos icónicos surge cuando los dos se van al parque a jugar a fútbol americano. Tommy actúa como si fuese el mejor jugador del mundo, pero, en su torpeza, no puede ni lanzar la pelota. Incluso le cuesta dios y ayuda hacerse con el ovoide. Sestero tiene que aguantarse la risa, confundido. ¿Por qué querrías ir a jugar al fútbol si no sabes? Bueno, hay varias posibilidades. Puede que quieras aprender o demostrarle algo a alguien. Pero no parece que sea el caso. Quizá no sepas que no sabes jugar a fútbol. Difícil, pero no imposible. O puede que en tu cabeza creas que sí que sabes. Que no veas lo que de verdad ocurre cuando mueves los brazos y la pelota cae mansa sobre tus pies. Puede que la sigas con la mirada soñando que cruza el cielo, atravesando las nubes y rozando la piel del sol hasta quemarle las costuras. Sí, puede que tu vida transcurra en un universo paralelo. O que simplemente quieras pasar un rato agradable. O que alguien te haya dicho que eso es lo que se hace con los amigos, que lo hayas visto en alguna película. Con Tommy Wiseau, nunca se sabe. Y entre lanzamiento y lanzamiento, los dos devoran cine y sueñan con emular a esos ídolos estampados fotograma tras fotograma.
HOLLYWOOD vs WISEAU
Hollywood es una idea demasiado atractiva para un joven que se quiere comer el mundo. Una droga demasiado dura. La meca del cine, vive por y para el celuloide. El cielo se cubre de carteles kilométricos que parecen colgar de las mismísimas nubes. Las anchas calles brillan enceradas por el sol y las pisadas de camareros, aparcacoches y demás actores en paro. Todos viviendo como pueden, buscando una oportunidad, delante, detrás o al lado de la cámara y esa enorme lente distorsionada de la realidad. Todos compartiendo el mismo sueño. Todos adictos.
Al poco de conocerse, maestro y alumno deciden mudarse a Los Ángeles, donde Tommy, sorprendentemente, también tiene casa. La madre de Sestero, en una aparición casi anecdótica, intenta disuadir a su hijo y se queda aún más preocupada al conocer a quien iba a acompañarlo en aquella aventura.
Wiseau tiene este efecto en la gente. Es de esas personas que te hace dar un paso atrás y entrecerrar los ojos nada más conocerlo, mirar al suelo o buscar una salida. Pero a la vez desprende un magnetismo insano y no quieres perderlo de vista, saber algo más de él. Es capaz de plantarse ante la puerta de su casa con un manojo de llaves ofreciéndote alojamiento y en la misma frase decirte que nunca hables hables de él con nadie, lo que siempre es como mínimo inquietante. Y te lo dice con un fuerte acento de Europa del Este que, de manera cómica, pero con semblante muy serio, insiste en atribuirle a New Orleans. Y gracias a esa risita que se te escapa, no se te hiela la sangre al instante.
Su aspecto tampoco ayuda, con un físico inclasificable. Muy difícil ante la cámara: la tez surcada de arrugas, un ojo casi cerrado, melena demasiado negra y por debajo de los hombros, una mueca siniestra dibujada en la boca. Todo envuelto en unas ropas casi esotéricas. Un aire vampírico con todos los tópicos. Un ser de otro tiempo que ha llegado al nuestro con oscuro equipaje. Tanto como su cuenta casi inagotable de dinero en el banco.
TRUHANES VS RELACIÓN TÓXICA
La relación entre ambos se enrarece con el tiempo. Las particularidades de Wiseau parecen empezar a hacer mella. Greg, aún un chaval de diecinueve cuando conoce a Tommy, que podría ser su padre, se deja llevar por esa enigmática presencia que le dice que todo es posible, que parece tener los medios y que le apoya de forma incondicional. Y quizá esta sea la clave de todo. Quizá sea el único que lo haya ayudado de verdad y Greg se agarra a eso. Ve en Tommy la llave hacia un mundo mejor, hacia el éxito, a pesar de todas sus rarezas. Y Tommy, a su vez, se pega a esa fuente de la juventud como lo haría el mismísimo Vlad The Impaler, para dejar de oír el eco de su propia voz rebotando en las paredes de su triste existencia. Para conectar de una vez por todas con el mundo de los vivos. Para tener, finalmente, eso que llaman un amigo.
Esta relación tóxica me recuerda a una película que disfruté de adolescente y se me quedó grabada en la memoria, llamada Truhanes. Es de 1983, dirigida por Miguel Hermoso, con el gran Paco Rabal y el encasillado Arturo Fernández, un actor solvente hasta que decidió imitarse a sí mismo una y otra vez en teatro de enredo.
En esta cinta (si amigos, era un VHS), un adinerado Fernández acababa en la cárcel por algún delito de tipo financiero. Los primeros días en la sombra son un infierno y Fernández se muestra como un pez asustado fuera de su brillante pecera hasta que Rabal, preso veterano y curtido, se transforma en su protector. Cuando Fernández sale de la cárcel, y en deuda con Rabal durante su estancia entre rejas, promete ayudar a éste último cuando la abandone.
Y es ahí donde comienzan los verdaderos problemas, pues Rabal, una vez libre y completamente inadaptado a su nueva vida, no para de meterse en una sucesión de líos, arrastrando a Fernández de paso, sumiendo sus vidas en una espiral caótica y destructiva. Fernández acaba odiando tanto a Rabal que cree que podría matarlo con sus mismas manos. Lo abandonaría a su suerte en medio de una carretera para no volver a verlo jamás. Pero, y este es el punto en común con Wiseau y Sestero, realmente sabe que no puede, que sus destinos están unidos para siempre. Que a pesar de la distancia entre sus mundos, la línea de sus vidas dibujó un fuerte nudo invisible entre ambos que ninguno de los dos puede deshacer.
Truhanes funciona perfectamente porque acabamos sintiendo pena por los dos personajes, como un bloque indivisible.
EL CINE vs EL CINE
A los personajes de The Disaster Artist no les salen las cosas como ellos esperaban y van de casting en casting sin mucho éxito. Wiseau, harto de tanto rechazo, decide armarse de valor y filmar su propia película. Su visión. Los ojos de Sestero se abren del todo al conocer una posibilidad que no había barajado. Sabía que Tommy tenía dinero, pero no que dispusiese de los fondos suficientes para hacerlo realidad. Su corazón late con fuerza otra vez. Una película. Un protagonista. Las palabras retumban tan fuerte en su cabeza que acallan cualquier tipo de duda.
Wiseau escribe un guión con tintes autobiográfico donde vuelca sus traumas personales y los mezcla con sus admirados Tennessee Williams y Marlon Brando. Agita todas las emociones que se le ocurren, dando vueltas en la cocktelera al sexo, al amor, la amistad, la traición y la comedia no buscada. El resultado es ese libreto surrealista que firmó en pocos días, y se filmó en muchísimos más, llamado The Room.
Tommy quiere rodar a lo grande, sin tener la experiencia ni el conocimiento. Empieza la casa por el tejado. En lugar de alquilar el carísimo equipo de rodaje, lo compra. Todo es excesivo, exagerado, y de cartón piedra. La irrealidad y la desconexión toman forma en un rodaje que comienza con un casting machista y bizarro para elegir a la protagonista femenina y continúa a partir de ahí en una montaña rusa de ocurrencias y malas decisiones.
En una de las secuencias más divertidas, que aparece casi entera en el trailer, Wiseau, con botellita de agua vacía en la mano, debe repetir la misma toma más de treinta veces. Solo tiene que decir una frase, pero no para de olvidarse del texto. ¡Un texto que él mismo escribió!
Aunque aún más disparatada es la secuencia en la el personaje interpretado por Sestero cuenta una historia trágica y Wiseau la resuelve con una ruidosa carcajada. Tommy da la toma como buena ante la estupefacción del equipo porque, según dice, en la vida real la gente hace cosas locas. Como si estuviese explicándose a sí mismo.
LA VERDAD vs HOLLYWOOD
Tommy no tiene miedo a expresarse frente a otros, a decir lo que le pasa por la cabeza y a hacer lo que le da la gana. Eso es algo que gran parte del resto de los mortales no podemos ni soñar, aplastados por ese concepto cambiante y aterrador que es la sociedad. Nosotros sentimos su mirada y nos hacemos pequeños. Desaparecemos. Nos limitamos a asentir en la cola del supermercado mirándonos los pies. Él, en clase de interpretación, se tiraba al suelo y gritaba, se retorcía. Se desnudaba, literalmente, como en esa escena de sexo al principio de The Room en la que se empeña en mostrar el culo a las primeras de cambio.
Sin embargo nada de eso produce ningún efecto en el espectador, no significa nada. Detrás de esa actuación descarnada, está el vacío. Wiseau no tiene miedo, pero tampoco verdad. No hace lo que siente, hace lo que piensa que debe sentir, lo que cree que hacen los grandes. Quiere ser Brando gritando el famoso ¨you are tearing me apart!¨, pero lo que Brando produce desde las entrañas, lo que expresa desde su corazón tras llegar a hacerlo suyo, en Wiseau es una mera copia. Una caricatura superficial. Una cáscara vacía. Tommy imita acciones buscando reacciones como haría un psicópata que carece de total empatía. Debe ser complicado conectar con la gente cuando se está completamente desconectado del mundo.
En otro momento embarazoso de la cinta, Wiseau se encuentra a un productor en un restaurante y se acerca a él intentando deslumbrarle con una actuación delirante a base de gritos que él, genuinamente, considera extraordinaria, digna de ser descubierta. Y sin embargo, consigue el efecto contrario. Cuando se ve de patitas en la calle, Wiseau está sorprendido. Se ve a sí mismo como un artista incomprendido, y quizá, a su manera, así sea.
Esta noción de lo que para Wiseau es el cine se pone de manifiesto cuando se disponen a rodar una secuencia violenta que se produce en un callejón y él se empeña en hacerlo en el estudio con cromas y efectos. El cámara le sugiere grabar fuera, en un callejón justo igual y Tommy le responde, sin ningún género de dudas, que rodarán dentro porque así es como se hace en Hollywood. Lo mismo sucede en las múltiples secuencias que transcurren en una azotea. Todo croma. Todo falso.
Y viendo lo que últimamente llega desde California, no podemos si no darle la razón. La lista de películas huecas que llenan los cines en todo el mundo es casi infinita. La tela verde, o azul, del croma se ha transformado en la localización más repetida en los platós. Las conversaciones, más allá de ser planas y no hacer avanzar la historia, se han transformado en una tortura china al percibirse que la mitad de los personajes ni siquiera están allí. Que ni siquiera existen. Pero la recaudación de estos productos es mil millonaria y los productores se limitan a seguir la fórmula a pies juntillas.
Quizá esta concepción insustancial del cine se pueda extrapolar a nuestras vidas y cómo estas encajan en lo que se espera de nosotros. ¿Vivimos como queremos o como pensamos que es aceptable? ¿Somos meras réplicas de algo anterior a nosotros? ¿Tenemos ciertas reacciones sólo por haberlas visto ya antes? A nuestros padres quizá? ¿Amigos? Parece que estamos condenados a repetir los mismos errores que ellos. Más aún, no nos atrevemos a hacer algo distinto como si nos diese miedo salirnos de un patrón escrito. Quizá en esto Wiseau nos pasa por encima. Él al menos sí vive como quiere.
Y él quiere ser actor y hacernos llegar su mensaje por encima de todas las cosas. Con todo el sufrimiento.
ACTOR vs FAMA
Ser actor es algo diferente. Continuar al pie del cañón en interminables castings que menoscaban tu autoestima tiene mucho mérito. Hay pocas profesiones que afecten tanto a nivel personal: no rechazan tu actuación, te rechazan a tí. Y una vez ante la cámara, todas tus inseguridades quedan al descubierto. De todos los que participan en un rodaje, los que están delante son los se llevan las flores, pero también los tomates.
Hay que estar hecho de otra pasta para seguir luchando contra los elementos, los prejuicios y los amiguismos en algo tan subjetivo como es la interpretación. Algo tan personal y tan sutil como aristas puede tener un personaje. Es evidente que hay actores que no dejan lugar a dudas, los buenos y los malos, pero también que hay miles, millones, que están donde no deberían. Al final del camino, las opiniones son como las posaderas, que todo el mundo tiene unas.
Es curioso que comportamientos como los de Tommy los veamos como los arrebatos de un paria y sin embargo, a cualquier otro artista consagrado, no solo se le permitirían tamaños desmanes, sino que alguna turba de aduladores le llegaría a aplaudir con las orejas. En este caso se da la paradoja de que el mismo público que se reía y burlaba de Wiseau en sus inicios, ahora lo alaba por ser conocido, por aparecer en los medios. A veces la línea que separa lo genial de lo absurdo es tan corta o larga como la longitud de un nombre famoso.
Se nota que Franco tampoco lo tuvo fácil en sus inicios por la forma en que hace honor a este oficio tan duro. En pleno rodaje de The Room, a una de las actrices de la película, la de más avanzada edad, le preguntan que cómo hace tantos kilómetros para rodar una película que todos saben que no va a ningún lado. Y su respuesta es tan clara como que eso es lo que son, actores y un actor, actúa.
VIDA vs THE ROOM
Sestero empieza a salir con una chica que conoció en un bar y la extraña pareja se transforma en trío. Eso que no deja de ser algo natural en la vida de un joven, para Wiseau es la piedrecita que arrastra a la montaña al derrumbe de su relación. Hasta entonces todo se había mantenido en un frágil equilibrio, parecido a tener media cabeza dentro del agua pero la nariz fuera. La novia, a ojos de Wiseau es ese ser despreciable que ha venido a robarle lo que es suyo. El mismísimo diablo.
Uno de los momentos más tensos y a la vez ridículos de la película ocurre cuando Sestero le cuenta sus planes de vivir con su novia y Wiseau, aliviado, le responde que eso no, que no hay sitio en su casa para una persona más, que no puede ser. Como si de esa manera borrase a la chica de la ecuación hasta hacerla desaparecer del todo. Sestero, visiblemente incómodo, se ve obligado a explicarle, como si fuese un niño, que serán ellos dos, su novia y él, los que buscaran un piso.
A pesar de alegrarnos por Sestero, no dejamos de sentir pena por Wiseau. Otra vez solo y abandonado a su suerte, ve que esa oportunidad que tenía de ser feliz, de sentirse aceptado y querido, se esfuma.
En ese cuesta abajo y sin frenos, Tommy saca lo peor de sí mismo, desahogándose en el rodaje con cualquiera que se le cruce por delante. Se transforma en una suerte de director tirano que carece del más mínimo talento y solo se impone a base de talonario hasta acabar poniéndose a todo el equipo en contra. Incluso Greg y él casi llegan a las manos en una secuencia que parece haber escrito, o reescrito, traspasando la realidad, y en la que el personaje interpretado por Sestero ha traicionado al de Wiseau.
Una parte de Tommy se da cuenta de que las cosas se han torcido de mala manera, pero no sabe como arreglarlo. Despide a todo el equipo y se queda solo con Sestero y los nuevos técnicos. Los lleva a aquel parque donde Sestero y él jugaron a pasarse la pelota y donde rodarán la última secuencia de la película. Una manera infantil de pedir perdón y regresar a ese momento en el que eran tan felices. Tommy tiene la pelota en la mano. Las cámaras están listas. Pero ya no hay vuelta atrás, Greg ya ha tenido bastante y, por fin, le suelta todo lo que lleva dentro antes de darle la espalda y desaparecer para siempre.
THE DISASTER VS THE ARTIST
Pasados los años, Sestero actúa en un grupo de teatro underground y recibe la visita de Tommy diciéndole que The Room tiene día de estreno. Esa espinita clavada, esa llama en lo más hondo del corazón de Sestero, parece avivarse esperanzada, a pesar de que puede imaginarse que, al volver a juntarse con Wiseau, la locura volverá a adueñarse de su vida. La idea de un estreno en cine, con espectadores, pantalla grande, y él como pieza central, fruto de tanto sacrificio y horas de trabajo, es suficiente como para mirar a otro lado.
Y el estreno es un desastre de proporciones épicas, donde esa visión dramática pretendida por Wiseau se transforma en una comedia involuntaria de la misma manera que esta comedia de James Franco se convierte en un pequeño drama. Como si las dos películas y las dos realidades se alimentasen la una a la otra en un turbio juego de espejos.
Aquí, The Disaster Artist apuesta por un final agridulce, en lugar de ese en el que todos acaban más rotos y desmembrados de lo que comenzaron. En la vida real, Wiseau no aceptó tan de buen grado esa recepción a base de carcajadas. Al menos no de la misma manera en que aquí la abraza para auto convencerse de ser digno merecedor del aplauso. El éxito al fin.
Sestero escribió el libro del que se nutre The Disaster Artist a modo de catarsis y años después los dos se han reconciliado de alguna manera e incluso piensan en nuevos proyectos juntos.
Aún hoy se programa The Room en algunos cines de Los Ángeles. Y más de uno dice haber visto a Wiseau y a Sestero aparecer por allí.
Como la vida misma.
JAMES FRANCO vs DIRECTOR
James Franco es un alma inquieta que no para de hacer cosas delante y detrás de la cámara. Desde papeles secundarios en películas desconocidas a principales en películas de grandes estudios. Documentales, trabajos más intimistas, adaptaciones literarias. Su ritmo es vertiginoso y de vez en cuando nos sorprende con relatos tan curiosos como este.
Esta película la dirige sin aspavientos, dejando que la propia historia evolucione hacia un final de forma satisfactoria. Se echa de menos algo más de inquina, de crítica feroz, pero a la vez se agradece el tono cálido con el que relata todos esos momentos estridentes entre bambalinas. Acaba aportando un ritmo pausado a una historia que quizá se queda a mitad camino, pero que me resultó interesante y agradable de ver.
TOMMY WISEAU vs JAMES FRANCO
La actuación de James Franco, merecedora de un globo de oro, es realmente fabulosa. Puede parecer sobreactuado con un acento excesivo, pero una vez vista The Room, todo el engranaje toma forma. Llega un momento en el que se te olvida que estás viendo a James y no a Tommy. Una transformación total. Él es la película.
Sin embargo, y esto creo que es más por cuestiones del guión y de lo que a Franco le han permitido contar, echo en falta un tono más negro. Algo más en la mirada que me remita a ese lodazal pegajoso que se estancaba dentro de Tommy. Aquí a Wiseau se le perdona demasiado rápido. No llegamos a sentirle como una amenaza, sino más bien como un contratiempo. Acaba siendo un tanto paródico cuando podría haber sido muy profundo.
DAVE FRANCO vs GREG SESTERO
El pequeño de los Franco interpreta a Sestero de forma correcta, pero no da el papel. Greg Sestero era muy alto, con gran presencia física, y aquí tenemos que creernos a este chico bajito con barba falsa. Quizá esto último fuese una elección premeditada para remarcar la comedia en la película. Casi me molesta más esa risa tonta perenne en su cara.
Durante todo el metraje, Sestero vive bajo la sombra de su amigo Tommy de una forma similar a lo que le ocurre a Dave en la vida real con su hermano James. Solo en la escena en que ya se cansa de Wiseau y decide romper con todo, podemos ver algo de su personalidad. Como si Dave quisiese hacer lo mismo y desprenderse de ese hermano que lo fagocita. La metaficción en su máximo esplendor.
CONCLUSIÓN vs THE END
The Disaster Artist es una tragicomedia sobre el sinvivir de un actor sin trabajo, de un hombre sin vida. De un sueño y una pesadilla. De amor y odio. De esa fina línea que separa al artista del paria, al hombre del personaje. Y cómo también es muy fina la que separa a un hombre de otro. De ese punto en el que dos almas se encuentran.
Se recomienda disfrutarla después del visionado de The Room, no solo para comparar las escenas, tal y como hace Franco con los títulos de crédito, sino para comprender a Tommy Wiseau. Una persona que busca engancharse a la vida. Y al mundo.
VALORACION FINAL
The disaster artist: 6.7/10
The Room: 3.2/10
*Ambas películas han conseguido aumentar mi valoración al observarlas como un todo, en una simbiosis casi perfecta.
Buenas @juagarsa, este post se ha votado a través del Proyecto Cervantes 'Posts de Calidad'. Un saludo.
Gracias, Proyecto Cervantes! :-)