LA ÚLTIMA GOTA DE AGUA. Parte 2 Purgatorio | Cuentos de futuros apocalípticos. 4/6

in #spanish5 years ago

Sé testigo de la destrucción global de un planeta. Conoce en estos diez cuentos al ser humano, maestro indiscutible en el arte de romper las reglas, y sus esfuerzos por absorber hasta la última gota de agua de su entorno con la intención de hacer crecer su empresa. Lee, aprende y prepárate, que pronto él podría invadir tu espacio y arrasar con todo, dejándote en la desolación. ¿Qué camino tomará la humanidad si el agua potable se agota en el planeta?


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Qore

LA ÚLTIMA GOTA DE AGUA es una colección de cuentos de futuros apocalípticos y ficción especulativa que publiqué en AMAZON en 2016. Espero los disfrutes.
ISBN-13: 978-1535241380
ISBN-10: 1535241381

Adiós 2/2

Cuando los pasos asustados de Bruno dejaron de escucharse, Mery hizo un gran esfuerzo por sacar de debajo de la almohada su teléfono móvil. Al producirse el primer terremoto ella se hallaba en su habitación y una enorme repisa llena de adornos le había caído encima. Por el intenso dolor que sentía en la espalda podía predecir que su columna estaba seriamente lastimada. Apenas había logrado llegar a su cama, pero a medida que pasaba el tiempo su condición empeoraba, impidiéndole moverse.

Con manos temblorosas encendió el aparato, y mientras esperaba a que el sistema se cargara, se secó las lágrimas que le marcaban las mejillas. Como lo había sospechado, no tenía señal, y le quedaba muy poca carga a la batería, pero con algo debía distraerse. Sabía que ese era su fin.

Suspiró hondo mientras revisaba la bandeja de correos enviados. Ahí estaba el que le había escrito a su tío la noche anterior. Decidió leerlo para así olvidarse de la sensación de miedo que comenzaba a dominarla.

«Querido tío:
San Francisco se ha vuelto un caos a causa de los temblores que se han producido durante los últimos días. Muchos hablan de la pronta llegada de un terrible terremoto, algunos vecinos piensan abandonar la ciudad este fin de semana. Lo ocurrido en el resto del mundo ha aumentado la incertidumbre.
Mi casa fue invadida. Alguien entró e hizo trizas el despacho. Robaron el computador y el material que guardábamos en los archivos físicos. Sé que buscaban los documentos de Dylan.
Bruno está angustiado. Quiere solicitar protección a algún organismo a cambio de esos papeles. Después de los terremotos ocurridos en varias partes del planeta, de las erupciones volcánicas, las inundaciones y los grandes incendios, las potencias estarán más ansiosas por asegurar los recursos que salvaguardaran a la humanidad. Como el agua almacenada en el Amazonas.
Si tuviéramos la seguridad de que tan solo irían por esa agua, sin que destruyan el resto de las riquezas que con dificultad se han mantenido en pie en esa zona, los entregaría. Dylan me advirtió de los peligros antes de morir, y no puedo fallarle. La persona que él me indicó para enviársela aún no ha respondido a mis mensajes.
Pero me es imposible seguir manteniendo esa información aquí. Si algo me sucede y cae en manos equivocadas, Dylan jamás me lo hubiera perdonado. Por eso te la envié por correo privado, para que te llegue cuanto antes.
Lamento tener que obligarte a enfrentar esta angustia, pero aquí los temores aumentan y no puedo proteger ese legado.
Ora por mí, tío, tengo miedo, mucho miedo».

Una lágrima rodó por la mejilla de Mery al terminar de leer el mensaje. La noche anterior su tío lo había recibido, pero ella nunca llegó a obtener una respuesta. Hubiera dado lo poco que tenía por unas palabras de consuelo.

Dejó caer sus brazos sobre el colchón y se quedó muy quieta, con la mirada fija en el techo.

La calma comenzaba a resultarle apabullante.

Su corazón propulsó las palpitaciones al oír el sonido lejano de un helicóptero. Pronto desalojarían a los habitantes, nada quedaría en aquella tierra. Solo ella. Las réplicas seguían sucediéndose, aunque con menos intensidad, pero la casa no resistiría más. Los fuertes terremotos habían afectado a las columnas que la sostenían.

No tenía maneras de avisar que estaba en espera de ayuda, ni le quedaban fuerzas para levantarse. Se abrazó a sí misma y lloró.

El sonido de algo que se acercaba la silenció. Se esforzó por agudizar el oído e intentar descubrir de qué se trataba.

El corazón casi se le sale por la boca al imaginar lo que ocurría en el exterior.

—No… —exclamó.

El mar. El temor más grande que sintió después de los terremotos fue el de la posibilidad de un tsunami, pero la discusión con Bruno y el malestar que sentía por la herida infringida en su columna le impidió cerciorarse de lo que ocurría afuera.

La respiración se le agitó y repasó con rapidez la habitación buscando entre las ruinas una respuesta. Debía levantarse, ir a un lugar alto, pero el simple hecho de pensar en ello le causaba dolor.

Su teléfono móvil sonó, sobresaltándola.

Revisó con rapidez la pantalla. Había llegado un mensaje en su bandeja de entrada. La señal iba y venía. «Mery, he movido cielo y tierra para que vayan en tu búsqueda. Ten esperanzas».

Era de su tío, lo había enviado después de los terremotos, pero por las fallas en la señal le llegaba el mensaje en ese momento. La chica arrugó el rostro en una mueca desolada. ¿Buscarla? ¿Con tantas emergencias surgidas por la tragedia?

Las esperanzas se le habían extinguido. El tsunami se acercaba y la arrastraría consigo.

Cerró los ojos. Sabía que moriría, aunque hubiera preferido hacerlo entre seres queridos, para luego contar con un lecho donde sus restos pudieran reposar. Pero lo haría sola, acompañada por sus recuerdos y por ese miedo horroroso que no la abandonaba. Quedaría sepultada entre metros de agua salada, siendo alimento para peces.

—¡Mery! ¡Mery! —gritaba su mente, que utilizaba la voz de sus padres fallecidos para seducirla y atraerla—. ¡Mery! —oía que insistían, aunque sus temores y el sonido cercano del tsunami le impedía reconocer la procedencia del llamado.

Una mano cálida se posó sobre su brazo, y calcinaba su piel helada por el miedo y la cercanía de la muerte.

Quiso abrir los ojos y acabar con aquello de una vez por todas, ver la luz de la que siempre le relataron y entregar su alma al destino que la esperaba, pero le era imposible, los párpados le pesaban.

La mano ahora la acariciaba, impregnándola de calor. No obstante, una violenta sacudida la alejó de sí. Era otra réplica del terremoto, acompañada por el rugido atronador del agua que irrumpía en los alrededores de la casa.

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