Concurso Cervantes: 8ª Entrega. Un Saturno distinto.

in #spanish7 years ago

Fuente

Saturno devorando a su hijo. Francisco de Goya (1819-1923).


Para el que conoce un poco de mitología griega o romana, que en muchos casos encuentran similitudes, el titán Saturno (o Cronos) era el supremo gobernante de los cielos tras derrocar a su padre, el titán Caelus (o Urano). Por temor a ser derrocado también por sus hijos, se dispuso a comerse a sus hijos varones, pero uno de sus hijos, Júpiter (o Zeus), es escondido de él. Júpiter logra vencer a Saturno y los titanes, dando fin al Reinado de los Titanes y comenzando el Reinado de los Dioses.

Cuando escuchas esto, solo puedes imaginarte en la figura de Saturno a un ser despiadado y vil, capaz de los actos más grotescos con tal de alcanzar y de mantener el poder. Un monstruo. Goya plasma perfectamente la expresión de demencia de un ser así en Saturno, mientras engulle a su prole. Goya vio en Saturno a ese ser demoníaco y perverso que gobierna con crueldad los cielos.

Sin embargo, el Saturno villano, aquel que retrató Goya, no es el único Saturno que existe. Hay versiones distintas del relato mítico: sobre cómo Saturno alcanza el poder, sobre cómo Saturno lo mantiene y sobre qué sucede con Saturno tras ser vencido. Hoy quiero, basándome en algunas de ellas, presentarles una versión diferente de este titán.


Saturno, el glorioso rey de los cielos.

El anciano me invitó a acercarme al fuego. Con su temblorosa voz me dijo que me contaría la verdad del origen de todo. Tenía la hoz de Saturno grabada en su túnica y maldecía a los adoradores de su hijo, Júpiter, quien habría acabado con su reinado. Yo no soy romano, pero decidí escuchar los delirios del viejo para pasar la noche previa a la batalla.

Saturno era el hijo menor de Caelus y Tellus, el Cielo y la Tierra, reyes entre los primigenios y los mortales. El poder absoluto sobre los primigenios había embriagado a Caelus para el momento en que Saturno nació. Constantemente, mientras crecía y se volvía un primigenio poderoso como sus hermanos, Saturno observaba como Caelus azotaba sin piedad a Tellus con vientos huracanados y tormentas mientras acababa también con la vida mortal en la tierra.

Un fatídico día Tellus se reunió a escondidas con sus hijos, implorando su ayuda para acabar con el reinado de Caelus y devolver la paz al mundo. El mayor de ellos, Titán, un primigenio orgulloso y vil como su padre, convenció a sus hermanos de ignorar las peticiones de su madre, convencido de que era imposible vencer al Cielo y que solo arriesgaría su derecho a gobernar después de él. Sin embargo, Saturno, cansado de ver los abusos que cometía Caelus como supremo rey de los cielos, accedió a ayudar a Tellus a destronar a su padre.

Tellus creó entonces una gran hoz para armar a su valiente hijo y lo ayudó a tender una emboscada contra Caelus. Cuando este se distrajo, Saturno cortó su miembro con la poderosa hoz, dejándolo en eterna vergüenza y reduciendo así su poderío. Tras el asalto, Caelus bautizó a los primigenios como titanes, los que abusan, en honor a su primogénito, quien había permitido tal ultraje. Vencido, Caelus no pudo gobernar los cielos.

Entre los titanes empezó entonces una discusión sobre quién debía ascender al trono de los cielos. Titán, el mayor y más poderoso de ellos, se dispuso a tomar el poder pero al ver el deseo de Saturno por gobernar, decidió engañarlo para asegurar a futuro su propio trono. Titán veía a Saturno como una amenaza ya que podía traicionarlo como había hecho con su padre, así que ofreció el trono de los cielos a Saturno con la condición de que no pudiese criar hijos varones, de manera que al acabar su reinado, el trono volvería a ser de los titanes y no de su descendencia.

Saturno aceptó sin entender el poder de esas palabras.

Por años, Saturno gobernó con rectitud y justicia sobre todas las cosas, siendo amado por titanes y mortales. Desposó a su hermana Ops, con quien tuvo tres hijas. Cuando nació su cuarta descendencia, un varón, Saturno recordó con horror las palabras de Titán.

Ops y Saturno trataron de ocultar a los hijos varones, traicionando el convenio hecho. A pesar de ello, Titán logró descubrir la treta y, loco de ira y sediento de sangre, forzó a su hermano a comerse a sus hijos. Saturno, descorazonado se vio obligado a hacerlo ante la imposibilidad de ganarle a su hermano en combate singular. Mientras engullía uno a uno a sus hijos varones, la locura y el dolor se apoderaban de su mente. Cuando solo faltaba el más joven, Júpiter, Saturno no pudo continuar y se comió una de sus hijas en su lugar, engañando a Titán, con la esperanza de que ese hijo algún día lo ayudase a vencer al despiadado hijo de Caelus.

Júpiter fue llevado lejos hasta su adultez, entregado a los Gigantes para que le adiestrasen en el combate y forjasen para él las mejores armas. Se volvió así el rey del rayo, y se entrenó para vencer. Tristemente, Júpiter no conocía nada de lo acontecido. Solo le habían dicho que debía recuperar la paz en el mundo.

Un día, uno de los gigantes le relató la noche en que Saturno devoró sus hermanos. Júpiter, cegado por la ira y sin comprender los motivos de su padre, se dirigió al Olimpo y venció en combate a todos y cada uno de los titanes. Se proclamó Rey de los Cielos y desposó a una de sus hermanas. Ese día Júpiter encerró a los titanes en el Inframundo con excepción de sus padres, a quienes condenó a vagar por el mundo de los mortales por siempre.

Saturno, quien no tuvo oportunidad de explicar nunca lo sucedido a Júpiter, huyó a la región de Lacio, donde gobernó a los mortales e inició la Edad de Oro. Durante su reinado, la hambruna cesó y siempre era primavera. Y los mortales adoraron a Saturno una vez más.

Al saber Júpiter de los destinos de su padre, bajó de los cielos y lo sentenció a pasar la eternidad con el resto de sus hermanos en el Inframundo, donde aún espera ser liberado.

Para cuando el anciano concluye su historia el Sol empieza a asomarse en las costas de Cartago. Mi fe tiembla ante las palabras de este hombre. A pesar de ser él un romano, siento en mi corazón que sus palabras son verdaderas. Me pregunto otra vez como una civilización tan corrupta y falta de principios puede considerarse soberana en el mundo. Maldigo mil veces por Roma. Maldigo mil veces por sus dioses.

Mi nombre es Aníbal Barca y algún día destruiré todo en lo que creen.


Basado en los mitos romanos de Saturno y Júpiter.


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Una visión diferente e interesante. Te deseo mucha suerte! Un saludo.

Muchas gracias :) Saludos!

Buen relato, finamente contado :)

Bueno. me gusto e final jaja

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