El Enigma de Baphomet. Novela. (60)

in #spanish7 years ago (edited)

—Lo que más me duele es la traición del Rey.
—¿En qué consistió la traición?
—Jacques de Molay, el Gran Maestre del Temple, vino desde Jerusalem a París a entregarle al Rey de Francia, en persona, el dinero, dos arcas llenas de oro en préstamo; y el día de la entrega, su brazo derecho, el ministro Nogaret cayó enfermo a los pies de Jacques y del Rey. Aquel día, yo vivía en la misma Tour Grosse del castillo del Temple.

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(Tomada de: https://fr.wikipedia.org/wiki/Tour_du_Temple)

Me hospedaban en una alcoba de privilegio para dignísimos invitados. Había culminado el experimento para curar las calenturas, con éxito, en todos los enfermos. Ni uno solo se me había muerto. Jacques de Molay se ocupó de que me llevaran a Nogaret a nuestro castillo.
—¿Y por qué no te acercaste a París a curarlo?
—Porque yo no curaba con magia sino con utensilios que tenía instalados en nuestro castillo templario.
—¿Estaba muy lejos de París el castillo templario?
—Tardaron medio día en traérmelo. Los jinetes más veloces se turnaron en la urgencia para venir a avisarme previamente con un escrito diciendo que el Gran Maestre del Temple, Jacques de Molay, venía acompañando al Rey para que yo curara a su ministro Nogaret, que se estaba muriendo, y que preparara todos los utensilios mientras me lo traían.
—¿Y Jacques de Molay no sospechaba que el rey de Francia era malvado?
—El perverso es Nogaret. El Rey siempre disimulaba delante de Jacques. Se mostraba respetuoso, y, en ese momento, muy preocupado por la gravedad de su ministro.
—¿Tú no tenías acceso a Jacques para abrirle los ojos y que no se dejara engañar por esas alimañas?
—Yo esperaba nervioso, con los humores agitados. Nunca he estado tan alterado, ni siquiera ahora que estoy perseguido a muerte. Uno llega a acostumbrarse a convivir con los mayores sufrimientos. Cuando llegó el Rey con los cortesanos, Jacques, que se encontraba detrás de él, me hizo una seña levantando la ceja advirtiéndome que tuviera mucho cuidado. Jamás el Rey de Francia había presidido un cortejo semejante. Después, Jacques partiría para Roma a preparar la última cruzada con el Papa Bonifacio. Ya se había percatado de que al Rey poco le importaban las Cruzadas, o quizás nada; y se había enojado cuando Jacques le pidió apoyo y ayuda humana, a pesar de haberle prestado la gran fortuna del Temple que consistía en 5000 florines de oro y la reserva: 10000 sólidos antiguos de oro, “solidus aureus” del Emperador Constantino, con el objeto de comprar al Rey inglés toda la provincia de Caurs con sus habitantes, que pasaron a ser súbditos de Felipe IV de Francia.
—¿Y cómo curaste al ministro?
—Cuando llegó, ya tenía la gran caldera hirviendo, pero el ministro Nogaret llegó muerto. Yo, al verlo tan blanco miré al Rey y me entendió perfectamente que ya no había remedio. Apliqué el oído en su pecho. Y me llevé una sorpresa pues oí algo. El corazón todavía latía débil, por lo que entendí que había cierta esperanza. Nogaret no era tan joven ni apuesto como el Rey al que le sacaba ocho años, pero era más fuerte si cabe, lo que coadyubaba a mostrarse siempre poderoso y despiadado. Era el que decidía los asuntos de estado, y lo tenía delante de mí, yerto. Cuando salían de la sala todos los hombres de la corte, le dije al Rey que antes de amortajar a su ministro intentaría resucitarlo.
—¿Y no les dijiste que todavía estaba vivo?
—Si hubiera dicho que estaba vivo y se me moría en el experimento, allí mismo, el Rey me hubiera cortado la cabeza con la espada. Su mirada era criminal y el movimiento de sus cejas revelaba un ímpetu cruel y sanguinario. Entendí que debería actuar con suma cautela.
—¿Y qué hiciste, entonces?
—El mismo tratamiento que a todos los enfermos de calenturas en mis experimentos.
—¿Cómo empezaste?
—Había mandado construir a los carpinteros una artesa de tres varas y media de larga con una capacidad de 63 cántaros. La caldera de cobre la había mandado hacer con una capacidad de 51,625 cántaros.
Al oír esos números, el fraile tomó un palo y, frenético, comenzó a hacer operaciones matemáticas en el suelo (51,625 x 8 = 413). Terminó diciendo:
—Vas por buen camino. Los números son perfectos. Con el 63 tenías ganada la partida. Nogaret no podía estar muerto. ¿Tú sabes el porqué de ese número decimal: 51,625?
—No tiene explicación alguna, así me hizo la equivalencia con las medidas persas el templario que me tradujo los escritos antiguos en el castillo de San Juan de Acre, después de haber llegado ilesos de la batalla de Chipre.
—¡Claro! ¡Está clarísimo! Te lo tradujo a azumbres, (18) “cuatrocientos trece”, y ese número es la suma de los números de las ocas en el tablero. (5+9+14+18+23+27+32+36+41+45+50+54+59 =413)

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—¡¿Qué dices?!
Gotier comenzaba a sentirse confuso.
.

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............................

18 Azumbre:
(Medida de capacidad para líquidos, que equivalían a dos litros. (2,05 litros en Castilla. Ocho azumbres equivalían a una cántara: 16,13 litros.)

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