El Enigma de Baphomet. Novela. (18) (Seguimos con la novela)

in #spanish7 years ago

Enfrascado en la tristeza por su muerte, recibí una llamada de Leo. Me comunicaba que a sus padres les pareció bien el viaje a París siendo yo el tutor que lo dirigía, y en ello quedamos.
Cuando Leo me entregó los folios con los que hemos confeccionado el episodio de su primera estancia en París, yo no les di el visto bueno a unas líneas, porque me parecía que publicar sus emociones íntimas en el abrirse a la vida no venía a cuento, pero él se ha empeñado en publicarlas, así que, aunque parezcan fantasías juveniles, dice que pertenecen a los momentos de su descubrimiento y no tiene por qué ocultarlas. Es suya la decisión y yo se la respeto: las publicaremos en la tercera parte de este libro.
Leo descubrió en Paris el resto de los escritos medievales robados en el Bierzo por Counillac, durante la Guerra de la Independencia en 1808-09:
Los soldados franceses se llevaron, furtivamente, gran parte del patrimonio cultural y artístico de estas tierras;

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y, a pesar de presumir de refinamiento en los modales, profanaron y destruyeron innumerables tumbas buscando joyas, sobre todo de reinas castellano-leonesas en iglesias y monasterios. A Napoleón Bonaparte le interesaron mucho las obras artísticas antiguas de cualquier lugar del mundo, a pesar de que se le ha tachado de ser un zote en el terreno de las artes.
En uno de los apuntes de Counillac, de pasada, relata la lucha leonesa: los aluches.
El “comandante” Counillac —por lo que se ve, después de la retirada de España, ascendió un grado en el ejército — se llevaba, además de lo relatado, una sagrada cena románica de gran valor

Captura de pantalla 2017-08-11 a las 11.57.47.pngy otras tablas de los siglos XII y XIII, pero, en su huida un tanto desorganizada, se las arrebataron los forzudos luchadores de Sahagún de Campos como narra él mismo en otras líneas salteadas.

De tal manera que los pergaminos de Martín, Gelvira y Roderico traducidos por Clara y Leo y llevados a la prosa del español actual, y que son el “corpus de nuestro tratado” estaban ocultos en dos grandes bloques: en la maleta del mendigo del pie cortado en Astorga y en el baúl de Madame Denisse Counillac, en París, que más adelante nos relatará Leo.
Y todavía nos quedan por descubrir los tres o cuatro pergaminos para terminar nuestro tenaz empeño: los que perdió Martín en Asia. Entre ellos, la miniatura de San Gregorio el Iluminador. Y el último de todos, el original de la segunda hoja de 1235, que ya lo damos por perdido para siempre. De haberlo encontrado, ya hubiera sido demasiada suerte.
A pesar de mi satisfacción por reemprender la búsqueda, me quedó un “remusguis” en el estómago porque me disponía a utilizar a Leo, algo que siempre había criticado cuando lo hacían otros profesores. No obstante, ya era mayor de edad, y con ello me justificaba.

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Excelente narración, me gusta tu obra, saludos, te sigo :)

Gracias. Seguiré publicándola gratis para los steemians. En papel es incómoda porque el libro pesa un kilo y además cuesta 24 euros.

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