El enigma de Baphomet (204)

in #spanish6 years ago

Captura de pantalla 2018-08-31 a las 8.39.41.pngAl día siguiente, sin consultármelo, mientras Rechivaldo estaba en Astorga y yo paseando nervioso entre las murias y las praderas, no se le ocurrió mejor idea que recurrir a la Reina María de Molina enviándole un mensaje con la siguiente leyenda después de los encabezamientos: “Un templario convicto, encarcelado y condenado a muerte, ha pedido dos últimos deseos: que lo confiese yo de sus pecados para morir en paz con el Altísimo, y que quiere ver a Gelvira, la nodriza del infante, antigua conocida suya, a la que tiene que pagarle una deuda. Sin ver satisfechos estos dos últimos deseos no morirá tranquilo. Espero que Vuestra Alteza le conceda estos privilegios, dado el llanto en el que se abate”.
Cuando me lo dijo, estuve a punto de tirarme a su cuello y asfixiarlo. Si hubiera tenido una daga, allí mismo lo hubiera dejado muerto. “¿Cómo puede habérsete ocurrido tamaño disparate? —le grité con toda mi furia acumulada—. ¿Cómo puede habérsete ocurrido revelar, y nada menos que a la Reina, que Martín es templario?”

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Trató de convencerme con argumentos varios, de que no había más salida que la recomendación de la Reina, que me calmara y lo escuchara, que él también había dudado, pero que consideró la mejor opción posible. Rechivaldo estaba seguro de que ablandaría con creces el corazón de la Reina, muy compungida todavía por la muerte de su hijo el Rey Fernando IV; y yo seguía malpensando que, si accedía a las peticiones de Rechivaldo, por algo sería...; que una viuda entrada en años pero aún enérgica y lozana, por muy reina que fuera, pudiera estar ansiosa de hombres en su lecho, y un clérigo podía ser la presa perfecta para no comprometerse y ser el mejor de los mejores para guardar el secreto de sus placeres; sin embargo, saber que Martín había sido templario, sólo acrecentaría la terquedad de las autoridades y se reforzaría en el mandato de matar a todos los templarios, mandato que la reina había recibido de su hijo, el joven rey muerto recientemente, el Rey Fernando IV.
Después de un buen rato, algo me serené pensando que un resquicio quedaba en la posibilidad de que yo estuviera equivocado, y Rechivaldo en lo cierto, pero, con el enfado que había guardado tragándomelo, me salían las tripas por la boca y un dolor de cabeza no me dejaba pensar tranquilo.

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CAPÍTULO 65

65
“...Roderico ... XI, sol sou nomne...”
No había pasado una semana cuando me enseñó un pergamino con sello de la Reina concediéndole lo que pedía con orden expresa para que el alcalde de Astorga lo dejara pasar a la ergástula donde Martín permanecía enjaulado.
Me dijo:

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