Cuando conocí lo que era el Islam (12)steemCreated with Sketch.

in #spanish7 years ago

Yo le dije al Ulema que conocimos a Yamal y que era una bella persona ( supusimos que aunque nos engañó para colarse en nuestro coche sin pasaporte, sus razones políticas tendría, y entonces nosotros éramos muy respetuosos con la vida interna de cada cual, de tal manera que nunca más le preguntamos por la razón de aquel incidente ) y hemos conocido en estas vacaciones a mucha gente admirable también, y ahora lo estábamos conociendo a él, y que todos nuestros amigos musulmanes nos parecían excelentes pero… y el pero siempre venía a lo que dice El Corán, y el peligro que suponían esas suras que a mí tanto me inquietaban y que suponían un handicap para reconocer el Islam únicamente como una religión, porque el Islam es más que una religión, es un habito de vida con una praxis de total control por parte del resto de la sociedad islámica que mira mal al que no practica y que por lo tanto veíamos que no respeta la libertad individual, nuestro bien supremo: “la libertad”.

Y seguí con las suras más incomprensibles para mí, por lo menos diez o doce; y lo llevé directamente a la sura 66:9 que dice sin remilgos que hay que matar y que bien traducidos ordenan matar, sí, matar sin más, liquidar, quitar de en medio a quienes no se conviertan al Islam.

El Ulema no me respondía a estas observaciones y a muchas más, y no quería profundizar, solo me decía que lo importante en el Islam es la PAZ, como desean en el saludo más cordial del mundo. Paz con mayúsculas y el trato directo con Aláh, sin intermediarios y sin un papa que sea divino y sin estatuas como las que adoramos los cristianos. Me decía que las estatuas no son más que madera pintada. Que los nuestro es idolatría a todos los cristus y a todas nuestras vírgenes y a todos nuestros santos patronos de cada lugar.

Yo le insistía en que para que yo viera como aceptable la religión islámica, por lo menos se deberían de borrar definitivamente esas tantas referencias a matar y matar insistentemente. Que por mucha paz que predique, y por muchas abluciones antes de entrar a la mezquita, y por muchos rezos de todos los hombres en perfecto orden para prosternarse ante la Divinidad, eso de matar me trastocaba y me hacía descalificar el Islam de raíz, porque en cualquier momento, no saltará uno solo y aislado sino pueden saltar en futuras generaciones cientos de fanáticos que se dediquen a matar a todo el que se ponga por delante, y además con la promesa de las uríes en el paraíso celestial.

La larga charla, aunque en algunos momentos fue tensa y mi amigo me hizo alguna seña de que bajara el tono tan duro y riguroso, porque él entendía que a veces lo estaba incomodando con algunas indicaciones muy severas por mi parte, discurrió hasta el final con suma cordialidad y con invitaciones mutuas para seguir conversando sobre aquellos términos.

Al despedirnos no nos insistió en mi conversión, pero quedó en el aire la de mi amigo, que no se había mostrado tan estricto como y; es más, cuando intervenía mi amigo, más que rechazo mostraba curiosidad por saber más y más sobre el Islam, a lo que el Ulema respondía sonriente y dejando a un lado mi última aseveración.

Fue muy larga la conversación. Salió con nosotros hasta la calle y con Yamal naturalmente, que, cabizbajo, veía frustrada su intención de que al hablar con el Ulema íbamos a salir convencidos de lo que él no había podido conseguir. No solo no se había reforzado su intención de convertirnos al Islam sino que se había desvanecido. Yo tenía mi “RENAUL 12, aparcado al lado del “MERCEDES verde claro” del Ulema. Nos lo mostró, yo creo que con cierto orgullo, pues un coche así era un signo de dignidad y respeto.

Le dije a Yamal que queríamos una foto con él pero no tenía ganas de fotos, no obstante le pedí por favor a un transeúnte que nos hiciera una foto y así salió. Oculto la cara de Yamal porque no era partidario de fotos.
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En el viaje de vuelta nos ocurrió un incidente con un policía de circulación, y durante el viaje Yamal me preguntaba qué suras son las que decía lo de matar y matar a quien no se convierta al Islam, con lo que nos demostró que no era tan conocedor del Islam como habíamos creído, y sobre todo habiéndolo visto esgrimir el libro del Corán a todas horas. Nos llegó a decir que él se limpiaba con papel higiénico con la mano izquierda porque con la derecha cogía El Corán. Era muy observante de todas las prácticas religiosas pero comprendimos que conocíamos El Corán mucho mejor que él, lo cual nos sorprendía a cada momento. Cuando llegamos a casa, seguimos nuestra conversación con Yamal y le dije que con El Corán abierto fuéramos buscando sura por sura, las que le había dicho yo al Ulema y que íbamos a traducirlas bien, con todo su valor de la lengua original.

Yamal era una buena persona pero un poco fanático lo veía yo. El Ulema conocía perfectamente y casi de memoria todas las suras del Corán. Así prosiguió la conversación con Yamal acerca de lo que habíamos estado hablando con el Ulema:

(Continuraré)

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