Un grito de ayuda que espera ser escuchado | Escritos de una mente desequilibrada XVIII
Tengo miedo, mucho miedo, ya no tengo manos o brazos de los que agarrarme para no caer, no tengo manos o brazos con los que poder sostenerme, en humo me convertí otra vez, solo una sombra que trata de imitar a la materia tangible que era. El abandono tenía tiempo que no se sentía tan real.
Un hambre, una necesidad, un ansia que no puedo satisfacer nunca, cada vez me consume un poco más, llevándose lo que soy, lo que queda, lo que tanto me costó descubrir y construir de la nada.
Ya no me llevo bien conmigo mismo, con mi mente, mis pensamientos, solo trato de buscar un estupefaciente que adormezca eternamente el malestar invisible pero indeleble que arropa mi ser.
Ya ni existo, solo evito pensar, sentir, ser; la consciencia es la mayor de mis maldiciones, no sé si la ignorancia sería mejor, solo a veces siento que ser idiota no es tan malo después de todo.
No, ni he sentido verdadera felicidad desde hace mucho, me engaño, o trato de engañarme con sonrisas y carcajadas que solo resultan ser pizcas, destellos de lo que ser feliz y estar bien es.
