Lo simple, lo bello y lo inútil.

Desde hace un tiempo el internet se ha visto saturado por unos objetos con apariencia de juguete que no dejan de girar. Me refiero a los fidget spinner. Para quien todavía no sepa de qué hablo, que vea este vídeo:

Me gustaría hacer hincapié en la simplicidad de la idea que hay detrás de estos juguetes. El hipnótico giro, casi continuo, se nos presenta como la encarnación de la primera ley de Newton. Si cambiamos el ángulo del eje de giro, notamos en nuestros dedos la inercia haciendo de su magia. Esto me resulta de lo más satisfactorio y bello, ya que siento cierta inclinación por las ideas y objetos simples, pero dado el éxito del juguete, parece ser que no soy el único en el que provoca este sentimiento. Efectivamente, estamos ante un caso particular de dos ideas, ante la manifestación física de dos arquetipos abstractos, o quizás tres: la simplicidad, la belleza y la inutilidad.

Desde tiempos inmemoriales, la belleza siempre ha estado asociada a la simplicidad, por un lado, y a la inutilidad por otro. Las cosas simples y puras resultan de lo más agradable a la vista, tacto, oído y demás sentidos, pero resulta que estas cosas tan bonitas suelen ser inútiles a efectos prácticos, y si no, pensad en el Discóbolo de Mirón o en la Capilla Sixtina de Miguel Ángel, ¿para qué sirven?

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Está bien, sirven para enriquecer más la ciudad de Roma y vaciar las carteras de los turistas, pero estoy seguro de que, cuando Miguel Ángel la concibió no tenía en mente que fuera a ser particularmente útil. Ideó tal maravilla por amor al arte, como muchos otros artistas. Queda claro, pues, que la Capilla SIxtina es inútil, pero ¿qué tiene de simple? Para responder a esta pregunta tengo primero que aclarar la distinción entre la simplicidad y la sencillez. La sencillez está más cercana a la humildad y la pobreza. Algo sencillo, en mi opinión, no tiene pretensiones. La simplicidad, sin embargo, se caracteriza por la perfección y por el equilibrio. Con perfección me refiero al sentido etimológico de la palabra, a la cualidad de aquello que está acabado y completo, que no le falta ni sobra nada. Vemos entonces que, si le quitásemos algo a la Capilla Sixtina, quedaría demasiado pobre, pero, si le añadiésemos algo más, quizás se vería demasiado recargada.

Veamos otro ejemplo para aclarar mejor que lo bello suele ser simple e inútil. Hay una forma musical que Bach cultivó mucho en el barroco. Me refiero a las fugas. En ellas el compositor alemán se sirve de la simetría para producir melodías y patrones musicales que a priori parecen muy complejos, pero que en el fondo se basan en simples frases musicales intercaladas las unas con las otras:

Si escuchamos con atención, nos daremos cuenta de que el tema que se introduce al principio es repetido después unas cuantas veces más, pero en voces diferentes con la mano izquierda (más graves). Mientras tanto, la mano derecha desarrolla el tema principal y amplia los horizontes de la composición para que el oyente no se aburra. La fórmula del éxito de las fugas, como he dicho antes, reside en su estructura simétrica y simple. Esto, no obstante, tiene una consecuencia inevitable: que las fugas sean de lo más inútil también. ¿Pero qué más da? Vinimos al mundo para admirarlo, no solo para hacer cosas útiles. A veces es más enriquecedor preguntarse el 'qué' y el porqué que el 'para qué'.

• Hyperion