La mística del subconsciente
Cuando estamos en un estado puramente contemplativo y no hacemos nada en absoluto sino pensar, hay dos partes bien diferenciadas en nuestra conciencia: por un lado está el fluir continuo de recuerdos que anhelamos revivir, el aluvión de ensoñaciones con que fantaseamos y el tropel de deseos que ansiamos cumplir. Por otro, encontramos lo místico e inefable; aquello de lo que nuestra voluntad consciente quiere desligarse pero que todavía subyace en lo más hondo de nuestra psique. Ideas cuya silueta se aprecia con nitidez pero cuyo contenido siquiera se vislumbra. En esta parte menos consciente, las imágenes son amorfas y carecen de partes definidas, son todos orgánicos e indivisibles, meras impresiones fugaces que se suceden en un peregrinaje intermitente hasta sublimarse en el sueño o convertirse en arte.
El verdadero artista debe servirse de esta segunda parte, pues son esas estampas difusas las que le dan autenticidad al arte, las que le confieren autonomía a la obra acabada y la erigen en calidad de 'extensión del creador'. Es entonces cuando el demiurgo da a luz a una parte de sí mismo que de otra forma se perdería en el inconsciente; cuando crea un mundo nuevo, un mundo en el que puede vivir.
Si . es cierto lo que dises . me gusto muchisimo .