Cuando se está en una reunión en la que no provoca quedarse uno suele buscar la puerta, esperando el momento perfecto para decir "ya es hora, me tengo que ir". Al terminar una clase universitaria se cruza la puerta para ir a otra clase, para compartir con los compañeros u amigos, para irse a la casa. Cuando una pareja discute fuertemente en la casa de una de las partes la anfitriona puede sentenciar "te vas de la casa", o al contrario, el ajeno dice "me voy de aquí". En todos los escenarios de nuestra cotidianidad que representan un cambio de lugar o situación se encuentra un elemento común: la puerta.

En un país donde las condiciones sociales y económicas invitan a sus habitantes a caer de rodillas (por fe ante movimiento revolucionario o por sumisión inducida) muchos han decidido irse con lo poco o lo mucho que tienen. Yo sigo aquí, en Venezuela, ni devoto ni derrotado (o al menos eso me gusta creer). Conozco a otros jóvenes que se encuentran en la misma situación, pero no se hablará de estos casos, al contrario, interesa volcar la mirada en los derrotados.

Los derrotados cruzan puertas de manera inconsciente en su día a día, todos lo hacemos en realidad en mayor o menor medida, la diferencia está en que estos lo hacen con el único objetivo de sobrevivir. Es afortunado aquel que aún tiene un tiempo para pensar y hacer cosas que delimitan en lo inútil... porque independientemente de la crisis económica del país, vivimos en una sociedad con una visión utilitaria.

¿Cuál puede ser el consuelo del derrotado ante una situación así? Un primer consuelo es estar en la frontera de la puerta, donde ni entra ni sale; un segundo consuelo es estar cerca de una puerta -metafóricamente- anhelando salir de la situación en la que vive, hasta anhelar con irse del país...aun cuando lo ve como algo improbable. Actualmente el transporte público -subterráneo y de tierra- se ha visto colapsado en la capital del país. No me quiero ni imaginar cómo estará en el "interior del país". Casi no hay autobuses, la mayoría están llenos y la unidad está saturada hasta la puerta; el metro (subterráneo) tiene retraso, por lo que también van a máxima capacidad en las horas pico, cuando la gente va o regresa de su trabajo. La caída de la casa de Usher. Especulo que al menos la mitad de las personas que usan el transporte público son derrotados o han estado derrotados en algún momento. Ojo, los derrotados no solo están así por la situación del país, sino por equis circunstancia que pueda afectar su estado de ánimo, yo he estado derrotado más de una vez, pero no me desviaré más.

No todas estas unidades de transporte público se encuentran llenas, pero hay una constante: la gente que se aglomera en la puerta de la misma. Hacia los pasillos puede haber espacio para que muchas personas se ubiquen, sin embargo, hay quienes de manera pasiva se ubican en la puerta y contemplan su existencia (o fingen contemplar su existencia y no se mueven ni un poco). Estas situaciones son molestas, en especial cuando alguien pide permiso para salir y ninguna de esas personas "contemplativas" se mueve un poco. Pero pensándolo con la mente fría, están en mitad del que probablemente sea el único consuelo en su vida ante su derrota. No están ni adentro ni afuera, están en la dimensión del consuelo; no necesitan pensar en qué deben resolver ese día, sino en la puerta que siembra en ellos la esperanza de que saldrán en algún momento de lo que tengan que salir. Las puertas del transporte público están llenas, con o sin espacio en el resto de la unidad, esta es la ciudad de los derrotados: que todavía tienen la esperanza de cruzar el umbral, pero no saben cómo. Yo tampoco sé cómo cruzar el umbral, pero me niego a ceder. No.