"Interestellar" y el tiempo

Fotograma de la película, fuente

He vuelto a ver Interstellar de Christopher Nolan. Esta vez me detuve a pensar sobre el asunto del tiempo y más que el tiempo la necesidad que ha tenido el ser humano desde tiempos pretéritos de controlarlo.

Las teorías nos confirman mientras pasan los años, que nuestras civilizaciones están fundadas en la capacidad de controlar la materia, de transformarla según nuestros deseos. La imagen del demiurgo está allí: cada cosa que imaginamos podemos crearla, toda literatura, todo cine, o mejor dicho, cada pensamiento proyectivo es de anticipación.

Tengo la certeza en lo humano y su capacidad de alcanzar lo que sea que se proponga, solo que la ansiedad de no vivir esos tiempos son los que afectan mi humanidad.

No se trata de un asunto del ego y la necesidad de vivir dichos tiempos. No. Se trata más bien de presenciar el asombro, porque si por algo pasamos nuestra vida en un ejercicio que pudiese parecer hedonista -y al hecho de leer, interrogar, investigar, vivir, me refiero- al buscar y buscar respuestas, como si fuese hambre.

Sí, a eso se parece la experiencia de vivir: un hambre insaciable de conocer, de ver revelaciones, de presenciar asombros y entregarse a ellos.

Fotograma de la película, fuente

Uno de los diálogos de la película se centra en que el viaje al espacio no es un asunto del individuo cuando se trata de pensar el tiempo, sino de la especie humana. Fue inevitable pensar en Mészáros, cuando habla de la construcción de la nueva sociedad y se refiere al sujeto que será capaz de construirla, es decir, el que entiende que no se trata, dicha construcción, en un asunto del tiempo del individuo, sino del colectivo; parece ser que he encontrado coincidencias entre la metáfora del filósofo y la propuesta transhumana del personaje de Nolan.

Mientras escribo esto, numerosos científicos se encuentran en una gran base en Suiza. Allí tienen el Gran Colisionador de Hadrones, un aparato capaz de acelerar partículas, hacerlas chocar a velocidades impresionantes, ¿con qué propósito?:

Recrear el big bang. La chispa sagrada, el primer pálpito que todavía se expande en el universo.

Fotograma de la película, fuente

Supongo que estos investigadores, estos hombres y mujeres detrás del proyecto, pensarán cada vez que salen de la base de trabajo, mientras ven lo que les rodea, ¿hacia dónde vamos, hacia dónde llegaremos?, podríamos pensar que tal vez tienen mayores certezas de ese a dónde vamos, sin embargo, creo que dicha interrogante la comparten con nosotros.

Porque incluso jugando a dios, como en efecto lo hacen, no terminan de ver ese horizonte que por un lado la ciencia ficción puede dibujárnoslo aséptico, tecnológico, en exceso plano y liso, como si se tratase de una gran bola de cristal, y por otro lado, podría tratarse de una línea al final tangible, como cuando vemos el mar o las montañas o una llanura desértica, que por más intangible que parezca a la mirada, solo debemos caminar y caminar, y mientras no lleguemos, empujaremos a otros para que se acerquen, y así alcanzar ese lugar en donde hemos puesto la vista.

@hipertextual