Creatividad en serio

in #spanish7 years ago (edited)

Permítanme presentarles al cacique. Y su circunstancia, claro está. Hablamos de hace unos veinte años. Quince tal vez, esta vez. El cacique de la tribu de los publicistas llegaba entrada la tarde. La mañana, era para él. Presumiblemente durmiera, pero nadie puede alegar certezas a este respecto. Seguramente se levantara tarde, leyera, oyera radio, mirara TV. Quincenalmente podría incluso echarse un polvete matinal y cansino. Cosas que, justo es decir, eran parte integrante de su metier. Entraba cerca de las doce, bamboleándose un poco. El andar dubitativo reflejaba dificultades en las rodillas y el oído, y contribuía al aire juvenil, dicharachero. Ya traía olor y manchas de café, por supuesto. El cacique funcionaba a café, y a cigarrillo. Hacía ruido cuando sorbía de la tacita de boliche, blanca, nacarada. Y más escándalo metía cuando iba hasta el baño y se daba a la toilette matinal fuera de hora. Se ve que se me notaba, porque al volver me pidió que no me asustara, que no pasaba nada. ¿Qué hacer si el petiso se me moría ahí, él y yo nomás, aislados comensales en el segundo piso del bar? Sacudí la cabeza virtualmente, internamente, y despejé la muerte de mis neuronas, porque necesitaba el espacio para oír las sentencias. “A vos te pasa como a Mendiaga, Timo”, aseveró. “A ver si puedo escribir como estos giles de la publicidad... El tipo tenía condiciones. ¿Leíste sus cuentos? Pero no se adaptó. Duró bien poco. Y mirá que yo lo admiraba. Por eso lo había contratado”. La amenaza, vean, era extraña, ya que mi tarea en el zoológico era cuidar la platita, no elaborar pequeñas frasecitas con impacto. Es que siempre tuve dificultades para disimular. Yo sentadito ahí, con el cacique, y entraba uno disfrazado de Punta del Este y espetaba: “Para lo que pinte. Genial. Estamos haciendo creatividad en serio”. Hábilmente, era él mismo el que comentaba. Lo que él, creativo, hacía, era, de pique, genial. Estamos promocionando (sic) pintura, y hemos dado en el medio del clavo con esta frase colorida, multisentido, que demuestra cuán flexibles somos, intelectualmente. Para lo que pinte toca la fibra de la opinión pública, desplaza el yo interno del consumidor hacia afuera, estira sus manos hacia el estante con la lata de pintura, que es depositada, finalmente, en el carrito metálico de cuatro ruedas. Ahí está nuestro éxito, ahí está la genialidad creativa del creativo, creador de creatividad en serio. El cacique y el genio de su ánfora se pasaban la mano por el lomo, se comían los piojos mutuamente un ratito y luego descargaban sus miradas en mí, al unísono. Y yo trataba de hacerles entender que no soy más que un amanuense, que tales profundidades estéticas y de masas me son vedadas, que realmente me gustaría que me gustara. Pero que, en suma: “Me parece una gilada de sideral trivialidad”. Luego de tal desplante, claro, me tenía que retirar, y quedaban ambos portentos despedazándome.

Visto a través de la lente del tiempo, es lógico que así fuera. El glamour de la publicidad me había tocado la fibra, es verdad. Se manejaban tres disfraces: el de Punta del Este, el de Wall Street, y el del cacique. Si todos se disfrazan, yo también. Eu tambem sou filho de Deus. A la hora de elegir, me hice una corona de plumas, que recorrían en semicírculo mi frente y luego caían por mi espalda, de los dos lados, como trenzas de pájaro. El cacique no usaba uniforme, y yo tampoco. El uniforme del cacique era definido por la negativa. Yo soy el que paga, y me pongo lo que quiero. Y yo, eterno desubicado, cuando fui al guardarropa escogí un modelito caciquezco, harto inapropiado. Nadie me señaló que estaba meando fuera del balde. Eso tampoco se estila. Con social corrección me dejaron sumirme en el ridículo, abandonando gradualmente mis trajecitos grises de banquero pobre. llegando, con el tiempo, a un híbrido, no con publicista, sino con linyera. Un vaquero con corte de pantalón, de un azul claro y opaco en principio, si exceptuamos la mancha clara a la izquierda de la bragueta, la derecha de su pantalla. El exceso de copetines nocturnos traía, con las resacas, una creciente incontinencia. Arriba, un saquito azul marinero finísimo, regalo de mi máma. Cruzado, de botones dorados y franela gruesa, que lo hacía francamente caluroso en los meses de verano. En el lugar de la farfallina del gran Quim Monzó, curtía una corbatita negra, finita, con rayas diagonales de varios colores y equidistantes. Una corbatita de luto, con un nudo enano, perenne, y a mitad del pecho. El ejecutivo de cuentas, trajeado en alpaca, había exigido la corbata y el saco, y el cacique me lo había hecho saber, chisme incluído. “Así no me joden, ¿sabés? Los dejás en el perchero, Timo, y si viene alguien de afuera te los ponés”.

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Ando apurada para ponerme a leer, realmente entré a post porque ¡me encantó el dibujo de la oveja! :D ¿tú la dibujaste?

No, ojalá! Es de un gran dibujante. Lo menciono en mi descripción. Deberías mirar sus dibujos. https://jaggedsmile.files.wordpress.com

Yo sí dibujé mi versión de Lucky Luke, que encontrarás en alguno de mis artículos.

jejej eso me pasa por no leer xD está divertido tu dibujo, no conozco al personaje. Checaré los dibujos del creador de la ovejita n.n

Saludos, seguido y upvote

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