Los cuentos de Mamá: 1- El abeto vagabundo. Por @gemamoreno

Queridos tod@s:
Soy Gema Moreno, periodista de profesión y escritora de vocación. Desde que tengo memoria, de mi mano han nacido poemas, canciones y breves obras de teatro que, con los años dieron paso a noticias, reportajes, crónicas y artículos de todo tipo. Pero mi fascinación por los cuentos me pide compartir aquellos que últimamente rondan por mi cabeza y especialmente el corazón, ya que son los que narro a mis dos hijos antes de dormirse. Algo a lo que os invito si tenéis pequeños alrededor. Espero que os gusten tanto como a ellos o, al menos, os proporcionen dulces sueños.

EL ABETO VAGABUNDO

Había una vez un abeto que se cansó de estar siempre en el mismo sitio y ver los mismos animales, colores o paisajes con cada cambio de estación. Se aburrió de las idénticas mañanas y atardeceres, así como de los días de lluvia y calor. Todo era igual de monótono, hasta que decidió arrancar sus raíces y hacerse vagabundo.

Se sorprendió de su valor al comenzar a caminar solo, al tiempo que excitado ante la expectación. "Por fin voy a protagonizar mi propia aventura", pensó.

La primera en salir a su encuentro fue una ardilla.
-¿Qué hace un árbol como tú en un lugar como éste? Así, moviéndose de un sitio a otro. Aquí hace mucho calor. Demasiado para un abeto. El paisaje es árido y yo que tú me movería hacia las montañas más altas. Allí el paisaje es precioso y seguro que te encontrarás en tu salsa- le aseguró.

Caminó sin descanso. Cruzó ríos, valles y senderos hasta coronar una cima cubierta de nieve. El paisaje era espectacular, jamás pensó que la vista pudiera llegar tan lejos, pero el frío casi polar le hizo sentir que aquel tampoco era su sitio y empezó a descender.

De pronto una cigüeña se posó en una de sus ramas.
-¿Qué haces aquí? Este no es tu lugar- le increpó.
De impertinente le pareció graciosa y le contestó con la mayor sinceridad.
-Es la primera vez que viajo y no conozco ningún sitio ni a nadie.
-No te preocupes, desde hoy seré tu amiga y te ayudaré a recorrer el mundo. Vuelo donde quiero, soy libre y te enseñaré lo mejor de cada lugar.

Se hicieron inseparables. La cigüeña le mostró senderos desconocido, cascadas casi infinitas donde se apoyaba el arco iris y la belleza de las estrellas en las noches sin luna del hemisferio sur. También llevó al abeto por numerosos parques donde disfrutó del bullicio de los niños, los juegos a su sombra y las cosquillas que le hacían al intentar treparle.

Hasta que descubrió el mar. Jamás había visto nada igual. Aquel horizonte sin tierra le pareció tan hermoso como infinito y quiso tocarlo.

-Ni lo intentes- le advirtió su amiga- no sabes nadar.

Pero las ganas de sentir fueron más fuertes. Poco a poco se fue metiendo y el agua salada le escocía en las heridas de su corteza a medida que se adentraba, hasta que una poderosa ola lo derribó y, de repente, se vio flotando. Aquella fuerza le sorprendió tanto que decidió dejarse llevar, bajo la atenta mirada de la cigüeña desde el aire.
-No te preocupes-dijo con un guiño- acabo de quitarme un peso de encima.
Sonrió y cerró los ojos. Aquel vaivén le acunaba deliciosamente y terminó por dormirle.

Cuando despertó las olas le habían llevado a otra orilla, sembrada de palmeras. Aquella luz le gustó tanto, al igual que la brisa entre sus ramas y aquel paisaje tan nuevo para él, que decidió quedarse.

Así que allí plantó sus raíces y fue feliz por siempre, recordando sus andanzas hasta encontrar su paraíso escondido.
@gemamoreno

Fotos de @gemamoreno