El ser, la existencia y el hombre. Sobre lo relativo.

in #spanish7 years ago

Paniko Cruz. Sin titulo. 2016. Basada en Ocho Historias Sobre el Campo y otros Sistemas Rurales. 



 El hombre:



Si, arbitrariamente como ya lo he dicho, hemos decidido que el hombre es –¿quién más lo podría ser?– la medida del conocimiento, creo conveniente tratar de indagar un poco acerca de la naturaleza del hombre.

Es en este rubro donde empiezan los problemas ontológicos y ónticos que incumben el concepto del ser y la existencia.

En su naturaleza religiosa o teológica podemos ofrecer algunas definiciones que explican el concepto del hombre: Spinoza decía del hombre que “La esencia del hombre está constituida por ciertas modificaciones de los atributos de Dios –el Ser por excelencia–”. Fichte agrega que el hombre, en su principio ideal, es Dios y debe esforzarse para resultar tal. Hegel, por su parte, también da una visión positiva del hombre: “El hombre ­–dice Hegel– aún cuando pueda ser considerado como finito por sí mismo, es también imagen de Dios y fuente de la infinitud en sí mismo, ya que es finalidad por sí mismo y tiene el valor infinito y el destino hacia la eternidad en sí mismo”.

Hay también posiciones que observan esta relación de modo negativo. Feuerbach dice: “El Ser absoluto, el dios del hombre, es el ser mismo del hombre”. Lo que el hombre piensa de Dios es la definición del hombre: “¿Piensas en el infinito? Tú piensas y afirmas la infinitud del poder del pensamiento. ¿Sientes tú al infinito? Tú sientes y afirmas la infinitud de la potencia del sentimiento”. En este sentido, y haciendo referencia a lo que dijeron los presocráticos, podemos entender el conocimiento de Dios como una manifestación de la misma naturaleza de Dios; dicho de otra manera, Dios –el Ser absoluto– no es otra cosa que única y puramente esa idea preontológica de la perfección, de la eternidad, de la ausencia de movimiento que tenemos.

Nietzsche, después de haber hecho su sentencia: “Dios ha muerto”, dice del hombre que tiene la virtud de servir de puente y no de fin hacia el Superhombre. Lo que puede hacerlo amar es que es un tránsito y un ocaso. Muere él, termina su propósito, y amanece el Superhombre. Aún en su sentido negativo, ellos dos, Feuerbach y Nietzsche, no dejan de ser optimistas con respecto al potencial propio del hombre.

Sin embargo, Sartre, por su parte ha dicho: “Si el hombre posee una comprensión preontológica del ser de Dios, no son ni los grandes espectáculos de la naturaleza ni el poder de la sociedad lo que se lo ha conferido, sino que Dios, valor y finalidad suprema de la trascendencia representa el límite permanente a partir del cual el Hombre se hace anunciar lo que él es. Ser hombre es tender a Dios o, si se prefiere, el hombre es fundamentalmente deseo de ser Dios”.

La naturaleza del hombre es la de la búsqueda de la realidad de la verdad, sólo y puramente esta búsqueda incansable de la realidad de la verdad.

Otras definiciones del Hombre, ya no metafísicas, podrían ser las de la ilustración griega y el espíritu de la filosofía platónica y aristotélicas, cuyos modelos son quizá los clásicos e inspiran a la cultura común. El hombre es un animal racional. Platón dice del hombre que es el animal capaz de ciencia –conocimiento–. Aristóteles dice, también, que el hombre es el único animal que posee razón. Descartes deja la animalidad y dice del Hombre: “Yo no soy, precisamente hablando, más que una cosa que piensa, o sea, un espíritu, un pensamiento o una razón”. Husserl, profundizando más en esta idea dice: “Si el Hombre es un ser racional lo es solamente en la medida en que se encuentra orientado, en forma latente, hacia la razón o bien, abiertamente, hacia la entelequia que le es revelada y que guía ya conscientemente, por una necesidad esencial, hacia el devenir humano”. Una última aserción del concepto que vale la pena mencionar es la que ve al hombre como animal simbólico, o sea como animal que habla. La definición sirve para expresar el poder condicionante del lenguaje, esto es, del comportamiento simbólico de todas las actividades del hombre.

Una definición en este sentido es también la de que el hombre es un animal político lo que cual es verdad: el hombre no puede menos que vivir en sociedad, sin embargo esta definición no fue propuesta para definir en su totalidad al hombre.

Respecto a la idea de que el hombre lo es en tanto a su inteligencia, parece no haber duda en ello aunque también –y lo dejo como una pregunta– está la intuición, que explica, junto con la inteligencia, el devenir de la prehistoria e historia humana.

Un tercer grupo para definir al hombre sería el del hombre como posibilidad de autoproyección. Scoto Erígena dice del Hombre: “No sin mérito, el hombre ha sido llamado la fábrica de todas las criaturas y, en efecto, todas las criaturas se contienen en él. Entiende como el ángel, razona como el hombre, siente como el animal irracional, vive como el germen, consiste de alma y cuerpo y no carece de cosa alguna creada” La posibilidad del hombre, bajo esta perspectiva, es la de estarse haciendo a su razón y a su sentir en este su mundo. Dice Kant que sólo a través de la historia de la especie humana sobre la tierra puede realizar el hombre su naturaleza, que es la libertad de autoproyectarse con su razón y especialmente la de proyectar para sí una sociedad civil fundada por completo en el derecho. “Para poder atribuir al hombre ­–dice Kant– su puesto en el sistema de la naturaleza viviente y de esta manera caracterizarlo, no queda sino decir que tiene el carácter que él mismo se hace en cuanto sabe perfeccionarse según los fines que de él mismo resultan; de donde, como animal con capacidad para razones, puede hacerse por sí animal racional.” En la actualidad, la filosofía contemporánea, contempla esta idea de manera amplia. Por una parte Heidegger dice que la proyectabilidad es la estructura existenciaria del “ser en el mundo”, términos que aducen, desde luego a la relatividad de estos conceptos; y por otra parte Sartre ha hablado de un proyecto fundamental del mundo. Heidegger insiste en la limitación de la proyectabilidad en cuanto a que todo proyecto recaería y se esfumaría sobre lo que ya ha sido y esto consistiría la efectividad del Hombre –la relatividad de los proyectos, es decir el sólo ser lo que eres y en tanto eres efectivo: estás siendo–; y Sartre habla de la libertad absoluta de la proyectabilidad y considera puramente arbitraria o gratuita la elección de un proyecto cualquiera. Dice Sartre: “La Angustia que, al ser develada, manifiesta a nuestra conciencia nuestra libertad, testimonia la modificabilidad perpetua de nuestro proyecto inicial”.

La biología contemporánea sostiene una teoría semejante. Así, por ejemplo, G. G. Simpson dice: “El Hombre puede elegir entre desarrollar sus capacidades como animal superior e intentar levantarse todavía más o de otra manera. La elección es su responsabilidad y es solamente suya. No hay un automatismo que lo lleve a lo alto sin elección o esfuerzo y no existe una tendencia unilateral en la justa dirección. La evolución no tiene finalidad alguna: El hombre debe finalizarse a sí mismo”.

Esta última sentencia no deja de ser cierta si bien es ambigua y confusa. El hombre debe finalizarse a sí mismo. Si, como sostienen los relativistas; si, como proponen los teóricos modernos del existencialismo; o si bien, como dicen los postmodernos ­­–Baudrillard, por ejemplo: “Nuestra situación paradójica es la siguiente: como nada tiene ya sentido, todo debería funcionar a la perfección”–, el fin no es unidireccional, la proyectabilidad es arbitraria, el conocimiento absoluto es imposible, entonces ¿cuál es ese fin? ¿Adónde conduce –o debe conducir– el hombre y su humanidad? Sartre y Heidegger son terminantes en este aspecto volviendo al hombre ser en tanto ente sin fin o propósito.  



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